Gabriel Capriles 06 de enero de 2018
@gabcapriles
I. En
la familia
La
biología afirma con razón que el hombre es un ser fisiológicamente limitado. En
comparación con los demás animales, parecería que tuviera pocas probabilidades
de sobrevivir. Sin embargo, el ser humano ha construido grandes civilizaciones,
ha transformado la naturaleza... Frente a esta dualidad
inferioridad-superioridad, ¿cómo consigo que el hombre se crea capaz de
alcanzar grandes cosas?
Cuando
nacemos todos nosotros somos totalmente dependientes de nuestros padres.
Experimentamos nuestras limitaciones y poco a poco nos percatamos que
necesitamos de los demás.
El
hombre, como ser libre, podrá vivir cada vez con más independencia, pero
primero necesitará que le enseñen a andar con libertad, a confiar en sus
capacidades, a creer que él es capaz. Será un proceso de maduración en el que
el niño irá adquiriendo confianza en sí mismo y formando su personalidad.
La
primera comunidad donde el niño comienza a adquirir su “autoestima” (confianza
en sí mismo) es en la familia. Esta comunidad se caracteriza porque cada uno de
sus miembros reconocen la dignidad de las personas con las que conviven
(reconocen sus derechos), y también sienten y practican la obligación (el
deber) de contribuir a su desarrollo personal. Es un espacio donde se comienzan
a adquirir los primeros hábitos con los que el niño se irá independizando. Y
esto se hará con mayor eficacia en un espacio de confianza: donde haya
comprensión, amor, afecto y seguridad.
Crear
un ambiente de confianza en la familia es un aspecto clave para el desarrollo
del niño. Si él no se siente seguro en su hogar, acudirá a otro grupo donde él
sienta la seguridad de desarrollarse, donde perciba más posibilidades de
crecimiento.
La confianza
en la familia, originada por este espacio de afecto, primero desarrolla en el
niño una valoración subjetiva de la realidad: “si yo quiero a mi mamá yo querré
y veré como buenas las cosas que hace y me enseña”. Y, en segundo lugar, si eso
que le enseña la madre es objetivamente bueno (como suele suceder, porque
quiere su bien), el niño irá formando una valoración objetiva de la realidad
que le irá permitiendo a ir por su cuenta con más seguridad, sin cometer tantos
errores: “esto está bien no sólo porque mi mamá lo hace sino porque a mí, como
ser humano, me conviene y me hace feliz”
Enseñar
en un ambiente de confianza no es tarea fácil pues, además de comprensión, la
confianza requiere que los padres que enseñan estén muy sujetos a la
sinceridad. Por experiencia podemos decir que el niño desea que los padres les
enseñen a través del ejemplo, sin que sus acciones contradigan sus palabras. El
niño también desea afecto y comprensión, para expresarse por sí mismo, con
espontaneidad; y en el camino podrá aprender y corregir lo que le haga falta
para vivir con libertad.
Podemos
decir entonces que es en la familia donde el niño comienza a adquirir confianza
en sí mismo. Y es también donde adquiere los cimientos (la empatía, la
comprensión por el otro, la fe, el trato con Dios) para abrirse al horizonte de
su libertad, que se amplía, como ya veremos, confiando en los demás y en Dios.
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