David González 01 de marzo de 2018
La
crisis humanitaria de la diáspora venezolana se vive en el punto norte de La
Guajira en su mayor dimensión. Por lo menos medio millón de venezolanos han
llegado a Colombia en los últimos meses.
En un
punto desértico al norte de Colombia, llegan miles de venezolanos cada día. Un
centenar de venezolanos con sus maletas llenas esperan fuera de la oficina de
migración de Paraguachon. Una de ellas es Yeraldine Murillo de 27 años. Dejó a
su hijo de seis años de edad en Maracaibo, al otro lado de la frontera.
“Se
trata de emigrar e intentarlo o morir de hambre en Venezuela”, afirma sentada
sobre las pocas pertenencias que pudo traer consigo.
Más de
medio millón de venezolanos han llegado a Colombia, la mayoría ilegal, con la
esperanza de escapar de la pobreza extrema. En su país, la violencia, la falta
de alimentos y medicamentos ha hecho muy difícil la vida.
Luis
Murillo era mecánico en su país, viajó con sus dos hijos menores. “Allá, la
gente come de la basura.” Espera encontrar trabajo en Bogotá. El éxodo de
venezolanos no merma, un funcionario de migración de Colombia dice que hasta
2.000 venezolanos ingresan por Paraguachón cada día.
Los
cambiadores de dinero se sientan en mesas llenas de bolívares. La
hiperinflación del gobierno socialista del presidente Nicolás Maduro ha
convertido esos billetes en objetos sin valor y algunos artesanos los usan como
materia prima para hacer bolsos y billeteras. Los venden para alimentarse.
Ante
la presión de las ciudades fronterizas superpobladas, el presidente Juan Manuel
Santos anunció un endurecimiento de los controles. Desplegó 3.000 hombres más
de sus fuerzas de seguridad. Pero nada hace prever que las medidas del gobierno
colombiano vayan a detener el flujo incesante de inmigrantes ilegales que
atraviesan la frontera entre los dos países. Una frontera de una extensión de
2.219 kilómetros de distancia.
En
Paraguachón las autoridades estiman que 4.000 personas cruzan ilegalmente cada
día. Este remoto y árido punto norte en la península de la Guajira marca el
primer frente de la peor crisis humanitaria de América Latina.
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