Giuseppe Platania 29 de diciembre de 2017
La
juguetería lleva 14 años repartiendo los juguetes “de toda la vida”, esos que
buscan la integración, el trabajo en equipo y la creatividad.
Un
joven abre la puerta de madera. Una campanilla suena y el tiempo parece
retroceder. En el interior de Kamchatka las estanterías están repletas de
juguetes tradicionales, esos que se hacían tallando la madera, cociendo las
telas y colocando rellenos de algodón. Es un espacio dedicado a la infancia de
antaño, cuando en las manos de los más pequeños había peonzas en lugar de
mandos de videoconsola. Un espacio mágico que nació hace 14 años en Madrid, de
la mano de una psicóloga y un músico venezolanos, quienes querían “un negocio
que compartiera nuestros valores”.
El
entrañable proyecto surgió inesperadamente. Nathalie Rodríguez y Raimundo
Nievespensaban que su estancia en Madrid sería pasajera. “Teníamos previsto
permanecer hasta que Nathalie terminase su doctorado en Psicología”,
afirman a IberoEconomía. Sin embargo, la llegada de su primer
hijo, Sebastián, hizo que decidieran emprender en el sector de los
juguetes, llevándoles a convertirse en los socios fundadores de Kamchatka o,
como ellos prefieren ser llamados, en sus ‘duendes’.
Con
una inversión inicial de unos 15.000 euros, el matrimonio tuvo su
primera tienda en el norte de Madrid, pero “siempre tuvimos el
deseo de estar en un barrio histórico de la ciudad”, apunta Nieves. Por esto,
después de ocho años desde su inauguración, Kamchatka da el salto al Barrio
de las Letras, donde cuenta con seis años más de trayectoria, “con un entorno
idóneo para la preservación de la cultura y de las
tradiciones”, explican.
La
juguetería se ha convertido en un espacio donde encontrar los clásicos juguetes
de Alemania y Francia, así como de Suecia, Italia, Polonia,
Hungría y Nueva Zelanda. “Son fábricas con una larga trayectoria en el
sector. Nuestros productos más ‘jóvenes’ provienen de empresas que tienen 40
años de experiencia”, apunta Nieves.
Reaprender
a jugar
“Los
niños aprenden sobre interacción social a través del juego. Si
cambiamos la forma de jugar, podremos cambiar el mundo”, afirma Rodríguez.
Según explica, “los niños que están en contacto constante con la
tecnología no adquieren todas las habilidades sociales que si se
aprenden con los juegos tradicionales, como el trabajo en equipo,
el cumplimiento de normas y el manejo de la frustración al perder”.
De ahí
que la psicóloga, licenciada por la Universidad Central de Venezuela,
considere que “los únicos países donde se están manteniendo esos valores es
donde el acceso a la tecnología es más complejo”. En el caso de España, su
esposo Raimundo recomienda seguir los pasos de Francia, donde una
juguetería con más de 120 años de trayectoria ha sido
reconocida como Patrimonio de la Cultura gala.
Kamchatka
quiere ser uno de los impulsores de este cambio. Por eso, no sólo cuentan con
los juguetes más tradicionales, sino también con aquellos que están
diseñados para niños con necesidades especiales, con alguna discapacidad
auditiva o visual, con autismo o con el síndrome de Asperger. “Hay
juegos para niños y abuelos que permiten que mientras los más jóvenes adquieren
habilidades, los mayores trabajan para conservarlas”, apunta Rodríguez.
Metas
claras
Los
‘duendes’ de Kamchatka están satisfechos con la situación
actual de su proyecto. Tanto que descartan la apertura de una nueva tienda o la
creación de una franquicia. “Nosotros trabajamos para vivir y no
vivimos para trabajar”, bromea Raimundo, quien después de cerrar la tienda
trabaja como músico sin descansar, lo que le ha permitido estar en el escenario
con artistas como Carlos Baute, Tamara, Ángela Carrasco o Buenavista
Social Club.
“Somos antifranquicias”,
reitera el matrimonio venezolano. A su entender, “es un modelo basado en el
consumo en cantidad, lo que va en contra de nuestro modelo de negocio. Lo que
nos diferencia a nosotros es la proximidad, la relación con el cliente y
la asesoría que ofrecemos en cada momento para encontrar el juguete perfecto”.
Es decir, un local cercano donde te sientas como en casa.
Con su
hoja de ruta marcada, los creadores de Kamchatka tienen claro
su próximo paso: “seguir haciendo las cosas como hasta hoy”. En pocas palabras,
ser una encantadora tienda en el corazón del Barrio de las Letras,
donde al entrar, una campanilla suena para viajar en el tiempo, convirtiendo en
niño a cualquier persona entre los 0 y los 99 años.
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