Por Roberto Torres
Luzardo, 28/06/2010
Para 2010, Venezuela recibió más visas estadounidenses que cualquier
otro país de América Latina en el programa de lotería del Departamento de
Estado norteamericano. Más de 50 mil venezolanos viven residenciados en España,
sin contar quienes tienen pasaporte español por su ascendencia ibérica.
Emigrantes venezolanos relatan sus experiencias
El logotipo del sitio web MeQuieroIr.com es un personaje con una maleta en la mano y
echando a correr. Es un portal dedicado a ofrecer información sobre emigración
a otro países y en uno de los foros, el usuario Alexis Sánchez comenta acerca
de su experiencia al llegar a España como emigrante: “Un viaje como turista a
manera de explorar siempre es una gran ayuda, y yo sentí en algún momento de mi
viaje que ese era mi sitio de vida, sabía que existía y que no era de donde
venía. Al estar allí lo supe: este es, sin duda”.
No resulta fácil escuchar a personas nacidas en Venezuela decir que se
sienten como en casa en otro país. Sin embargo, los foros de ayuda de este portal -que desde el año 2000
se ha convertido en referencia para los emigrantes hispanoamericanos, en
particular los venezolanos- están llenos de testimonios y preguntas de
emigrantes y personas que están en ese arduo proceso.
Por ejemplo, una pareja de 30 años -ambos ingenieros en computación, sin
hijos- preguntan con nerviosismo cuán difícil resulta el Ielts (prueba
internacional de inglés y requisito obligatorio para mudarse a Australia),
porque están listos para comenzar su vida desde cero, a 15 mil kilómetros de su
Caracas natal.
Muchos usuarios preguntan cuánto dinero necesitarían como mínimo para
mantenerse en ciudades como Miami y Madrid por un año, previendo que no
consigan empleo al emigrar. Un visitante del portal recomienda: “Tráiganse al
menos unos 15 mil euros, porque no se sabe cuándo conseguirán un buen trabajo
aquí en España. Ya llevo un año intentando y sigo cesante”.
Los testimonios son variados, pero casi todos aseguran que al menos
el primer año de la vida en otro país es crítico. Tal es el caso de Lourdes
Márquez, egresada de la Escuela de Comunicación Social de LUZ, quien emigró en 1999 en
busca de oportunidades de estudio, auspiciada con un crédito de Fundayacucho.
Renunció a su trabajo en la Gobernación del Zulia, hizo las maletas y se marchó
por lo que se suponía eran 2 años. Una década más tarde, y desde su piso en
Madrid, relata cómo fue el proceso de salida.
“Fue terrible. Para quienes vivíamos en el interior es el doble de
molesto y caro porque tienes que sacar millones de papeles y llevarlos al
consulado español en la capital. Lo peor es que crees que ahí acaba todo y no
es así, esa visa en el pasaporte sólo dura tres meses y luego hay otro proceso
igual de engorroso. Ahí fue cuando descubrí de quién heredamos la burocracia
infinita”.
En un extenso y sentido correo electrónico, escribe que el proceso de
adaptación nunca se acaba. “Al principio todo es raro y toca aprender desde
cero. Cada historia es distinta y en la mía hubo unos años muy difíciles en los
que quería quedarme porque veía que allá las cosas iban peor, pero acá ya no
era estudiante y me quedé sin permiso de residencia. Esos años trabajé en lo
que pude, y eso va desde niñera y mesonera hasta vendedora de puerta en puerta,
pero no me arrepiento, porque aprendí muchas cosas que el colegio y la
universidad no me enseñaron”.
Los escandalosos índices delictivos de Venezuela son una de las primeras
causas a las que aluden quienes emigran, y la diferencia con otros países siempre tiene peso en el recuento
sobre su nueva nación. “Adaptarse a lo bueno es fácil. Tras unos meses empiezas
a disfrutar de la maravilla que significa caminar por la calle a cualquier
hora. Adaptarse a lo malo cuesta más, pero al final mi balance es positivo:
aquí puedo vivir tranquila porque existen derechos y aunque no seas rico puedes
vivir bien. Esto es lo que quiero que aprendan mis futuros hijos".
Tenemos una fuga
En el 2007, el diario español El País publicó que había 52.178 personas oriundas de
Venezuela viviendo en España. En el reportaje se acuñó la frase "Los
balseros del aire" para referirse al gran volumen de venezolanos que
salían -tal como ellos lo dicen- pitando de su país alegando condiciones
económicas y de seguridad personal adversas. Alrededor de ese tiempo, Andreína
Méndez -también egresada de LUZ- visitó Buenos Aires y quedó prendada de la
ciudad y su amplísima oferta académica. La semana pasada aterrizó en Argentina
para continuar sus estudios en el área que le fascina: diseño de modas.
Apenas llegando a su nueva ciudad, comenta vía correo electrónico sobre
los pasos para concretar su emigración. Dice que no fueron tan difíciles por
ser Argentina el país de destino (esta nación no exige, como EE. UU., Canadá y
Australia, una visa para ingresar al país). Según Méndez, lo más engorroso del
camino fue lograr apostillar su título universitario. ¿La razón? El gran número
de personas que se encuentran haciendo el mismo trámite, esencial para ejercer una
profesión en el extranjero.
Al igual que gran parte de los venezolanos que se han marchado, apunta a
la inseguridad como factor en su decisión de irse. “Como sabes, nuestro país y
especialmente Maracaibo, se han vuelto muy inseguros, al punto de no querer
salir por miedo a ser atracados por un celular o por un carro. Además de los
estudios, esto también tuvo un gran peso a la hora de tomar la decisión”.
La revista americana Newsweek
reseñó a mediados de 2009 el éxodo de profesionales de este país hacia ciudades
europeas, latinoaméricanas y, particularmente, estadounidenses. Citan un
estudio del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe, un centro de
investigación intergubernamental, según el cual la salida de trabajadores
venezolanos altamente calificados mayores de 25 escaló un 216% entre 1990 y
2007, y atribuyen la salida masiva a las políticas económicas poco exitosas.
En el país norteamericano, el asunto de la inmigración es tema sensible.
No ha habido debate presidencial en los últimos años en el que el tema no se
haya discutido, y las políticas en este sentido son clave para toda propuesta
presidencial. Para otorgar las visas de residencia, el estado norteamericano
tiene un programa de lotería anual (Diversity Visa Lottery) en el que los
aplicantes son sorteados de forma electrónica, y los ganadores recibirán la
oportunidad de recibir una visa de residente si cumplen con los requisitos.
En los resultados de esta visa para 2011, un total de 752 venezolanos
fueron beneficiados. De lejos, la mayor cantidad de ganadores entre los países
de Latinoamérica, casi el doble de las visas otorgadas al segundo país en la
lista: Cuba. Para las personas que no poseen ascendencia estadounidense, ni son
auspiciados por un ciudadano americano, este es el proceso más simple.
¿El problema? Hubo más de 16.5 millones de participantes en el sorteo
computarizado, y sólo 100.600 aplicantes fueron llamados. Quienes fueron
privilegiados verdaderamente pegaron el premio gordo.
Patricia Valladares vive en la ciudad de Cincinnati, en el medio oeste
americano. Es una venezolana, ex-profesora de LUZ y lleva 16 años viviendo
fuera de su país. Tras tomarse un año sabático en Québec, se enamoró de la
ciudad y se quedó por once años. Luego se trasladó a España por tres años más y
ahora es profesora de la Universidad de Cincinnati.
“El proceso de adaptación fue muy natural en Montreal, donde viví la
mayor parte del tiempo. Los montrealeses acogen de muy buena gana los
intercambios interculturales. Por otra parte, Andalucía es una región que ha
vivido la llegada de inmigrantes como un fenómeno abrupto y, en ocasiones,
hostil. Quizá por los varios años que llevaba viviendo en el extranjero y por
la experiencia positiva de Montreal, pude sobrellevar ciertas muestras de
intolerancia”.
Ahora, tras pasar 2 años viviendo en el estado de Ohio, la profesora
asegura que le ha sido placentera su estadía. Alude al ambiente universitario,
una comunidad privilegiada, como agente facilitador de la integración a su
nuevo hogar. “También me ha ayudado mucho escoger concienzudamente el barrio en
el que vivo: multiétnico, progresista y con muchas ofertas culturales”, dice.
“Hasta la fecha, no contemplo la posibilidad de volver más que por
temporadas cortas y esporádicas. Pero quién sabe...”. Con esta frase,
Valladares le deja al destino la posibilidad de regresar algún día a su país.
Una posibilidad que muchos inmigrantes ni se plantean una vez que cruzan el
terminal internacional del aeropuerto.
Mientras tanto, en Venezuela, preguntas como la de César Cortez en el
foro de MeQuieroIr.com, se hacen cada vez más comunes: “Hola a todos. Tengo 30
años y soy de Venezuela. Actualmente estoy buscando opciones para irme de este
país, y me gustaría radicarme en Alemania o algún país europeo. Si alguien
puede ayudarme se lo agradecería mucho”. Él es sólo uno de muchos más.
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