AFP 11 de mayo de 2018
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"Esto
es muy triste, porque volví a mi país, pero aquel también es mi país"
Escapando
de la aguda crisis en su país, miles de venezolanos han llegado a la española
Galicia, la tierra de sus antepasados o que los vio nacer décadas atrás, donde
afrontan dificultades económicas y un desapacible clima.
"Llegamos
y nos tuvieron que hospitalizar de emergencia a mí y a mi pequeño por infección
pulmonar, por el frío y la lluvia", narra a la AFP Carlos Veiga, caraqueño
de 44 años.
Hijo
de gallegos, aterrizó con su esposa y sus dos hijos en noviembre pasado en
Vigo, una ciudad costera entre verdes montañas. "Gracias a mis padres pude
optar a la nacionalidad española, que nunca pensé en utilizar", asevera.
"Un
secuestro fue la gota que derramó el vaso de agua. Gracias a Dios no me pasó
nada, estaba solo", dice en referencia al plagio de unas horas que sufrió.
Asimismo, la falta de medicinas, como vacunas para sus niños, lo impulsó a
salir, al igual que cientos de miles de venezolanos que se han marchado en los
últimos años y que entre sus destinos predilectos tienen a España.
Atraídos
por familiares que les dan una mano, miles de ellos recalan en Galicia, donde
además las autoridades incentivan el retorno de emigrantes a esta región que
vio a parte de su población huir de la pobreza hacia América Latina en el siglo
XX.
"Galicia
tiene problemas demográficos, una alta tasa de personas mayores", explica
Antonio Rodríguez Miranda, secretario gallego de migración. "Muchas
personas se fueron y ahora pueden cerrar el círculo y volver a su tierra sus
nietos o bisnietos", dice el funcionario.
En
2018, la Xunta de Galicia destinará 2,2 millones de euros en ayudas a
emigrantes retornados. Ocho de cada diez solicitudes son venezolanos.
Dos
países en el corazón
Sin
haber podido desprenderse de su empresa de construcción, al igual que otros
compatriotas a quienes la profunda crisis económica les dificulta vender bienes
para emigrar con capital, Carlos vive con un subsidio del Estado español a los
emigrantes retornados, de 428 euros al mes durante 18 meses.
Pese a
ello, dice estar en camino de recuperar "la calidad de vida que en Caracas
perdimos", con "seguridad personal, jurídica y alimentaria".
Con
2,7 millones de habitantes, en Galicia viven oficialmente 24.296 venezolanos,
aunque esa cifra es al 1 de enero de 2017 y desde entonces se han disparado las
llegadas, afirman organizaciones de venezolanos. Ya es la nacionalidad que más
inmigra en la región.
Hermosinda
Pérez salió de la población de Muros con 17 años en la década de 1950, cuando
el petróleo de Venezuela prometía prosperidad.
Seis
décadas más tarde, retornó a Galicia con el corazón dividido, obligada ante la
falta de oxígeno para tratar el enfisema pulmonar de su marido en Venezuela.
"Esto
es muy triste, porque volví a mi país, pero aquel también es mi país",
dice apesadumbrada en el salón del apartamento de dos habitaciones que comparte
con su hija de 43 años, su yerno de 46 y sus dos nietas de 8 y 6 años en el
centro de Vigo.
"Nunca
pensé en volver. Yo estaba bien allá, lo tengo todo allá, casa, mi apartamento
de playa, tengo mi vida", dice la mujer de 80 años, a quien le cuesta la
adaptación.
"No
me puedo quedar encerrada, aunque haga frío. Me voy poniendo capas y
capas" de ropa, dice sobre el clima de Galicia esta mujer acostumbrada a
la templada Caracas.
Sin
recibir la pensión venezolana -el país no las paga en el extranjero desde hace
dos años-, Hermosinda se apoya en su hija, quien invirtió junto a su esposo sus
ahorros en una pequeña tienda de cigarrillos en Vigo.
Vivir
tranquilos
Para
brindar asesoramiento, la Xunta abrió junto a la Federación de Venezolanos en
Galicia (Fevega) tres oficinas que reciben unas 250 consultas al mes.
"La
mayoría de personas llaman primero desde Venezuela para saber qué papeles
tienen que traer", y una vez en Galicia "quieren que los orientes
laboralmente, y esa es la parte más difícil, porque no hay mucho trabajo",
reconoce María Fernanda Ruiz, responsable de la oficina de Vigo.
Los
que consiguen empleo, lo hacen en restaurantes, fábricas, call centers o en
casas particulares para limpieza. Un venezolano "tarda unos dos años"
en estar integrado, agrega Ruiz.
Pero
pase a las dificultades el cambio vale la pena, asevera Mónica Janeiro, cuya
familia, al igual que muchos entrevistados, tuvo que recurrir a vales de comida
de Cáritas y acudir a cursos de capacitación de Cruz Roja para insertarse en el
mercado laboral.
"Puedo
no tener muchas cosas, pero vivimos tranquilos y, en comparación con Venezuela,
muy bien", afirma esta madre de una niña de 13 años, quien ahora va caminando
a casa de sus amigas, algo imposible en su país natal por los altos índices de
criminalidad.
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