FRANCESCO MANETTO 15 de febrero de 2018
La
grave crisis institucional y económica que atraviesa Venezuela y la deriva del
régimen de Nicolás Maduro han entrado de lleno en la campaña electoral de
Colombia, que celebra comicios legislativos el 11 de marzo y elegirá al sucesor
de Juan Manuel Santos el 27 de mayo. La emergencia migratoria, la sombra del
castrochavismo y las tensiones entre los dos Gobiernos se han convertido en uno
de los ejes de la batalla política. El chavismo convocó presidenciales para el
22 abril. Ese proceso y sus posibles consecuencias ya están repercutiendo
también en el país vecino.
Colombia
lleva un año instalada en una precampaña vertebrada por las cuestiones que más
afectan al país andino: la aplicación de los acuerdos con las FARC, la
seguridad y el conflicto con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la
corrupción, la economía o la política antidroga. La situación de Venezuela
siempre ha sobrevolado la conversación pública, pero desde hace semanas esa
preocupación es uno de los ejes centrales de la agenda electoral.
El
éxodo de venezolanos a Colombia, uno de los efectos de la huida hacia delante
del Gobierno de Maduro, ha crecido exponencialmente. En 2017, decenas de miles
de personas cruzaron diariamente los principales puestos fronterizos a lo largo
de unos 2.200 kilómetros. Las autoridades calculan que llegaron para quedarse
alrededor de 550.000 y estiman que antes de julio podrían alcanzar el millón.
Esta diáspora ha hecho saltar las alarmas del Ejecutivo de Santos, que la
semana pasada anunció un aumento de los controles y la construcción de un
centro de atención al migrante con la ayuda de la ONU.
La
llegada masiva de venezolanos tiene un impacto en los servicios públicos y en
la calidad del empleo, no solo en los municipios de la frontera, sino en todo
el país, asegura el Gobierno. Esta circunstancia, a la que Colombia no está
acostumbrada, se ha convertido en uno de los temas de la campaña. Lo mismo
sucede con las causas de esa fuga: la nefasta gestión del chavismo, la
represión o la convocatoria de unas elecciones presidenciales sin garantías
democráticas suficientes.
Germán
Vargas Lleras, exvicepresidente de Santos y ahora uno de los candidatos con más
posibilidades, según las encuestas, pidió al mandatario no reconocer el
resultado de los comicios del 22 de abril y que invalide los votos de las
presidenciales colombianas emitidos en Venezuela. Este ya había dejado claro
que se trata de una cita sin validez. “En esas condiciones será imposible para
Colombia, y pienso que para muchos países democráticos como los del Grupo de
Lima, reconocer cualquier resultado”, dijo Santos la semana pasada tras
reunirse con el secretario de Estado de EE UU, Rex Tillerson.
No
obstante, la crisis de Venezuela sirvió a este candidato para atacar a tres de
sus adversarios. Especialmente, al exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, pero
también el exregidor de Medellín Sergio Fajardo y el antiguo negociador con las
FARC, Humberto de la Calle. Vargas Lleras, político conservador, es junto con
Iván Duque, del Centro Democrático de Álvaro Uribe, quien más agita el fantasma
del régimen chavista. Pero la comparación de los aspirantes más comprometidos
con el proceso de paz choca con la historia política de cada uno. Solo Petro,
disparado en la mayoría de las encuestas y protegido por un ejército de fieles
seguidores en las redes sociales, manifestó abiertamente en el pasado simpatías
por el modelo chavista. Fajardo señaló en una reciente entrevista con EL PAÍS
que “Colombia debe reconocer que estamos frente a una dictadura del siglo XX” y
De la Calle ha declarado en repetidas ocasiones ser un firme defensor de la
democracia liberal frente al populismo.
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