Manuel Ignacio Gómez Lecaro 20 de febrero de 2018
Finalmente,
casi todos los gobiernos de la región se han parado firmes ante el gobierno
criminal disfrazado de democracia en Venezuela. Perú, Chile, Colombia, Brasil,
Argentina, Paraguay, México, Costa Rica, Panamá; en fin, el barrio entero está
unido para denunciar los abusos de Nicolás Maduro.
Nosotros
no. Somos el vecino cómplice. Ecuador no se mete en temas “internos” de otros
países. Un gobierno responsable de múltiples asesinatos, miles de exiliados,
presos políticos, hiperinflación, enfermos sin medicinas, escasez de alimentos,
abusos políticos y una corrupción escandalosa, no merece nuestra condena. Solo
en los últimos tres meses habrían venido a Ecuador unos doscientos mil
venezolanos que huyen de su país. Y nosotros, calladitos.
Con su
silencio cómplice, Lenín Moreno aprueba los abusos de Maduro. Cada día que pasa
sin decir nada nos está demostrando que su corazón socialista está por encima
de elementales principios democráticos. La mayoría de asambleístas socialistas,
los correístas y los morenistas, son iguales. Ellos se unieron al silencio
cómplice bloqueando la propuesta de resolución de solidaridad con Venezuela.
Entre socialistas se protegen.
Moreno
ha lanzado alguna tibia declaración para criticar a Maduro. Alguna vez lamentó
“la cantidad de presos políticos” en Venezuela. Pero en lo de fondo ha
continuado la política cómplice de su antecesor, ese para quien la violencia en
Venezuela nunca venía del Gobierno sino de la “derecha fascista”.
¿Qué
tiene que hacer Maduro para que nuestros socialistas del siglo XXI denuncien
sus abusos? ¿Disparar contra su gente? ¿Meter presos a todos los políticos de
oposición? Maduro es un dictador, un criminal que debería estar preso. Pero
para nuestros socialistas correístas-morenistas es un amigo incómodo de quien
mejor no opinamos.
En el
encuentro de los cancilleres y representantes de 14 Estados reunidos en el
Grupo de Lima, la canciller peruana indicó que la presencia de Maduro “no será
bienvenida” en la VIII Cumbre de las Américas del próximo 13 y 14 de abril.
Hace años, desde la época de Chávez, debieron excluirlos de foros internacionales
y denunciar sus abusos. En demasiadas fotos sonrientes, con manos estrechadas,
han aparecido Chávez y luego Maduro. Demasiada hipocresía en tantas sonrisas.
Ahora, finalmente, a medida que los gobiernos de la región se van librando de
tanta idiotez socialista, dictadores como Maduro ya no podrán seguir jugando a
demócratas.
Lenín
nos ha sorprendido ya algunas veces en su corto tiempo en el poder. ¿Será que
finalmente toma la postura sensata, coherente y ética de condenar frontalmente
los abusos de Maduro y unirse para rechazar su presencia en la Cumbre de las
Américas? De nuestra canciller poco se puede esperar. Su fanatismo socialista
le impide aceptar la realidad venezolana. Lenín debería empezar por cambiarla.
Y luego dar el paso que se espera de un demócrata: dejar de ser cómplice de las
violaciones a los derechos humanos en Venezuela y decir las cosas por su
nombre.
Hasta
que eso no suceda hablar de correísmo y morenismo será hablar del mismo
fracasado socialismo. Ese que lleva alabando por más de medio siglo la
dictadura cubana y que ahora calla ante los atropellos de la dictadura
venezolana. Ese que aparentemente nos sigue gobernando.
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