Joel Poblete 29 de junio de 2018
Con
obras de Wagner, Beethoven y Tchaikovsky, talentosos artistas chilenos se
unieron a colegas de algunas de las principales orquestas del mundo.
Un
verdadero privilegio ha tenido el público melómano chileno este 2018: En menos
de cuatro meses, uno de los directores de orquesta más célebres y solicitados
de la actualidad, Gustavo Dudamel, ha estado en dos oportunidades dirigiendo conciertos
en nuestro país.
En
marzo, en el Municipal de Santiago -el mismo escenario donde su batuta se lució
por primera vez en Chile, con un concierto privado en 2011- el maestro
venezolano estuvo al frente del muy esperado debut local de una de las orquestas
más prestigiosas a nivel mundial: la Filarmónica de Viena, y la noche del
jueves 28, ahora en CorpArtes, ofreció un memorable concierto, con
características muy especiales, llamado "A mi Maestro".
¿Por
qué fue tan significativo? De partida, por el contexto: cuando vino con la
Filarmónica de Viena fue en el marco de la gira sudamericana de la legendaria
agrupación y apenas estuvo de pasada por Santiago; en esta oportunidad, en
cambio, Dudamel vino exclusivamente a Chile y permaneció dos semanas en la
capital ensayando, y no con una orquesta con la que vino de visita, sino con
una especialmente conformada para la ocasión, con músicos locales de la
Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile (FOJI).
A
ellos se unieron 30 artistas invitados desde otras seis formaciones, algunas de
ellas entre las más afamadas internacionalmente, como las Filarmónicas de Los
Angeles -donde Dudamel es titular-, Berlín y Viena, la Sinfónica de Gotemburgo,
la Sinfónica Nacional Simón Bolívar -la misma a la que el maestro venezolano ha
hecho famosa y dirigido en todo el mundo, y la Nacional Juvenil de Venezuela,
además de una docena de artistas de la Orquesta Música para la Integración de
Venezolanos en Chile, integrada por inmigrantes de ese país.
La
iniciativa, fruto de una alianza entre Fundación CorpArtes y la Fundación
Gustavo Dudamel, tenía como objetivo homenajear a una figura fundamental en la
difusión de la música clásica, primero en su natal Venezuela y posteriormente a
nivel latinoamericano y mundial: José Antonio Abreu, quien falleció a los 79
años el pasado 24 de marzo, apenas un par de semanas después del concierto en
el Municipal de Santiago de Dudamel, quien siempre lo reconoció como su gran
mentor e inspiración.
Entre
los muchos méritos de Abreu destaca especialmente el haber fundado hace más de
cuatro décadas el Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles,
Infantiles y Pre-Infantiles de Venezuela, más popularmente conocido como
"el Sistema"; inspirado en la pionera labor que desarrolló el fallecido
maestro chileno Jorge Peña Hen al crear en 1964 la primera orquesta sinfónica
infantil de Chile y Latinoamérica, el venezolano inspiró a su vez la creación
de organizaciones similares en distintas naciones, en las que se educa e
instruye a talentosos niños y jóvenes que a menudo son de escasos recursos y no
provienen de las capitales de sus respectivos países, pero consiguen así
cumplir con sus sueños a través de la música.
En
Chile, guiada inicialmente por el entusiasmo y entrega del ya desaparecido maestro
Fernando Rosas, la FOJI ha sabido preservar este legado y enseñanza, y de
seguro los más de 70 jóvenes chilenos que en estos días tuvieron la posibilidad
de ensayar durante dos semanas dirigidos por Dudamel y junto a sus colegas de
otros países, y finalmente tocar la noche del jueves en el concierto, de seguro
no podrán olvidar jamás tan valiosa y trascendente experiencia.
Y si
ya todo lo que rodeaba al concierto tenía características de auténtico hito
cultural para la escena musical de nuestro país, el resultado artístico también
estuvo a la altura y superó toda expectativa.
No
siempre las fusiones orquestales que integran músicos de distintas formaciones
consiguen resultados tan energéticos e inspirados como el que se pudo apreciar
en el concierto del jueves, que no sólo pudo ser apreciado por el público
presente en CorpArtes, sino además fue transmitido en directo por Canal 13C y
además por streaming a través de una decena de distintas plataformas.
Ante
una audiencia expectante, el director venezolano -quien hace pocos días recibió
además en La Moneda la Orden al Mérito Pablo Neruda- inició la velada con
sentidas palabras dirigidas a su querido maestro: "Hoy estamos unidos aquí
porque tú nos uniste", comenzó, y al finalizar dijo "Honor y gloria
eterna a José Antonio Abreu".
Dudamel
vino por primera vez a Chile en 1995 como violinista y uno de las decenas de
jóvenes integrantes de la Sinfónica Nacional Simón Bolívar, pero ha sido su
triunfal faceta de director la que los espectadores chilenos han tenido el lujo
de poder apreciar ya en tres oportunidades: primero, los afortunados que
logramos estar en el concierto privado de 2011 donde brindó una notable e
inolvidable versión de la exigente Séptima Sinfonía de Mahler, en marzo pasado
quienes asistieron a sus interpretaciones de Brahms junto a la Filarmónica de
Viena, y ahora en esta nueva actuación, con un programa particularmente
atractivo, integrado por obras de Wagner, Beethoven y Tchaikovsky.
A sus
37 años, hace ya un buen tiempo que Dudamel demostró que es mucho más que un
fenómeno mediático, y es definitivamente un gran director. Su simpatía y
carisma en el escenario son sólo el punto de partida para una conducción de
enorme calidad, intensidad y dinamismo.Guía a la orquesta con gestos firmes,
enérgicos y precisos, sin excesos o exageraciones grandilocuentes, y en esta
oportunidad obtuvo brillantes resultados, más aún considerando que se trataba
de una agrupación formada especialmente para la ocasión, en un repertorio que
no por ser muy conocido deja de presentar exigencias. Los jóvenes músicos
respondieron muy bien, en particular las cuerdas y bronces, y la excelente
acústica de CorpArtes también fue un gran aliado.
Ya
desde la primera parte del programa, con la sutil y delicada entrega del
bellísimo y sublime preludio de la ópera "Lohengrin", de Wagner,
seguida de inmediato, sin interrupción ni esperar aplausos y en una interesante
transición, por una vibrante versión de la Séptima Sinfonía de Beethoven, los
espectadores cayeron rendidos ante el sonido fluido, rotundo y dúctil que supo
extraer a sus músicos Dudamel.
Y tal
como era esperar, luego del intermedio la Cuarta Sinfonía de Tchaikovsky, obra
escogida especialmente por el cariño que le tenía el maestro Abreu a la
partitura, desató el fervor de los presentes; sin exagerar, puede que sea una
de las versiones más electrizantes de esta partitura que se hayan ofrecido en
Chile, y si quizás en el vertiginoso movimiento final fue ineludible que
Dudamel y sus músicos se dejaran llevar por el frenesí sonoro, el resultado
final fue tan impactante que no fue de extrañar que las ovaciones fueran
particularmente entusiastas, incluso aclamando a los visiblemente contentos y
conmovidos músicos como verdaderos rockstars.
Entre
los aplausos y gritos de "bravo", a Dudamel le entregaron un ramo de
flores, y él tomó una de ellas y la dejó en el podio, haciendo el ademán de
saludar a las alturas a su querido maestro.
Un
concierto verdaderamente memorable y emotivo, y su alcance no se queda ahí,
porque este viernes habrá una segunda función, en la que la FOJI, la Fundación
CorpArtes y la Fundación Gustavo Dudamel se preocuparon especialmente de que su
público esté compuesto por niños y jóvenes músicos de orquestas invitados no
sólo de Santiago, sino además de distintas regiones del país.
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