Daniel García Marco 30 de noviembre de 2017
@danigmarco
H-I-T-A-D. Hitad. "¿Hitad?",
pregunto desconcertado. "Sí, imperativo del verbo hitar", contesta
Airan, que parece conocer todas las palabras.
Jugar
por primera vez al scrabble contra Airan Pérez es como querer
estrenarse en el fútbol ante Lionel Messi o iniciar un curso
de baloncesto frente a LeBron James.
Pérez,
de 42 años, ha sido dos veces campeón del mundo de scrabble en español, el
juego de mesa que consiste en armar y enlazar palabras con fichas de letras
sobre un tablero.
Es
venezolano y capitán de su país, que ha ganado siete Mundiales por equipos,
cinco de ellos de forma consecutiva. Venezuela no sólo es superpotencia en
inflación, sino también en el scrabble en español.
Junto
a Venezuela, los otros países más fuertes son España y Argentina. Un escalón
por debajo están México, Colombia y Uruguay.
¿Pero
qué hace a Venezuela una potencia? "Somos unos fanáticos, no respiramos
sin el scrabble y somos muy organizados", me cuenta Violeta, una de las
pioneras del juego en Venezuela.
"Somos
bien organizados", recalca Pérez la clave que está en boca de todos. La
disputa de torneos locales ha ayudado a adquirir destreza. "La mayor
competencia te lleva a estudiar y practicar para aprender", me dice Rosario
Suárez, presidenta de la Asociación Venezolana de Scrabble (AVS).
En un
país en el que la crisis económica lo marca todo, es inevitable pensar en lo
positivo que pueden llegar a ser esos principios de competencia, método,
organización y trabajo en equipo. No sólo para el scrabble.
Los
secretos del scrabble
Es
jueves por la tarde y Pérez, campeón del mundo individual en 2013 y 2015, y
otros miembros de la AVS buscan expandir el conocimiento del juego. Cuánta más
gente se interese, más fácil será encontrar nuevos talentos que sigan
alimentando las vitrinas con trofeos.
Y
dónde mejor que buscarlos en los pasillos de la Facultad de Humanidades de la
Universidad Central de Venezuela, en Caracas, entre los muchachos y muchachas
de letras, sorprendidos con términos como hitar (señalar con
hitos los linderos de una propiedad), verrojazo (golpe que da
el jabalí con las verrojas, los colmillos) o burril (excremento
seco del ganado).
"¿Eso
existe?", es la pregunta más repetida para los primeros que nos sentamos
ante un tablero. Los jugadores expertos cuentan en sus celulares con una
aplicación, Lexicon de Scrabble, que resuelve dudas y deja
perplejos a los que descubrimos nuevos vocablos.
¿Qué
significan? Eso no importa en el scrabble. "No es necesario saber el
significado, pero a veces ayuda saberlo como regla nemotécnica", dice
Pérez.
Para
jugar y ganar al scrabble no sólo se requiere un vasto léxico, sino sobre todo
estrategia y cálculo. De Pérez sorprende tanto su capacidad de encontrar
palabras como su rapidez para hacer la cuenta de la puntuación.
En el
scrabble cada letra que forma palabra sobre el tablero tiene una puntuación. La
Z es la mayor con 10 puntos, aunque la Q es la más difícil de colocar. Hay
casillas que multiplican el valor de letras y de vocablos.
Tan
importante es sumar como evitar que sume el otro.
"Una
persona con menos vocabulario pero mejor estrategia puede ganar", dice
Pérez, que estudió Odontología y trabaja como administrador de sistemas.
Suárez,
presidenta de la AVS y profesora de castellano, me cuenta que los mejores
jugadores no suelen venir del mundo de las letras "sino del área de los
números".
El
desafortunado "mueble"
Pérez
tiene muchas palabras en la cabeza. De su primera final, perdida en 2008, aún
recuerda el término "coetáneo" (contemporáneo), raro porque contiene
muchas vocales y pocas consonantes.
Cuando
decidió dedicarse en serio y competir, empezó a leer el diccionario. Reservó
con método para ello una hora al día. A los tres meses lo había terminado.
Luego hizo listas de palabras. Escribió una completa de verbos. Saberlos
conjugar es una gran fuente de puntos.
Durante
su estancia en México aprendió vocablos de gran valor, como yaxché, palabra
de origen maya que significa ceiba o árbol.
Algunas
palabras también le provocan pesadillas. "Mueble" es la que le
persigue tras el último Mundial. "Si hubiera puesto 'amuele', mi rival no
me habría superado", dice sobre una partida en la que perdió por un solo
punto.
El
scrabble es una disciplina amateur. El costo de trasladarse a un campeonato del
mundo corre mayoritariamente a cargo de los jugadores. "Este año el
Mundial me dejó una enorme deuda", me cuenta Pérez.
Con
ayuda de una amiga que vive en Suecia se financió el viaje a Paraguay.
Unos US$1.400 gastó en billete de avión, hotel y comida.
Ese
punto de diferencia, esa derrota, poner "mueble" en lugar de
"amuele" (del verbo amolar, sacar punta), le hizo bajar de la tercera
a la octava plaza. En términos económicos le costó US$600.
"Fue
un error infantil, no sé qué me pasó, quizás el pensar que tenía que ganar sí o
sí", reflexiona sobre la presión de tener en la cabeza lo económico y no
sólo las letras.
"Quizás
el año que viene no viaje", advierte el bicampeón. La palabra crisis,
presente en cada rincón de Venezuela, también aparece en el tablero
del scrabble.
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