Historia de la Pastelería Danubio,
Por Toti Vollmer, 23/03/2012
Una muchachita andina. Un joven
de Budapest. Una arepa y un strudel. ¿Qué probabilidad estadística había de que
se encontraran y decidieran escribir una historia a cuatro manos? Pues
pareciera que por lo menos una muy feliz, porque el día en que Evelia y Pal se
cruzaron hace un bojote de años en Au Gourmet, en la esquina de Ibarras,
comenzó a contarse un cuento muy bonito.
Y como casi todo lo inexplicable,
la culpa es del destino, o eso asegura Evelia contundente, mientras gana
confianza y se dispone a relatar 42 años de anécdotas.
Cuenta que Pal llegó muchacho y
aprendió el oficio de pastelero y de papá en estricto venezolano. Trabajaron
juntos en el famosísimo Castellino y terminaron de especializarse en la
Pastelería Selva. A los 18 años de casados resolvieron, a instancias de Evelia,
que había llegado el momento preciso de montar “un negocito” -como lo dice ella
con la voz salpicada de nostalgia. Sumaron sus prestaciones y en 1970 hicieron
suya esa esquina de Mata de Coco entre las calles Guaicaipuro y San Marino,
para convertirla en referencia obligada de cuatro generaciones de caraqueños.
A Evelia se le dilatan la mirada
y el relato cuando habla de esa época. Cuenta del riesgo, delsacrificio, del
trabajo duro e intenso, pero de la certeza de que el momento de independizarse
había llegado, de cómo fue una decisión de familia, de cómo su marido creó y
perfeccionó recetas de su tierra y mejoró algunas nuestras, y de cómo sus tres
muchachos le entraron de lleno al sueño de sus padres. Se llena de orgullo por
saber que construyó más que un negocio, un legado. La receta de permanecer,
dice Evelia, es la fidelidad: el cachito, la selva negra o el pastelito que se
comió el primer cliente hace cuatro décadas es exactamente el mismo que se
comen sus nietos hoy. Las recetas de Pal siguen intactas a pesar de los años y
de la rotación de manos que han laborado en las cocinas de Danubio. Y eso,
señores, se llama tradición.
- Este relato salió de un
riquísimo café compartido con la señora Evelia Kerese en la terraza de Danubio
Santa Rosa.
La mamá de Alejandro, Pablo y
Andrés, que es una contradicción de severidad y blandura, protección de lo suyo
y orgullo desmedido por los resultados, jefa y cómplice, nos cuenta con una
sombrita de pena que “nosotros no sabemos hacer más nada”. Sra. Evelia, y
nosotros, los venezolanos, aplaudimos que sea así. Gracias por haberle dedicado
42 años y los que faltan por endulzarnos la historia.
Alejandro Kerese
“Cuando paso cerca del mesón de
las tortas, la cuál fue mi responsabilidad en otros tiempos, no dejo de
recordar los diciembres en los que trabajaba con todo el grupo hasta la
madrugada. Aunque eran otros tiempos el compromiso crece y siento el orgullo de
decir que somos la mejor Pastelería de Caracas”.
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