Luis Espinosa 07 de noviembre de 2017
La
emigración es sobre todo un problema de derechos humanos, pero también debemos
analizar la perspectiva económica para entender por qué a todos nos beneficia
que vengan emigrantes al Ecuador.
Cuando
alguien pregunta qué atrae de Ecuador a los venezolanos que se ganan la vida
como pueden en las calles de Quito, igual como en las otras ciudades principales,
la respuesta casi siempre es la misma: el dólar.
Los
emigrantes que llegan a este país huyendo de la dictadura de Nicolás Maduro,
valoran mucho una moneda sana y estable, a diferencia de lo que ocurre con el
bolívar venezolano que se deprecia día a día (lo que provoca una inflación
acumulada del 250% en lo que va de este año). Una situación similar a lo que
vivió el Ecuador antes de la dolarización.
La
gran mayoría de venezolanos que llegan al Ecuador se encuentran en la franja de
20 a 30 años de edad. Ellos vienen a trabajar en lo que puedan con el objetivo
de tener un ingreso para poder enviar dinero a sus familias que se quedaron
allá.
Para
una persona que envía, por ejemplo, cien dólares a Venezuela, no debe ser fácil
mantenerse aquí con lo que resta de un sueldo de trescientos o cuatrocientos
mensuales. Tampoco va a enriquecerse quien recibe la remesa, ya que si bien los
dólares tienen un rendimiento en ese país donde el salario mínimo equivale a
veinticinco dólares, el dinero que recibe no es suficiente para alimentar a una
familia de tres personas ni para vivir mucho mejor; solo ayuda a sobrevivir.
Así de triste es la situación, y cuando algunas voces en Ecuador piden que se
deporte a los venezolanos no tienen en cuenta la tragedia humana que hay
detrás.
Quienes
se sienten incómodos por la presencia de los inmigrantes aducen que se ve
afectado el mercado laboral, sin embargo para que exista tal perjuicio tendría
que registrarse una variación significativa en el mercado de trabajo, lo que no
pasa ni de lejos. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC),
la Población Económicamente Activa (PEA) del país bordea las ocho millones de
personas, por tanto, si hubiesen 80 000 venezolanos con trabajo ni siquiera
llegarían al 1% del mercado.
Además,
no todos los venezolanos encuentran trabajo en el sector formal, igual que más
de la mitad de ecuatorianos que trabaja en el llamado ‘sector informal’, una
denominación irrespetuosa para todas estas personas que trabaja en ello, por lo
que prefiero denominarlo ‘plan B’ o ‘economía alternativa’.
Con
respecto al argumento de que los venezolanos aceptan trabajos por salarios menores
de los que se paga a los ecuatorianos, en teoría esto podría beneficiar a todos
los consumidores porque las empresas bajarían costos y vender más barato sus
productos.
En
Economía importa tanto “lo que se ve como lo que no se ve” como decía Bastiat.
Aquellos que aseguran: “hay una parte perjudicada” no miran que otra resulta
beneficiada. El núcleo de este asunto es la productividad. ¿Cómo es posible que
un extranjero recién llegado que no conoce a nadie, tampoco conoce el país ni
sus costumbres ni tiene contactos es capaz de realizar una tarea de mejor
manera que un ecuatoriano? Claramente, el problema no es el migrante sino el
rendimiento del trabajador nacional. Visto así, la llegada de los extranjeros
debería contribuir a mejorar la productividad, lo que sería bueno para la
economía ecuatoriana.
Mucho
se comenta que el envío de remesas desde Ecuador a Venezuela ha alcanzado la
cifra de $900 millones. Si es que el monto fuera real, significaría que los
venezolanos han creado mucho más que eso. Retomando el ejemplo anterior, para
que una persona pueda enviar $100 a su familia, necesariamente debió haber
generado de trescientos a cuatrocientos dólares. En este punto, la lección es
que no hay que mirar únicamente lo que ellos envían sino ponerle mayor atención
a lo que ellos generan para el Ecuador.
Los
jóvenes nacidos a finales de la década de los 90 tienen el privilegio de
integrar la generación que no vivió el drama del sucre, pues vieron la luz en
una economía dolarizada. Por eso sería muy positivo que escuchen a los
venezolanos cómo es la odisea de tener que vivir con bolívares y con una
inflación de tres dígitos; es bueno que conozcan de primera mano cómo sin una
moneda sana se destruye la economía de un país y es imposible que prospere.
La esperanza
que tienen los emigrantes venezolanos de regresar a un país democrático, libre
y próspero no se concretará inmediatamente tras una eventual salida de Maduro.
El modelo instaurado por Hugo Chávez lleva 20 años destruyendo sistemáticamente
la economía y atacando al sistema productivo; las consecuencias son a largo
plazo. Entonces el problema de la economía venezolana es Maduro y un montón de
problemas más. Ojalá caiga el tirano, hoy mejor que mañana, pero tomará
bastante tiempo recuperar la economía.
No es
casual que las oleadas de migrantes lleguen de Cuba y Venezuela, las dos
dictaduras socialistas de América Latina. Cuando un país destruye su economía
el único producto que le queda para exportar son sus ciudadanos.
Entre
los emigrantes venezolanos y cubanos hay una diferencia. Los primeros huyen de
la dictadura, intentando ser libres. En tanto, muchísimos cubanos han llegado
como parte de un espurio y repugnante acuerdo, mediante el cual su gobierno ha
cobrado por el trabajo que ellos realizan en Ecuador, en un régimen de
casi-esclavitud. Eso es inmoral… sin embargo lo han aceptado porque la
alternativa era quedarse en Cuba y cobrar menos.
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