Por Hector Briceño, 15/09/2017
La mayoría de los venezolanos
están convencidos de que la salida a la crisis política pasa por una elección,
ya sea como punto de inicio o final de la transición.
Igualmente están convencidos de
que, independientemente de los resultados de esas hipotéticas elecciones, el
futuro del país pasa necesariamente por un diálogo entre Gobierno y oposición.
Sin embargo, cada vez que un
proceso electoral o de diálogo comienza a tomar forma, un pequeño grupo con
mucho poder comunicacional logra dividir a la opinión pública opositora en dos
bloques: prodiálogo/proelecciones y antidiálogo/antielecciones.
Por ello, en todos y cada una de
las elecciones anteriores los sectores opositores han tenido que adelantar una
desgastante y estéril batalla interna para convencer a sus naturales aliados y
seguidores sobre la idoneidad de afrontar esos desafíos.
Los líderes de la Mesa de la
Unidad Democrática (MUD) parecen no aprender del pasado. Y la historia se
repite en un loop interminable. Miopes deseosos de portadas, programas de
radio, televisión y trending topics son incapaces de pensar en las
consecuencias de sus palabras, hasta que las padecen. También el silencio
prolongado daña, porque la mayoría de las veces la información sale a la luz.
Así, el político que anuncia en
radio su disposición a participar en elecciones y el que no anuncia la
posibilidad de un diálogo con el Gobierno en una isla caribeña contribuyen en
la misma dirección. Acción u omisión, opuestos convergen en la simpleza de
olvidar que pronto, a la vuelta de la esquina, deberán dar explicaciones. Y es
una máxima comunicacional: informar exante es mucho más sencillo y efectivo que
dar explicaciones expost.
La
oposición no parece plantear agendas, sino respuestas a las agendas del
Gobierno, ya sea este el Gobierno venezolano, dominicano o francés. Solo
reacción. Nada de anticipación.
La oposición no parece plantear
agendas, sino respuestas a las agendas del Gobierno, ya sea este el Gobierno
venezolano, dominicano o francés. Solo reacción. Nada de anticipación.
En las vísperas de un nuevo
diálogo y elecciones regionales, el país se ve nuevamente postrado frente a las
mismas matrices y frente al silencio del sector opositor interesado en ambos,
mientras el Gobierno avanza blindado en ambos frentes.
Explicar claramente por qué las
elecciones de gobernadores son importantes. Explicar que si la salida es
electoral (como la gran mayoría piensa), contar con una estructura y liderazgo
político en cada estado del país sería de gran importancia. Igualmente que una
victoria electoral en este momento ayudaría a invertir la emocionalidad de este
difícil año 2017.
También es necesario explicar en
qué medida la transparencia de los resultados electorales depende de la
participación de organizaciones de observación electoral de la sociedad civil
venezolana, organizaciones internacionales, testigos y técnicos de los partidos
políticos y medios de comunicación nacionales e internacionales y no solo del
Consejo Nacional Electoral (CNE) a diferencia de lo que sucedió el 30 de julio,
lo que garantiza un mínimo de confiabilidad en los resultados.
Finalmente es imprescindible
explicar claramente que un proceso de diálogo no es una suma cero, en el que
uno pierde todo y otro gana todo. Sino que se trata de una suma positiva en la
que se recupera el país. Y que eso requiere una distribución más justa de los
sacrificios (que hasta ahora solo recaen en la empobrecida población).
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