FLORANTONIA SINGER 18 de enero de 2018
Óscar
Ortiz tiene 21 años, casi los mismos que la revolución bolivariana. En la
víspera de Navidad vivió de cerca la hiperinflación, una enfermedad que han
sufrido algunas economías en el mundo, documentada en 57 ocasiones desde el
siglo XX, y que en Venezuela venía merodeando como un fantasma desde hace un
par de años.
Las
referencias de estos episodios en América Latina, los últimos de principios de
la década de los noventa del siglo pasado, ya lucen lejanas para un veinteañero
como Ortiz. Pero en noviembre la Asamblea Nacional de Venezuela –opositora del
régimen de Nicolás Maduro- anunció que el país había entrado oficialmente en
ese complicado proceso de empobrecimiento, aunque el Banco Central de Venezuela
no ha divulgado indicadores económicos desde 2014. Los economistas consideran
que se produce hiperinflación con una subida mensual de precios mayor al 50%.
"Cuando
estaba en la cola porque el punto de venta tenía fallas, el dueño del negocio
nos dijo que el precio de las cervezas no era ese sino otro más caro y empezó a
remarcarlas. Nadie dijo nada. Había leído que en los países en los que pasó eso
los precios cambiaban en horas, pero la verdad no pensé que fuera a pasar así",
cuenta el joven estudiante universitario sobre su experiencia del 22 de
diciembre, cuando hacía fila en una licorería en Altagracia, una pequeña ciudad
en los llanos venezolanos.
La
lentitud de los puntos de pago con tarjeta -un mal generalizado en Venezuela
por la desinversión en las plataformas tecnológicas ante la restricción de
divisas- no solo le hizo perder tiempo, sino también más dinero por la
volatilidad de los precios.
En ese
momento las cervezas que quería comprar costaban 10.000 bolívares y de un
momento a otro pasaron a 13.000, un incremento de casi 30 %. Dos semanas después
de la escena, el mismo producto cuesta más de 20.000 bolívares.
El
acelerado aumento de precios ha arrasado con los bolsillos de los venezolanos.
Es tema de conversación recurrente y motivo de lamentos cada vez que se está
frente a un mostrador para pagar. Durante el último mes los venezolanos, 82 %
de los cuales vive por debajo de la línea de la pobreza, quedaron aún más
rezagados en la carrera contra la hiperinflación.
Maduro
nunca se ha referido a la hiperinflación. Sin embargo, este fin de semana su
gobierno tomó medidas que de alguna manera reconocen el problema, aunque
terminan agravando el profundo desabastecimiento que vive el país. El viernes 5
de enero ordenó a los supermercados a regresar los precios de 50 productos a lo
que marcaban el 15 de diciembre, como si se tratara de una máquina del tiempo.
El precio de un paquete de galletas María en un supermercado en Caracas, que
estaba en 60.000 bolívares, pasó a 10.000 bolívares de un momento a otro, tras
la visita de los fiscales del gobierno.
El
resultado: el sábado se reportaron enormes colas de gente que quería aprovechar
la rebatiña, algunos intentos de saqueo y disturbios y la militarización de los
establecimientos. El domingo, muchos supermercados, arrasados por las compras
masivas, no abrieron. La imposibilidad de reponer mercancía con este nuevo
control de precios vislumbra un enero mucho más complicado para los
venezolanos; de mucha mayor escasez de alimentos y en consecuencia, de más
hambre.
En
noviembre la inflación en Venezuela fue de 56,7 %, según las mediciones que
comenzó a hacer en 2017 la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, ante
la ausencia de cifras oficiales. Firmas privadas como Ecoanalítica calculan que
en diciembre el indicador llegó a 81 % y la variación anual supera el 2.700 %.
Aumentos que se hacen agua
Maduro
ha decretado 20 aumentos del salario mínimo desde que llegó al poder en 2013, 6
de ellos se aplicaron durante el último año en un intento infructuoso por
correr detrás de la veloz inflación; el más reciente, de 40 %, fue anunciado el
propio 31 de diciembre. Pero la caída del poder adquisitivo del salario mínimo
es tal que solo permite comprar 5 % de la canasta básica de bienes. Así, los
venezolanos corren con una amplia desventaja en la carrera contra la inflación.
Cuando
asumió el cargo, una de las primeras promesas de Maduro fue “pulverizar” el
dólar paralelo que indirectamente rige parte de la economía ante las
restricciones para obtener divisas, tras 14 años de controles de cambio y de
precios. Esas políticas, sin embargo, lo que han hecho es diluir bolívar y
alimentar la inflación y la escasez de productos.
Los
economistas también señalan que la enorme impresión de billetes que hizo el
Banco Central de Venezuela durante diciembre, para cubrir el déficit fiscal y
el pago de compensaciones y bonos, ha abultado la ya enorme masa monetaria y
echado más gasolina a la aguda crisis económica que vive el país sudamericano.
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