Eduardo Porretti, ministro a cargo de la Embajada Argentina en Caracas, en plena mudanza a su nuevo edificio |
Por Leonardo Mindez 15
de septiembre de 2017
Caracas, enviado especial
En medio del caos económico y
político que atraviesa Venezuela y cuando muchas delegaciones diplomáticas
hacen las valijas o reducen su presencia, la embajada argentina está en pleno
proceso de mudanza a una sede más grande y segura (y al mismo tiempo con un
alquiler más económico), en la que dispondrá de mayores comodidades para
expandir su agenda comercial y cultural. Puede sonar paradójico que esto suceda
mientras el propio Mauricio Macri se colocó en primera fila de la ofensiva
internacional contra la deriva autoritaria del régimen de Nicolás Maduro. Pero,
en diálogo con Infobae en Caracas, Eduardo Porretti argumentó que
cuenta con el aval del gobierno para explorar nuevos caminos en la relación
entre ambos países.
Diplomático de carrera (pasó por
Cuba, las Naciones Unidas y Colombia) y escritor de cuentos y ensayos (acaba de
publicar su cuarto libro), Porretti, de 53 años, llegó como encargado de
negocios a la embajada de Caracas en noviembre de 2015 para organizar la
transición después de 12 años de vínculos íntimos y oscuros entre el
kirchnerismo y el chavismo. Ya con Macri en el gobierno, las pujas internas
entre la Casa Rosada y el Palacio San Martín sobre si designar o no un embajador
y en tal caso a quién, fueron extendiendo sus funciones. Porretti está cerca de
cumplir dos años al frente de la sede diplomática, tiempos turbulentos en los
que la crisis venezolana se agravó y creció la tensión entre Buenos Aires y
Caracas.
Mientras tanto y paradójicamente,
perdió a sus últimas tres secretarias
que, al igual que 3 mil venezolanos al mes, decidieron emigrar a Argentina.
"Es una sensación que ya
viví cuando estuve destinado en La Habana, y en Bogotá. Esto no sólo habla de
la situación económica y social muy deteriorada en este país sino del hecho que
Argentina sigue siendo un símbolo de un país con posibilidades de progreso, que
es muy distinta de la percepción que tienen los argentinos de su propio
país", explica. "Nadie puede subestimar la enorme tarea pendiente en
materia de desarrollo en la Argentina, en particular en materia de pobreza y
distribución del ingreso, pero es relevante considerar que en otros lugares de
América latina y del mundo existe la percepción de que la Argentina sigue
siendo un país de posibilidades y de progreso".
-¿Cómo
describiría la situación política actual en Venezuela?
-Me resisto a hacerlo en público,
porque no me corresponde, pero considero que la situación política está bien
entendida y calificada por el gobierno argentino. El Presidente Macri ha
reclamado una y otra vez sobre la situación de los derechos humanos y la crisis
económica y social en este país. El canciller Faurie ha sido muy activo en
distintos escenarios regionales e internacionales sobre el tema. Mi rol es
menor y me enfoco en trabajar en el terreno, tratando de entender lo que está
sucediendo. Es una situación compleja porque no siempre los manuales de ciencia
política son eficientes al abordar las situaciones híbridas que muestran los
autoritarismos competitivos y hegemónicos, así como los regímenes no liberales.
Y es un desafío intelectual, porque es relativamente fácil revolear etiquetas,
pero es más difícil tratar de entender una realidad compleja y volátil como la
venezolana. Y más difícil aun es trabajar en ella.
-¿Cómo
es su tarea diplomática siendo el representante en Caracas de un gobierno que ha
tomado una posición tan dura y confrontativa de denuncia del régimen de Nicolás
Maduro?
-Es un desafío profesional muy
delicado. Mi accionar es muy limitado y tengo que estar todo el tiempo
imaginando alternativas para poder trabajar en la agenda que se me instruye.
Pero en lo personal me siento muy contento de estar representando a un gobierno
que tiene una mirada sobre los derechos humanos por fuera de las limitaciones
ideológicas y político-partidarias. Hay mucho cinismo, ironía y mordacidad
política sobre esto dentro de Argentina, pero puedo asegurar que Argentina es
vista en todo el mundo y desde hace décadas como un referente técnicamente
sólida y políticamente respetable en materia de derechos humanos.
–
¿Cómo se entiende que en un momento en que muchas delegaciones diplomáticas se
están reduciendo en Venezuela y otras han armado las valijas, usted haya
decidido ampliar y mudar la embajada a un lugar nuevo?
-Yo tengo un rol temporal y
transitorio como encargado de negocios. Pero este interinato nos abrió la
posibilidad de explorar alternativas y cambiar el modelo de negocios que
teníamos durante la época del kirchnerismo exclusivamente con el chavismo para articular
nuestra agenda con todos los sectores de la sociedad venezolana, así como
aprovechar otros renglones de la diplomacia: el comercio, la cooperación, las
inversiones, utilizando también el poder blando de la diplomacia cultural. Con
una agenda más moderna que combine nuestro interés por los derechos humanos y
la agenda del desarrollo. Para hacer eso, necesitábamos un lugar más amplio y
que nos garantizara seguridad.
-¿Qué
posibilidades concretas existen hoy de desarrollar el comercio con Venezuela?
Muchos creen que hacerlo es beneficiar al régimen de Maduro.
-Absolutamente no. La agenda del
desarrollo, la promoción del comercio exterior, el apoyo a las cadenas de valor
que hay en Argentina y el apoyo a las pymes es una estrategia indudablemente
complementaria con la protección de los derechos humanos. Si hay una pyme en
Río Cuarto que produce a precios razonables y podemos ayudar a que coloque sus
mercaderías en Venezuela, también estamos ayudando con los derechos económicos
y sociales de las venezolanos.
-El
problema viene después para cobrarle a Venezuela
-Por supuesto. El talón de
Aquiles del comercio exterior con Venezuela es la cadena de pagos, ya que los
compradores tienen problemas para acceder a las divisas. Estamos trabajando con
la Cámara Argentino-Venezolana de Comercio, la delegación local del Banco
Nación y otros mecanismos financieros y a veces podemos lograr los objetivos.
Pero partimos de un hecho fundamental: las economías argentina y venezolana son
perfectamente complementarias. Nosotros producimos cada una de las cosas que
Venezuela necesita pero además tenemos una enorme experiencia en el intercambio
de tecnología aplicada para la producción.
El Centro Comercial San Ignacio,
donde se encuentra la nueva sede la la Embajada Argentina en Caracas
El Centro Comercial San Ignacio, donde se encuentra la nueva sede la la Embajada Argentina en Caracas |
-También
durante el kirchnerismo se habló mucho de la complementariedad de ambas
economías, pero más que negocios, hubo negociados. Parece difícil que en este
momento en que no hay ninguna afinidad ideológica entre ambos gobiernos se
puedan hacer negocios entre los dos países.
-Muchos países que tienen
diferencias políticas pueden tener acuerdos comerciales. Por otra parte, se
debe tener una mirada estratégica y no meramente coyuntural: Argentina no
solamente está mirando el presente, sino el futuro de Venezuela.
-Con
respecto a una posible transición política, algunos actores de la sociedad
venezolana parecen ver a la Argentina como una suerte de espejo para encarar
una salida del populismo. ¿Usted lo percibe así?
-Sí. El fenómeno del macrismo y
de la alianza Cambiemos en general y la figura del Presidente Macri en
particular son un símbolo para Venezuela. Pero, sobre todo, el proceso de
transición en Argentina, con toda su aspereza y dificultades, demuestra que de
estas coyunturas se sale a través de las instituciones. De los escenarios de
bonapartismo o de cesarismo democrático se sale a través de los mecanismos que
la gente se da a sí misma. Y en este sentido, el ejemplo de Macri es muy
interesante. No sólo por su agenda política en particular, sino porque con su ejemplo
mostró la posibilidad de que la gente elija una alternativa distinta y de que
la salida sea institucional.
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