Yedzenia Gainza 22 de diciembre de 2017
Decían
que en el futuro no sería necesario utilizar papel moneda, que todas las
transacciones serían electrónicas y el metálico quedaría sólo como tesoro de
coleccionistas. En algunos de los países del primer mundo podemos ver que todo
se paga como por arte de magia y la mayoría de las transacciones ya ni siquiera
requieren el pin de la tarjeta de turno: con apenas acercarla a un dispositivo
electrónico ya la operación está hecha.
Cuando
en uno de los países más ricos del mundo no hay efectivo, cualquiera podría
pensar que el petróleo ha traído el futuro, pero no, esto no es producto del
oro negro sino de la estrategia de un gobierno que cada vez acorrala más a los
venezolanos. En el país en el que antes un “no hay billete” se usaba para
explicar el motivo por el que aún se manejaba el mismo carro en un lustro,
ahora el “no hay billete” es literal. No hay dinero en efectivo, en los cajeros
automáticos se pueden retirar diez mil bolívares (lo que cuesta una Coca-Cola
pequeña) y por taquilla, treinta mil. De modo que muchos comercios se ven
obligados a trabajar con puntos de venta de un sistema bancario cada vez más
ineficiente, un sistema de comunicaciones del siglo pasado y, muchas veces,
inexistente por falta de electricidad. Y si un comercio no tiene el anhelado
dispositivo para poder cobrar, depende de Internet para recibir transferencias
o de la “generosidad” de un comercio vecino que le permita utilizar el suyo a
cambio de una “conveniente” comisión por cada operación. Pero esto no es todo,
como en las ofertas de la teletienda, hay más y usted se sorprenderá: los
billetes están a la venta.
Una
mujer se dirige a un lugar en el que pasa su tarjeta de débito por un millón de
bolívares (el equivalente a cinco salarios mínimos y que alcanza para cinco
cartones huevos o dos kilos de manzana), compra billetes pagando 35% de
comisión, la más baja de toda la zona, pues algunos según la urgencia del cliente
se aprovechan y piden hasta el 43% sobre la cantidad registrada en el
aparato. A eso hay que sumarle que los
billetes de más baja denominación emitidos por el Banco Central de Venezuela
antes de la última devaluación, ya no son admitidos en la mayoría de los
comercios y hasta los que vigilan automóviles en la calle ponen mala cara si
alguien se los ofrece para pagar la propina obligatoria por haber hecho algo
que nadie les pidió.
En el
mundo al revés llamado Venezuela se compran billetes, aunque para la mayoría
del país no hay billete.
Tomado
de: http://yedzeniagainza.com/dia3/
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