Marta Robles 19 de enero de 2018
Siempre
dije que Juan Carlos Chirinos era un cuentista incomparable. Y lo es. En todo
encuentra cuento. Y eso solo lo hace con soltura el buen cuentista, ese
escritor de relato corto al que algunos pretenden robarle méritos. Se
equivocan: los cuentos son puro arte. Ahí está Borges para demostrarlo. Y
Chirinos. Aunque, en esta ocasión no «cuentea», sino que, más bien, revisa la
realidad en un texto intimista sobre su querida Venezuela, abocada al suicidio,
como él dice, que a pocos venezolanos les gustará leer. Chirinos no dispone de
otra arma que no sea la escritura para explicar tantas cosas de su país. Y lo
hace en un libro que lleva su nombre «Venezuela» (Ed. La huerta grande). Un
ensayo de poco más de cien páginas que, como él señala, le ha costado poco tiempo:
«Lo escribí puede que en un año, pero es uno más veinte de experiencia fuera de
Venezuela y de otros tantos allí. La editora me pidió un ensayo donde explicara
a los que no son venezolanos, a los que estuvieran en España y afuera, en el
extranjero, qué está pasando en Venezuela y por qué está como está. Y yo
escribí un ensayo pensando que iba a hacerlo y luego me di cuenta de que si no
me lo explicaba primero yo a mí mismo, no podría explicárselo a nadie. Entonces
escribí un ensayo que es de afuera, pero también para adentro».
Emigrante
doliente
Da la
sensación, al leer a Chirinos, de que los emigrantes que viven mucho tiempo
lejos de su país de pronto ya no son ni de un sitio ni del otro. «Puede ser,
pero al final este libro más que de lugares habla de mí. Esto de contarme y de
contarles, no siendo sociólogo, ni politólogo, ni historiador, ni estadístico,
sino simplemente un escritor, al final es hablar de mí. Es decir, para hacer
este ensayo sobre Venezuela, en el sentido académico de la palabra, me agarré
del consejo de Montaigne, al principio de los ensayos. O sea, este libro va a
hablar de mí, pues, en el fondo, cuando hablo de Venezuela también estoy
hablando de mí porque gran parte de lo que ha pasado en la contemporaneidad
venezolana lo he vivido yo: el golpe de Estado del 92, los años 70 o el
caracazo famoso los viví en primera persona. Y lo demás lo he vivido desde
afuera, pero también como doliente, digamos».
El
dolor de una persona, según parece, que ha vivido, leído y estudiado a su país
durante muchísimos años y que habla de la «biografía de un suicidio» en el
subtítulo. «Bueno, lo de “biografía de un suicidio” es una metáfora. Es decir,
es como si Venezuela en estos últimos 100 años estuviera a punto de lograr ser
por fin una república justa e igualitaria, libre para todos, pero pasa algo y
se cae. En el fondo quizá sea el exceso de riqueza, la que siempre hemos tenido
por un lado o por otro».
Falta
de orden
Esa
riqueza que parece querer quedarse siempre alguien a quien no le corresponde,
porque donde hay dinero, siempre hay pícaros y más cuando hay una falta de
orden. «Es muy complejo. No estoy seguro de tener respuesta porque pienso que
hay muchísima gente valiosa que ha hecho cosas muy importantes, pero que no han
sido suficientes para que el país haga una especie de “clic” y termine de
llegar a un momento de desarrollo. Pero debo decir, por ejemplo, que entre 1908
y 1998, en líneas generales, Venezuela experimentó un progreso social muy
grande. Pasamos de una Venezuela rural a estar en vías de desarrollo, la clase
media creció muchísimo. Yo mismo soy producto de una familia que viene de la
clase baja y va hacia la clase media. Eso solo se puede hacer en un país donde
hay igualitarismo y oportunidades para todo el mundo, pero el Estado ha intervenido
más de lo necesario y nos hemos acostumbrado a esa idea de Papá Estado que lo
da todo».
Chirinos
me permite visualizar la situación contándome cómo en 1984, cuando él estaba en
la Universidad Central de Venezuela, el almuerzo costaba 2 bolívares, pero una
bebida isotónica, 10 y la gente hacía cola para poder almorzar una comida
completa y de buena calidad pagando dos bolívares, mientras despilfarraba diez
en una bebida isotónica.
Resulta
curioso escucharlo, es como si Venezuela fuera sincrética en todo, capaz de
unir dos doctrinas hasta a la hora de almorzar. «Venezuela es un país
profundamente sincrético, como casi todos los de América Latina. En el aspecto
religioso está clara la combinación de los españoles, de los africanos traídos
a la fuerza y del sustrato indígena. Eso genera por ejemplo a la diosa María
Lionza, que vive en la montaña de Sorte y sus cultores, que son muchísimos, van
allí a celebrar sus ritos y a llevarle sus promesas. Hasta hay una canción de
Rubén Blades dedicada a María Lionza. El que quiere saber de Venezuela tiene
que saber de María Lionza».
Una
diosa que comparte altares con el mismísimo Simón Bolivar, que no podía faltar
en el relato de Chirinos, y desde cuyo capítulo dedicado se puede empezar, como
desde cualquier otro, este libro pequeño, pero grande, en el que el escritor
analiza también las diferencias culturales y lingüísticas entre Venezuela y
España. Pero, sobre todo, se analiza a sí mismo como venezolano en nuestro
país, donde tanto notó al principio los choques interculturales que parecen
inexistentes entre dos pueblos tan unidos por el idioma. «Si uno va a China es
menor porque va preparado a que todo sea distinto, mientras que al llegar a
España piensa que va a ser idéntico y no es así. Ni siquiera todo el mundo
habla o piensa como yo».
Pregunto
a Chirinos, para acabar, por el futuro de su querida Venezuela. «Hace poco
Vargas Llosa publicó un artículo sobre Venezuela que terminaba diciendo que no
creía que la cosa fuese a acabar bien, que podía terminar en una Guerra Civil.
Mi deseo como venezolano es que eso no suceda de ninguna manera. Estoy a favor
de manifestarme, de dialogar, de que todos nos entendamos. Si te peleas con tu
marido la solución no es quemar la casa, sino llegar a un acuerdo para ver cómo
llevar la casa. Y eso nos falta en Venezuela. Hay muchísimo dolor porque hay
mucha responsabilidad política, económica e incluso crímenes que deben ser
juzgados, pero no podemos olvidar que el país es nuestro y no lo podemos
quemar. Ustedes ya vivieron esa experiencia y saben que es muy difícil de
cerrar».
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