Sinay Cespedes Moreno 11 de abril de 2018
Con
música, cientos de personas se unieron hoy en la capital ecuatoriana para
rendir tributo a José Antonio Abreu, fundador del Sistema Nacional de Orquestas
Sinfónicas Juveniles e Infantiles de Venezuela, fallecido recientemente a los
78 años de edad.
Acordes
de instrumentos de viento y cuerda, que parecían salidos de ángeles inundaron
la Parroquia La Dolorosa, donde la magia se apoderó del lugar como si fuera el
propio maestro Abreu quien dirigía a las orquestas en el sentido homenaje,
organizado por la embajada de Venezuela en Ecuador.
Desde
un buen joropo venezolano, interpretado por la agrupación de ese país
sudamericano D´Reojo Ensamble, al Te Deum de Marc-Antoine Charpentier, a cargo
de la Orquesta Sinfónica Infanto-Juvenil de Quito, provocaron aplausos y alguna
que otra lágrima entre los presentes, unidos por el amor a la música y respeto
a quien sacó lo mejor de muchas personas de la tierra de Simón Bolívar.
La
jornada, que llegó casi hasta la medianoche, permitió evocar la figura de
Abreu, quien dedicó su vida y obra a hacer mejores seres humanos y a
transformar en belleza lo feo de la vida de muchos, hoy en deuda eterna con el
músico.
Para
el cierre, una sorpresa bien reservada, varias interpretaciones de la Orquesta
Filarmónica del Ecuador, reunida después de seis años, bajo la batuta de su
fundador, el Maestro Patricio Aizaga.
Y qué
mejor regalo para quien cambió la vida de generaciones, que ver la
magistralidad de algunos miembros de la Filarmónica, formados por el sistema
establecido, consolidado y exitoso, de José Antonio Abreu.
Cerca
de un millón de jóvenes han pasado, hasta hoy por el sistema creado por Abreu,
cuyos pasos siguen hoy directores de renombre internacional como Gustavo
Dudamel, quien ha llevado el nombre de Venezuela a numerosas escenarios
mundiales.
Sin
dudas, Abreu se sumó con su trayectoria a la larga lista de venezolanos que
hicieron historia y aportaron, más que un grano de arena, por el bienestar de
esa población, y sobre todo, de los sectores más desposeídos.
Jóvenes
de bien, alejados de lo que pudo ser un futuro de criminalidad, drogas y otros
males, es la cosecha del Maestro, a quien Ecuador, como otros países, rindió
homenaje.
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