CHILDERICO CEVALLOS 18 de junio de 2018
Acostumbrados
a una vida holgada, ahora los venezolanos soportan una severa crisis económica,
social, política, ocasionada, principalmente, por la caída del precio del
petróleo, el rubro estrella de los ingresos estatales.
Y por
la enfermiza obsesión al poder del grupo dominante que encabeza el histriónico
y nefasto Nicolás Maduro.
La
escasez de los productos de primera necesidad, la ausencia de medicinas en los
hospitales, la falta de artículos para el aseo personal y para el hogar, y la
inseguridad por el incremento de la criminalidad, ubican a Venezuela como el
país menos seguro en la región.
Sus
habitantes protagonizan un éxodo internacional, con atmósfera explosiva al
interior y grandes complicaciones en las naciones vecinas, obligadas a atender
a los miles de venezolanos que les llegan.
Los
gobiernos huéspedes empiezan a sentir los efectos de la ola de inmigrantes,
anhelando un pronto entendimiento entre Gobierno y oposición venezolanos, para
la recuperación de su estabilidad interna.
La
Organización de Estados Americanos (OEA) en su última sesión censuró al régimen
de Maduro y suspendió a Venezuela de la OEA, con la abstención de varios
países, entre ellos Ecuador, cuyo presidente, Lenín Moreno, ha planteado una
consulta popular, para que el pueblo venezolano avale o no el triunfo de este
mandatario en las últimas elecciones.
A
diario hay protestas populares, repelidas duramente, con cientos de fallecidos.
Y ensombrece más la situación las aparentemente irreconciliables diferencias
entre el Gobierno y la oposición política, que arrastran al país a un
precipicio al que caería si no se encuentra una fórmula conciliatoria.
A esto
se suma otro país en situación de convulsión social como Nicaragua, cuyo
presidente, Daniel Ortega, al igual que Maduro, maneja también dictatorialmente
a su pueblo. Es aliado al grupo de países del Alba, al que pertenecen
Venezuela, Cuba, Ecuador, entre otros pocos más.
Sobre
el particular, los ecuatorianos esperan que el presidente Moreno ponga
distancia del mismo, para marcar diferencia con la anterior administración,
según prometió.
Ortega
enfrenta una gran revuelta popular que pide su renuncia, con cerca de 200
muertos por la dura reacción policial y de grupos civiles afines al Gobierno.
Su
caso, igualmente, conmueve a la comunidad americana, existiendo la mediación de
la Iglesia que anhela lograr acuerdos que aplaquen la represión y la ira
popular.
Sin
embargo, expertos internacionales se preguntan ¿por qué la OEA no es también
dura con Nicaragua?
Son
radiografías de naciones en peligro, cuyos efectos nos advierten e ilustran
sobre la manera de cómo no administrar un país.
Ojalá
no seamos rudos y aprendamos.
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