La Nación 14 de diciembre de 2017
El
corriente año se cierra con una fuerte preocupación regional: la grave
situación que atraviesa Venezuela. Ese país se encuentra a las puertas de una
crisis humanitaria inédita. Sus habitantes carecen desde hace ya tiempo de los
más necesarios insumos para atender su alimentación, su higiene y su salud. La
inflación está desbocada. Y el presidente Nicolás Maduro se muestra cada vez
más autoritario.
A la
catástrofe en la que Maduro ha sumido a Venezuela suma un atropello humanitario
y político tras otro: dice haberse impuesto en las recientes elecciones para
gobernadores e intendentes, sospechadas de todo tipo de ardides y de juegos
espurios para beneficiarse.
Además,
el presidente venezolano sigue consolidando su cada vez más íntima relación con
los militares, a varios de cuyos jefes acaba de nombrar en altos cargos, por
ejemplo en Pdvsa, la enorme empresa petrolera estatal.
En ese
escenario, Maduro se prepara para conseguir ser reelegido el año próximo. Nada
lo detiene en esa misión, incluyendo la posibilidad, ya anunciada, de impedir
arbitrariamente a la oposición participar de esos comicios.
El
pueblo venezolano ha sido y sigue siendo testigo de las más fraudulentas
estrategias electorales de las que tenga memoria. Por su parte, la oposición
pierde peso en Venezuela: está fracturada y, desde hace ya mucho tiempo, no
consigue unificarse, lo cual alienta las prácticas totalitarias del actual jefe
de Estado. Lamentablemente, ese estado de cosas no permite vislumbrar que ocurra
algún cambio en lo inmediato.
Maduro
juega de manera arbitraria y tramposa, violando las normas que rigen los
procesos electorales. Y ha ido mucho más allá, incluso, encarcelando a
opositores que puedan llegar a significarle una amenaza en su derrotero
dictatorial.
Es
sabida la participación que en todo esto tiene el gobierno de Cuba, a través de
sus servicios de inteligencia, que operan activamente en Venezuela, a las
órdenes del gobierno de Maduro, de quien depende hoy la supervivencia económica
de aquel país.
Además
de las vergonzosas cuestiones políticas, Venezuela enfrenta otra crisis
significativa, que afecta a su endeudamiento externo: algunas de las series de
bonos ya emitidos están en situación de incumplimiento. La moneda nacional se
evapora velozmente. En sólo un mes, ha perdido la mitad de su valor. Con la
inflación en disparada, los salarios no permiten a los trabajadores venezolanos
cubrir sus necesidades elementales. Pero, aunque pudieran, es tal la escasez de
alimentos, medicamentos y productos de todo tipo que tampoco estarían en
condiciones de adquirirlos. El mínimo salario mensual no llega a cinco dólares.
Si los
venezolanos no derrotan electoralmente a Maduro en los comicios nacionales que
se acercan, el futuro del país se encamina a ser el retrato vivo de Cuba: con
los niveles de vida más bajos de la región y la pérdida de libertades.
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