miércoles, 9 de mayo de 2012

Relatos de la emigración venezolana


Por Roberto Torres Luzardo, 28/06/2010

Para 2010, Venezuela recibió más visas estadounidenses que cualquier otro país de América Latina en el programa de lotería del Departamento de Estado norteamericano. Más de 50 mil venezolanos viven residenciados en España, sin contar quienes tienen pasaporte español por su ascendencia ibérica. Emigrantes venezolanos relatan sus experiencias

El logotipo del sitio web MeQuieroIr.com es un personaje con una maleta en la mano y echando a correr. Es un portal dedicado a ofrecer información sobre emigración a otro países y en uno de los foros, el usuario Alexis Sánchez comenta acerca de su experiencia al llegar a España como emigrante: “Un viaje como turista a manera de explorar siempre es una gran ayuda, y yo sentí en algún momento de mi viaje que ese era mi sitio de vida, sabía que existía y que no era de donde venía. Al estar allí lo supe: este es, sin duda”.

No resulta fácil escuchar a personas nacidas en Venezuela decir que se sienten como en casa en otro país. Sin embargo, los foros de ayuda de este portal -que desde el año 2000 se ha convertido en referencia para los emigrantes hispanoamericanos, en particular los venezolanos- están llenos de testimonios y preguntas de emigrantes y personas que están en ese arduo proceso.

Por ejemplo, una pareja de 30 años -ambos ingenieros en computación, sin hijos- preguntan con nerviosismo cuán difícil resulta el Ielts (prueba internacional de inglés y requisito obligatorio para mudarse a Australia), porque están listos para comenzar su vida desde cero, a 15 mil kilómetros de su Caracas natal.

Muchos usuarios preguntan cuánto dinero necesitarían como mínimo para mantenerse en ciudades como Miami y Madrid por un año, previendo que no consigan empleo al emigrar. Un visitante del portal recomienda: “Tráiganse al menos unos 15 mil euros, porque no se sabe cuándo conseguirán un buen trabajo aquí en España. Ya llevo un año intentando y sigo cesante”.

Los testimonios son variados, pero casi todos aseguran que al menos el primer año de la vida en otro país es crítico. Tal es el caso de Lourdes Márquez, egresada de la Escuela de Comunicación Social de LUZ, quien emigró en 1999 en busca de oportunidades de estudio, auspiciada con un crédito de Fundayacucho. Renunció a su trabajo en la Gobernación del Zulia, hizo las maletas y se marchó por lo que se suponía eran 2 años. Una década más tarde, y desde su piso en Madrid, relata cómo fue el proceso de salida.

“Fue terrible. Para quienes vivíamos en el interior es el doble de molesto y caro porque tienes que sacar millones de papeles y llevarlos al consulado español en la capital. Lo peor es que crees que ahí acaba todo y no es así, esa visa en el pasaporte sólo dura tres meses y luego hay otro proceso igual de engorroso. Ahí fue cuando descubrí de quién heredamos la burocracia infinita”.

En un extenso y sentido correo electrónico, escribe que el proceso de adaptación nunca se acaba. “Al principio todo es raro y toca aprender desde cero. Cada historia es distinta y en la mía hubo unos años muy difíciles en los que quería quedarme porque veía que allá las cosas iban peor, pero acá ya no era estudiante y me quedé sin permiso de residencia. Esos años trabajé en lo que pude, y eso va desde niñera y mesonera hasta vendedora de puerta en puerta, pero no me arrepiento, porque aprendí muchas cosas que el colegio y la universidad no me enseñaron”.

Los escandalosos índices delictivos de Venezuela son una de las primeras causas a las que aluden quienes emigran, y la diferencia con otros países siempre tiene peso en el recuento sobre su nueva nación. “Adaptarse a lo bueno es fácil. Tras unos meses empiezas a disfrutar de la maravilla que significa caminar por la calle a cualquier hora. Adaptarse a lo malo cuesta más, pero al final mi balance es positivo: aquí puedo vivir tranquila porque existen derechos y aunque no seas rico puedes vivir bien. Esto es lo que quiero que aprendan mis futuros hijos".

Tenemos una fuga

En el 2007, el diario español El País publicó que había 52.178 personas oriundas de Venezuela viviendo en España. En el reportaje se acuñó la frase "Los balseros del aire" para referirse al gran volumen de venezolanos que salían -tal como ellos lo dicen- pitando de su país alegando condiciones económicas y de seguridad personal adversas. Alrededor de ese tiempo, Andreína Méndez -también egresada de LUZ- visitó Buenos Aires y quedó prendada de la ciudad y su amplísima oferta académica. La semana pasada aterrizó en Argentina para continuar sus estudios en el área que le fascina: diseño de modas.

Apenas llegando a su nueva ciudad, comenta vía correo electrónico sobre los pasos para concretar su emigración. Dice que no fueron tan difíciles por ser Argentina el país de destino (esta nación no exige, como EE. UU., Canadá y Australia, una visa para ingresar al país). Según Méndez, lo más engorroso del camino fue lograr apostillar su título universitario. ¿La razón? El gran número de personas que se encuentran haciendo el mismo trámite, esencial para ejercer una profesión en el extranjero.

Al igual que gran parte de los venezolanos que se han marchado, apunta a la inseguridad como factor en su decisión de irse. “Como sabes, nuestro país y especialmente Maracaibo, se han vuelto muy inseguros, al punto de no querer salir por miedo a ser atracados por un celular o por un carro. Además de los estudios, esto también tuvo un gran peso a la hora de tomar la decisión”.

La revista americana Newsweek reseñó a mediados de 2009 el éxodo de profesionales de este país hacia ciudades europeas, latinoaméricanas y, particularmente, estadounidenses. Citan un estudio del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe, un centro de investigación intergubernamental, según el cual la salida de trabajadores venezolanos altamente calificados mayores de 25 escaló un 216% entre 1990 y 2007, y atribuyen la salida masiva a las políticas económicas poco exitosas.

En el país norteamericano, el asunto de la inmigración es tema sensible. No ha habido debate presidencial en los últimos años en el que el tema no se haya discutido, y las políticas en este sentido son clave para toda propuesta presidencial. Para otorgar las visas de residencia, el estado norteamericano tiene un programa de lotería anual (Diversity Visa Lottery) en el que los aplicantes son sorteados de forma electrónica, y los ganadores recibirán la oportunidad de recibir una visa de residente si cumplen con los requisitos.

En los resultados de esta visa para 2011, un total de 752 venezolanos fueron beneficiados. De lejos, la mayor cantidad de ganadores entre los países de Latinoamérica, casi el doble de las visas otorgadas al segundo país en la lista: Cuba. Para las personas que no poseen ascendencia estadounidense, ni son auspiciados por un ciudadano americano, este es el proceso más simple.

¿El problema? Hubo más de 16.5 millones de participantes en el sorteo computarizado, y sólo 100.600 aplicantes fueron llamados. Quienes fueron privilegiados verdaderamente pegaron el premio gordo.

Patricia Valladares vive en la ciudad de Cincinnati, en el medio oeste americano. Es una venezolana, ex-profesora de LUZ y lleva 16 años viviendo fuera de su país. Tras tomarse un año sabático en Québec, se enamoró de la ciudad y se quedó por once años. Luego se trasladó a España por tres años más y ahora es profesora de la Universidad de Cincinnati.

“El proceso de adaptación fue muy natural en Montreal, donde viví la mayor parte del tiempo. Los montrealeses acogen de muy buena gana los intercambios interculturales. Por otra parte, Andalucía es una región que ha vivido la llegada de inmigrantes como un fenómeno abrupto y, en ocasiones, hostil. Quizá por los varios años que llevaba viviendo en el extranjero y por la experiencia positiva de Montreal, pude sobrellevar ciertas muestras de intolerancia”.

Ahora, tras pasar 2 años viviendo en el estado de Ohio, la profesora asegura que le ha sido placentera su estadía. Alude al ambiente universitario, una comunidad privilegiada, como agente facilitador de la integración a su nuevo hogar. “También me ha ayudado mucho escoger concienzudamente el barrio en el que vivo: multiétnico, progresista y con muchas ofertas culturales”, dice.

“Hasta la fecha, no contemplo la posibilidad de volver más que por temporadas cortas y esporádicas. Pero quién sabe...”. Con esta frase, Valladares le deja al destino la posibilidad de regresar algún día a su país. Una posibilidad que muchos inmigrantes ni se plantean una vez que cruzan el terminal internacional del aeropuerto.

Mientras tanto, en Venezuela, preguntas como la de César Cortez en el foro de MeQuieroIr.com, se hacen cada vez más comunes: “Hola a todos. Tengo 30 años y soy de Venezuela. Actualmente estoy buscando opciones para irme de este país, y me gustaría radicarme en Alemania o algún país europeo. Si alguien puede ayudarme se lo agradecería mucho”. Él es sólo uno de muchos más.

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