Daniel Lozano 17 de febrero de 2018
George
Peñaranda acaba de empezar la mayor aventura de su vida: recorrer los 8000
kilómetros que separan Villa del Rosario, en la frontera entre Colombia y
Venezuela, de Buenos Aires. Si todo va bien, anoche ya habría culminado la
primera etapa hasta Bogotá, tras 14 horas de viaje por tierra, y seguiría el
recorrido por las rutas colombianas para buscar la frontera con Ecuador.
Este
joven de 19 años, nacido en San Cristóbal (capital del estado fronterizo de
Táchira), sueña con empezar dentro de ocho o nueve días una nueva vida en la
Argentina, sobre todo tras recibir las buenas noticias hechas públicas anteayer
por el gobierno de Mauricio Macri. "Solo puedo decir gracias a la
Argentina, es una gran ayuda para nosotros, los venezolanos, muy chévere",
reseña el antiguo ferretero, que contó con la ayuda de su tía, especialista en
embellecer pestañas y uñas, que ya vive en la capital porteña. De hecho, ya
tiene una primera cita en marzo para obtener su documentación.
"Mi
tía, que ya lleva siete meses allá, me dice que es un país bueno, interesante y
muy lindo, con la calidad de vida que no tengo aquí. Que hay muchísimo trabajo,
que venden muchas cosas. Además, yo soy de Boca y de Carlos Tevez. Bueno,
después del Real Madrid, mi equipo, claro está", bromea el joven, mientras
pregunta si es verdad que en la Argentina se vive el fútbol con tanta pasión.
Tardará muy poco en confirmarlo.
¿Y qué
piensa del gobierno del presidente Nicolás Maduro? Peñaranda tuerce el gesto.
Su abuelo cree que una invasión puede acabar con la pesadilla. "Que se
vayan todos y no vuelvan jamás", sentencia el joven. "Venezuela se
convirtió en un problema para medio mundo", añade.
Despedida
La
familia acudió ayer en pleno a despedir a Peñaranda en la línea de ómnibus
situada a 200 metros del Puente Simón Bolívar. Estaban su madre, sus abuelos,
su tía y su pequeña hermana. No tuvieron que esperar muchas horas para el
cruce, como otros viajeros que llevan incluso días.
La
Cruz Roja, Naciones Unidas y el gobierno colombiano habilitaron una vieja
escuela para dar cobijo a las familias que viajan hacia el sur. Allí pueden
dormir, comer y ducharse. Los mismos organismos ya preparan otro albergue con
capacidad para 2000 personas.
El
vehículo va lleno. La mayoría de los migrantes va con destino a Bogotá y a
Ecuador; una pequeña parte, a Lima, y solo dos o tres hasta Chile y la
Argentina. Eso sí, varios de los viajeros confiesan que el objetivo es llegar
al Cono Sur por etapas, porque los 360 dólares a Santiago y los 490 dólares a
Buenos Aires son inaccesibles para sus bolsillos, salvo que cuenten con ayuda
exterior, como en el caso de Peñaranda.
El
conductor imparte las instrucciones necesarias para una buena convivencia,
contra los mareos, incluso con Wi-Fi "solo para celulares". Una
docena de ómnibus saldrán desde esta misma estación, una de las cinco
instaladas en las cercanías de Cúcuta, siempre rebosantes de gente. Las valijas
y los bultos llenan las bodegas de los vehículos. Todo está preparado, comienza
la gran aventura...
Llega
la despedida, las lágrimas, los besos, los consejos y los abrazos. Y la
esperanza.
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