Por Jesús Chuo Torrealba,
03/09/2017
Esa es la pregunta que en los últimos
siete días me hicieron los pescadores de Margarita y Coche, los
agricultores de Carayaca y El Junko, los trabajadores varguenses del puerto y
de la aduana marítima, los vecinos del Foro de San Antonio de Los Altos y los
activistas del Radar de los Barrios: “Ajá, Chúo… ¿En dónde estamos?”
A todos respondí
que primero era necesario definir “¿Quiénes somos?”, y la respuesta a esa
interrogante es tajante: ¡Somos la mayoría! La Venezuela que quiere cambio
sigue siendo abrumadoramente mayoritaria, a pesar de las agresiones del
régimen, de su estrategia desmoralizadora y divisionista, y a pesar incluso de
los errores de una dirección opositora que equivocadamente creyó que “el tiempo
de Dios” había llegado y que (“ahora sí”) estaban dadas las condiciones para
algo parecido a “La Salida Parte II”.
SUPERANDO
SUPERSTICIONES, REENCONTRANDO FORTALEZAS
Y ¿dónde estamos? Pues hay que
decirlo con franqueza: Estamos superando dolorosamente las supersticiones de la
“épica” y reencontrándonos con nuestras verdaderas fortalezas; Estamos
retomando la única estrategia que nos ha dado victorias, la estrategia
pacífica, electoral, constitucional y democrática; Estamos hablando menos de lo
“jurídico-político” y acercándonos más al hambre concreta de la gente, a la
rabia del paciente sin medicinas, al dolor de la víctima de la inseguridad, al
indescriptible horror del compatriota forzado a comer de la basura.
EL RÉGIMEN ES UNA
PREPOTENCIA QUE SE EXTINGUE
El régimen grita, amenaza, ofende,
persigue y encarcela… ¡Pero no gobierna! No puede hacerlo. No tiene con que, no
sabe cómo, a veces parece que ni siquiera le interesa, concentrado como esta en
disfrutar lo que queda del botín petrolero. Maduro no se ha “fortalecido”, de
hecho ni puede estabilizarse. El régimen es una prepotencia que se
extingue, es una hegemonía a la que le pasó su hora, es un horror por el que
nadie sentirá nostalgia, y de cuyo recuerdo ellos mismos serán los primeros en
desmarcarse.
LA OPOSICIÓN SERA
PODER, PERO NO HABRÁ TABLA RASA
La oposición en cambio tiene mucho
que hacer. Tiene que corregir su nefasto intento de “desaparecer” a
la Unidad, tiene que dotar de gobernabilidad a esa alianza para poder ofrecer
creíblemente gobernabilidad al país, tiene que asumir que un gobierno
sin pueblo y una oposición sin ejército no pueden resolver el drama venezolano
por la vía de la fuerza, y que en consecuencia está planteada la necesidad de
una NEGOCIACIÓN POLÍTICA CON RESULTADOS que abra camino a una TRANSICIÓN
PACTADA A LA DEMOCRACIA, es decir, tiene que disponerse a ser poder, a ser
gobierno, en las difíciles y exigentes condiciones en que tal escenario es
posible.
NI EUFÓRICOS NI
DEPRIMIDOS: ¡RESILIENTES!
Los ciudadanos también tenemos tarea
pendiente: Tenemos que enfrentar al régimen con consistencia, sin tornarnos
“eufóricos” cuando las cosas aparentan estar bien y sin “deprimirnos” cuando el
panorama no es tan halagador; Tenemos también que apoyar a nuestro liderazgo
democrático como ciudadanos que somos, no como “fans” cuando estamos de acuerdo
o como detractores cuando tenemos diferencias. Tenemos que ser el
cambio que pregonamos, y parte importante de ese cambio consiste en superar la
incondicionalidad como mecanismo de adscripción política, y superar también el
morbo destructor como reacción “despechada” cuando la incondicionalidad se
desvanece.
ENTRANDO EN LA ZONA
DE MUY ALTA TURBULENCIA…
Este fortalecimiento del talante
ciudadano y comunitario es fundamental porque el país ha entrado en una zona de
alta turbulencia de la que no será posible salir confiando en “salidas mágicas”
(salvadores de la patria, intervenciones militares, milagrosos colapsos
internos del régimen…) ni tampoco por la vía de métodos ordinarios, regulares
(“esperemos tranquilos hasta el 2018, que seguro habrá elecciones y saldremos
de esto”) porque esta situación ni es regular ni es ordinaria…
ACTIVARNOS PARA QUE
EL HAMBRE NO NOS AÍSLE
En efecto, el agravamiento extremo de
la crisis económica nos obligará a variar rutinas y hábitos, y
sustituirlos por estrategias de supervivencia. Para evitar que el
régimen logre su objetivo de desmovilizarnos por hambre, al tener todos que
gastar buena parte del nuestro tiempo en buscar que comer, es fundamental que
esas estrategias de supervivencia sean de carácter multifamiliar y comunitario,
de manera que la lucha por sobrevivir refuerce en vez de disolver nuestra
conexión con el prójimo que, además de vecino, es compañero de lucha.
ACTIVARNOS PARA QUE
LA CENSURA NO NOS CIEGUE
Lo mismo ocurre con el crucial tema
del ayuno informativo: Es previsible que, al no poder evitar su deterioro, el
régimen al menos pretenda ocultarlo. Es esperable entonces que se produzcan
nuevos cierres de medios de comunicación convencionales, y que la inconstitucional
censura se extienda incluso a medios electrónicos y redes sociales. Ante
ese muy probable escenario es fundamental que cada uno de nosotros incremente
su participación organizada en redes humanas: Que cada quien se incorpore a un
partido político, a un sindicato, gremio o a la organización no gubernamental
de su preferencia, porque será la información que fluya por esas redes humanas
la que nutrirá nuestro conocimiento de la situación y muestro accionar
ciudadano.
ACTIVARNOS PARA QUE
LA VIOLENCIA NO NOS SITIE
Históricamente, en situaciones de
alta escasez de bienes esenciales, el “mercado negro” se convierte en el único
mercado real y -en la medida en que la escasez incrementa ansiedad y precios-
grupos violentos terminan manejando ese opaco intercambio. Ya el régimen ha
iniciado ese triste camino, encargando en algunas zonas a los paramilitares mal
llamados “colectivos” de los programas oficiales de venta y distribución de
alimentos. Hay que prepararse entonces, creando redes de intercambio
que permitan a las familias el acceso a bienes de consumo al margen de los
violentos traficantes rojos del mercado negro.
Porque la
turbulencia va a pasar, y el régimen también pasará, y quedará el país como
reto a construir y promesa a honrar. Y también quedarán los
ciudadanos, colocando cada quien su ladrillo para levantar esa casa de todos
llamada Venezuela. ¡Palante!
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