Pedro Benítez 09 de enero de 2018
@PedroBenitezF
¿Es posible una intervención militar
internacional que cambie el Gobierno de Venezuela? ¿O debatir sobre ello desvía
la atención respecto a la crisis que está ocurriendo dentro del régimen que
encabeza Nicolás Maduro? ¿Cuál es el escenario más probable en el país
suramericano en este 2018?
En la
historia, la política y la economía, los acontecimientos transcendentales
ocurren cuando estamos ocupados en otros asuntos. Mientras ingleses, españoles,
prusianos y rusos luchaban en los campos de batalla de Europa contra Napoleón,
en Inglaterra ocurría la Revolución Industrial. Otro tanto aconteció en la primera
década del siglo XXI: cuando el ojo de la opinión pública mundial se enfocaba
en la lucha contra el terrorismo y las guerras en Afganistán e Irak, en
extensas regiones de Asia y América Latina sucedía una colosal transformación
social y económica.
Así
puede ocurrir con la reciente propuesta del prestigioso economista venezolano
Ricardo Hausmann. Ante la evidente necesidad de desplazar del poder al
presidente Nicolás Maduro por otro gobierno que reorganice la economía y pare
el sufrimiento generalizado de los venezolanos, Hausmann plantea considerar una
posible intervención militar internacional de países amigos que libere a
Venezuela, amparada en la legitimidad de la Asamblea Nacional (AN).
Esto
como alternativa ante la improbabilidad de que ocurra una transición electoral
en el país o que Maduro acepte irse pacíficamente. Tal como lo indica en la
propuesta, sería seguir el ejemplo de lo ocurrido en Panamá en 1989.
Ese es
un escenario que otros dentro y fuera de Venezuela ya han considerado, pero
dada la audiencia del académico, su planteamiento ha levantado un revuelo de
opiniones en el país.
Una propuesta improbable
No
obstante, aunque esa es una posibilidad (que no se puede descartar) hoy luce
improbable, puesto que la única potencia capaz de concretar esa opción, Estados
Unidos, está ocupada en una seguidilla de conflictos potencialmente más
peligrosos para el mundo que el venezolano.
En su
análisis, el profesor Hausmann parece pasar por alto lo que ocurre dentro del
régimen chavista y da por hecho que Maduro está reforzando su control dentro
del país cuando precisamente se puede concluir lo contrario. Hay señales que
indican que más que instaurar un gobierno totalitario según el modelo cubano,
en Venezuela está aconteciendo un proceso de disolución del poder del Estado
sobre el territorio y la población.
Es
más, que Hausmann y otros venezolanos se estén planteado la eventualidad de una
intervención militar externa es un indicativo del grado de quiebre que ha
ocurrido dentro de la sociedad venezolana, típica de las situaciones que
preceden a la guerra civil.
El
chavismo en proceso de autodestrucción
Los
dictadores son humanos y son propensos a cometer errores precisamente porque
son dictadores. Es la conclusión a la que llega el columnista de Bloomberg
View, Leonid Bershidsky, en un agudo recuento de los procesos de
democratización ocurridos en el mundo en los últimos dos siglos.
En ese
sentido, Maduro ha incurrido en casi todos los errores posibles, por lo que las
probabilidades de continuar indefinidamente en el poder las tiene en contra. Su
actitud recuerda mucho a la del libio Muamar Gadafi y la del rumano Nicolae
Ceaușescu.
Hay
tres hechos indicativos al respecto:
Durante
todos los días del mes de diciembre se produjo una serie de protestasprovocadas
por la falta de comida y de servicios como electricidad y agua que en muchos
casos fueron protagonizadas por activistas políticos vinculados al propio
chavismo. En este caso, el detonante fue promesas como “el pernil de Navidad”,
hechas antes de las elecciones municipales de principios de mes para
“incentivar” el voto de su propia base y que Maduro y sus funcionarios
incumplieron.
Esto
último es clave. El nivel de deterioro económico, de incompetencia
administrativa y corrupción son de tales grados que Maduro no puede cumplir sus
ofertas populistas más elementales. Esta es la conclusión a la que van llegando
muchos de los partidarios de base más fieles del chavismo, que reclaman
abiertamente que su gobierno les haga ofertas engañosas. Ya no hay que
repartir.
La
evidente debilidad de la oposición hace creer que el régimen de Maduro se
consolida, cuando hay evidencias que señalan lo contrario
En
ocasiones los incidentes generaron situaciones de violencia que incluyeron el
saldo fatal de una joven encinta asesinada por un funcionario de la Guardia
Nacional en los alrededores de Caracas.
No se
puede dejar pasar por alto que los activistas chavistas también comparten la
desesperación por la carestía de alimentos que padece el resto de la población,
sólo que ellos han confiado en sus contactos con el Gobierno para satisfacer
sus necesidades. Esa relación hoy está en crisis. Y no sólo en la reducida
(pero para nada despreciable) base política popular que ha respaldado a Maduro
en sus peores momentos, sino en el decisivo sector militar.
Reportes
de periodistas especializados en el área, como Sebastiana Barráez, indicaron que
Maduro no efectuó el tradicional saludo que todos los presidentes de Venezuela
hacen en algunas guarniciones militares en ocasión del fin de año. Por el
contrario, realizó un único acto cerrado con acceso limitado a los oficiales.
Incluso algunos de los uniformados manifestaron abiertamente su disconformidad
con las “promesas incumplidas” por comida el día anterior durante la práctica
previa al mencionado evento. Asimismo, fue notorio el despliegue militar y de
control de seguridad en torno al mandatario para protegerlo de las protestas
populares.
A lo
anterior súmese la purga que Maduro ha adelantado en estos mismos días contra
todo el sector vinculado al ex zar de la estatal industria petrolera venezolana
Rafael Ramírez, el segundo hombre del régimen durante la mayoría de los años de
poder del expresidente Chávez, bajo la acusación (bastante fundamentada, por
cierto) de corrupción.
Por
medio del Fiscal General designado por la Asamblea Nacional
Constituyente(ANC), Maduro ha admitido públicamente el masivo saqueo al que ha
sido sometido el país por la elite chavista durante tres lustros.
La
persecución y detención de funcionarios que han sido claves en el manejo del
sector petrolero con Chávez y con él, han hecho que otros grupos dentro del
régimen se pregunten: ¿Quién sigue a continuación? Justo cuando está por
decidirse si Maduro va o no a la
reelección presidencial.
Sin
embargo, todo este recuento nos lleva a la inevitable cuestión: ¿Cómo se las ha
arreglado entonces Maduro
para sobrevivir en condiciones en la cuales cualquier otro gobierno
latinoamericano ya se habría caído?
Hay
varias respuestas, pero una que va más allá del hecho que Venezuela no es una
democracia y de la desalmada determinación que él y su círculo más cercano han
demostrado para sostenerse en el poder reside en el apoyo militar.
Y este
es un aspecto donde la oposición venezolana ha actuado de manera errática, en
particular desde el momento mismo que ganó los dos tercios de la Asamblea
Nacional hace dos años. En vez de repetir actitudes como las de Tancredo
Neves en Brasil, Patricio Aylwin en Chile y la
del propio Rómulo Betancourt en Venezuela en 1958, la dirigencia
opositora más visible se dedicó a cultivar la desafección de las Fuerzas
Armadas de Venezuela como institución y a alejarla de su causa.
Hay
señales que indican que en Venezuela está aconteciendo un proceso de disolución
del poder del Estado sobre el territorio y la población
Cuando,
nos guste o no, es en ese grupo donde está la clave final del cambio en el
país, precisamente por la desaparición de árbitros institucionales.
Por lo
tanto, el escenario más probable en Venezuela en los próximos meses no es una
salida electoral y negociada (por la cual puja hoy la MUD), ni una “asistencia
militar internacional”. Sino una fractura dentro del régimen que eventualmente
propiciaría (allí sí) un nuevo proceso de negociación con la actual oposición
en busca de estabilidad. Tal como ocurrió en Europa Oriental luego
del retiro de las tropas soviéticas en 1989.
La
evidente debilidad de la oposición hace creer que el régimen de Maduro se está
consolidando, cuando hay evidencias que señalan lo contrario.
Una
táctica típica de las dictaduras es promover los conflictos externos para
alimentar un ambiente ficticio de asedio y reforzar así el control interno. Es
una maniobra arriesgada que en ocasiones ha salido mal, como en la invasión
a Malvinas de 1982, y en otras muy bien como en Cuba y Corea
del Norte. El más profundo motivo detrás del programa nuclear de Kim
Jong-un es precisamente ese. Hasta ahora le ha funcionado.
Dado
que la deriva caótica de Venezuela puede arrastrar a Colombia y por
allí hacer posible un escenario como el que el profesor Hausmann propone
considerar, sin embargo, no hay que perder de vista experiencias como las de
los exilios cubano y español (con Castro y Franco) que por
décadas apostaron inútilmente por intervenciones militares extranjeras que
desalojaran a los dictadores.
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