Carlos Zapata 13 de marzo de 2018
Venezuela,
no sé si estoy aquí o sueño!, pero tengo internet, electricidad, agua y hasta
funcionan los puntos de venta electrónicos. ¡No me lo puedo creer! Con dinero
en efectivo, la dicha sería completa… Y si el ladrón me devolviera el teléfono
celular que me robó, pues ni hablar: ¡como en primer mundo!
Aunque
se trata de una publicación estrictamente personal, el sarcástico post de
Omaira Labrador en Facebook generó revuelo en su círculo de amigos. Lo escribe
la directora del diario La Nación, el de mayor tiraje
y circulación en los andes venezolanos. Tiene su sede en la convulsa frontera
con Colombia, por donde decenas de miles huyen a diario hacia la vecina nación
cafetera.
El
desahogo de la periodista coincide con el de sus colegas y los muchos que viven
en Venezuela, quienes cansados de la sistemática violación de sus derechos
humanos, vuelcan en esa y otras redes sociales su descontento.
“Sin
luz por más de 10 horas, sin agua en varios municipios; sin internet, que
presenta fallas en todo el estado, y sin gasolina (en una nación que antes del
chavismo era potencia petrolera). Conclusión: vivimos en una “¡Revolución de
mierda!)”, escribe Gustavo Azocar, asesor comunicacional y periodista, oriundo
de la región andina.
Arráiz,
también comunicadora, exclama desde la frontera: “26 horas sin Internet
[ABA de Cantv (la estatal de telefonía y servicios de navegación en
Venezuela)], dos horas y media sin luz y hay racionamiento de agua. Así se vive
en la ‘revolución chavista’…”
Las
recientes publicaciones de Aleteia, con base en reportes
propios, informes criollos –como el de IPYS Venezuela- y evaluaciones
internacionales confirman que el bloqueo y desplome del 20% en la velocidad de
conexión a internet –así como la temporal anulación del servicio- en el
país, no es casual bajo el gobierno de Nicolás Maduro.
Resultado
de la negligencia oficial, producto de sabotaje, o una mezcla de ambos, lo
cierto es que nadie responde por los prolongados apagones informativos,
comunicacionales y eléctricos que reportan no sólo daños materiales y
cuantiosas pérdidas económicas, sino que también cobran la vida de
neonatos en centros hospitalarios por falta de plantas eléctricas.
Al
apagón de luz se le suma el informativo, en un país donde tampoco es posible
trasladarse. En el caso del “blackout” telefónico, a la empresa oficial le tomó
más de 12 horas publicar que una “incidencia técnica” fue culpable de lo
ocurrido. La misma firma admitió en posteriores trinos ser incapaz de mantener
comunicadas a varias comunidades del país, lo que atribuyó a los “hurtos de
cableado” y “material estratégico”.
Sus
excusas son similares a las de la empresa eléctrica y la hidrológica. Coinciden
con los ya comunes argumentos del Sistema Metro de Caracas:
la red de trenes que moviliza (literalmente de gratis) a incontable volumen de
personas en la capital venezolana. Actualmente, el alguna vez moderno y bien cuidado
servicio permanece más tiempo detenido que en funcionamiento.
Desde
bombas lacrimógenas y la aparición de maletines sospechosos que obligan el
cierre de estaciones, hasta un “plan especial de control” llevado a cabo por la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) fueron anunciados por el mismísimo
Nicolás Maduro al denunciar la existencia de “planes terroristas” que mantienen
colapsados (con evidente éxito) todos los servicios.
A los
afectados derechos humanos -comenzando por la salud y la vida- se le suma la
falta de agua potable. El caso de Zulia es particularmente lamentable: la
región petrolera, incapaz actualmente de controlar siquiera la limpieza básica
de sus calles, atribuye las fallas de fluido hídrico a los problemas de
“voltaje” eléctrico que dañan sus plantas.
Estratégica
para el país sudamericano, es también la región que presenta el más
alto índice de desnutrición infantil, con una tasa que se acerca peligrosamente
al 20% en niños menores de 2 años de edad, según la proyección que deriva
de cifras de Cáritas, la institución social de la Iglesia Católica.
Visita
del presidente de EEUU
En
este marco llega el presidente de Estados Unidos a Colombia, el principal
destino -final y de tránsito- de los venezolanos que huyen del legado de Hugo
Chávez.
Al
anunciar su visita a la Cumbre de Las Américas, en Lima, donde
Maduro no es bienvenido, el mandatario conversó por teléfono con el presidente
de Perú, a quien le recordó “la necesidad de que los países de la
región trabajen juntos para devolver la democracia al gran pueblo
de Venezuela”.
Señaló
la Casa Blanca que Trump se reunirá con su homólogo colombiano Juan Manuel
Santos, luego de que este domingo su población acudiera a elecciones para
definir la nueva composición del Congreso de la República, integrado por 108
senadores y 172 parlamentarios.
Con
este panorama de fondo se pronunció el director ejecutivo del Programa Mundial
de Alimentos (PMA), David Beasley, quien dijo que la Organización de Naciones
Unidas (ONU) se propone diseñar un plan para ayudar a Colombia a
enfrentar la llegada de miles de venezolanos que huyen de la “catástrofe” de su
país.
Desde
Panamá, adelantó que apelarán a Estados Unidos, Suecia, Canadá, la Unión
Europea y Corea del Sur para lograr la ayuda que la Iglesia Católica pide, la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos exige y la ONU por distintos medios
intenta hacer llegar.
Sin
duda, se esperan días movidos, tras un clamor de madres a Dios para que les
salve sus hijos. De momento, las plegarias prometen la articulación de un
esfuerzo internacional sin precedentes para garantizar el quinto
mandamiento: ‘¡No matarás!’, que tanto suplican dentro y fuera de
su hogar millones de venezolanos.
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