CEV 07 de julio de 2018
PALABRAS DE MONSEÑOR JOSÉ LUIS AZUAJE
AYALA, ARZOBISPO ELECTO DE MARACAIBO Y PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL
VENEZOLANA EN LA APERTURA DE LA CX ASAMBLEA ORDINARIA PLENARIA.
Caracas
del 07 de julio de 2018
Sr.
Cardenal: Baltazar Enrique Porras Cardozo, Arzobispo de Mérida, Presidentes de
Honor de la CEV
Sres.
Hermanos Arzobispos y Obispos de Venezuela.
Rvdo.
Mons. Paul Butnaru, encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica en
Venezuela.
Rvdo.
Padre Francisco José Virtuoso, Rector de la Universidad Católica Andrés Bello
Estimados
Superiores y Superioras Mayores y Miembros de la Vida Consagrada.
Sres.
Representantes de los diversos organismos eclesiales
Miembros
de la Junta Directiva del Consejo Nacional de Laicos (CNL)
Sres.
Directiva de la Asociación venezolana de Educación (AVEC).
Sres.
Pbros. Subsecretarios de la CEV y Presbíteros invitados.
Sres.
Directores de los Departamentos del Secretariado Permanente del Episcopado
Venezolano (SPEV)
Sres.
Representantes de los Medios de Comunicación Social
Distinguidos
Invitados e invitadas.
Amigos
todos.
SALUTACIÓN.
Animados
por el Espíritu Santo y viviendo la comunión fraterna en la responsabilidad que
tenemos como obispos ante los cristianos católicos del país, abrimos la
Centésima Décima Asamblea Ordinaria Plenaria del Episcopado Venezolano en un
clima de cercanía eclesial, ferviente oración, discernimiento pastoral y
diálogo respetuoso.
Estatutariamente
nuestra Asamblea Episcopal es convocada los meses de enero donde se hace más
énfasis en la realidad social del país, y en el mes de julio donde el énfasis
va dirigido a la realidad eclesial, que no se distancia de lo social, sino que
lo incluye como telón de fondo donde todo inicia y todo concluye.
Iniciando
estas palabras quisiera enviar en nombre de esta Iglesia que peregrina en
Venezuela y de nuestra Conferencia Episcopal un saludo solidario y de cercanía
espiritual a todo el pueblo Nicaragüense y a sus Pastores, miembros de la
Conferencia Episcopal de Nicaragua, ante la situación de violencia que se ha
generado en el país a causa de las protestas cívicas por los males que sufre el
pueblo. Que el diálogo y la concertación sean el camino que los conduzca a la
paz y el bienestar integral.
1. De su plenitud todos hemos recibido
gracia tras gracia Jn 1,16.
A
pesar de la difícil realidad que se vive en el país, la Iglesia sigue su marcha
testimonial desde los distintos contextos de servicio eclesial. En los últimos
tres años ha habido una renovación del episcopado con el nombramiento de nuevos
obispos en su mayoría provenientes de servicios parroquiales, lo que implica de
por sí una experiencia en el ámbito pastoral; esto enmarca a nuestra
Conferencia Episcopal como una de las más jóvenes en la edad de sus miembros y
esto nos llena no solo de alegría, sino de responsabilidad ante los retos
presentes.
Esta
renovación no ha cesado y ha venido acompañada con la creación de la Diócesis
del Tigre y el nombramiento de su primer obispo en la persona de Mons. José
Manuel Romero, a quien le deseamos un servicio pastoral alegre y lleno de
muchos frutos evangelizadores. También el Papa Francisco ha nombrado dos nuevos
Arzobispos en la persona de Mons. Jesús González de Zárate como nuevo Arzobispo
de Cumaná y en mi persona como nuevo Arzobispo de Maracaibo. Estos nuevos
servicios nos comprometen a ser testigos de Cristo resucitado en medio de un
pueblo crucificado. Agradecemos vivamente el servicio pastoral prestado hasta
ahora en esas arquidiócesis a nuestros queridos hermanos mayores Diego Rafael
Padrón Sánchez y Ubaldo Ramón Santana Sequera. Ellos no se retiran a un mundo
tranquilo, sino que como "eméritos" tienen un puesto de servicio
diferente en nuestra Iglesia, su experiencia, su historia de vida les hace
merecedores de ser guías para las nuevas generaciones episcopales. Realmente
estamos agradecidos por su testimonio de vida y de servicio eclesial.
Nos
alegra mucho compartir el gozo de la Diócesis de Puerto Cabello al aperturar el
Año Jubilar de 25 años de servicio eclesial como Diócesis, con inmensas
experiencias pastorales y humanitarias y con proyectos futuros que la
consolidan como servidora desde su especificidad dada por estar a orillas del
mar. En esta historia pastoral han tomado el timón: Mons. Ramón Linares como
primer Obispo, Mons. Ramón Viloria como segundo obispo y nuestro hermano Saúl
Figueroa como tercer y actual Obispo, a quien saludamos y expresamos nuestra
alegría y felicitaciones, enviando un mensaje de cercanía solidaria a todo el
pueblo de Dios que peregrina en Puerto Cabello.
Desde
que se inició el 2018, hemos escuchado los avances en los Sínodos tanto de los
jóvenes como el de la amazonia. El sínodo de los jóvenes que se realizará en el
mes de octubre próximo nos pone ante el reto de volver a renovar la opción
preferencial por los jóvenes dada en la III Conferencia Episcopal
Latinoamericana en Puebla. Tenemos un país de jóvenes que se nos están yendo,
que están en salida humanitaria. Se trasladan con los riesgos que esto acarrea
en búsqueda de nuevos horizontes que esta realidad venezolana a la que se le ha
sometido, no les ofrece. Hay varios verbos propuestos en el documento
preparatorio sobre el Sínodo, verbos que nos deben accionar a una búsqueda
decidida de evangelización de los jóvenes por otros jóvenes: Reconocer,
interpretar y elegir; además, salir, ver y llamar. Tendremos una gran oportunidad
para redimensionar la pastoral juvenil en el encuentro nacional de jóvenes
(ENAJÓ) a celebrarse del dos al cuatro de agosto próximo. Momento de
evangelización, de encuentro entre los jóvenes con Cristo y con el pueblo, de
sentido eclesial y de fortalecimiento de la fe. Las Iglesias particulares del
oriente del País, teniendo como centro la Diócesis de Barcelona, se alegrarán
porque Cristo joven estará ahí presente en cada uno de los participantes. El
sínodo de los jóvenes nos da una oportunidad para volver a preguntarnos sobre
los procesos de evangelización dirigidos a los jóvenes, ahora con el componente
de la fe y discernimiento vocacional desde una acción pastoral al servicio de
ellos.
También
estamos preparando el Sínodo especial de la Amazonía. Este es un sínodo que
tiene una característica propia: es territorial y afecta directamente a 9
países de la región, pero indirectamente afecta al mundo entero, porque la
Amazonía es uno de los grandes pulmones del mundo por sus riquezas en culturas
indígenas, en biodiversidad natural y riquezas impensables en el subsuelo, en
sus ríos y su fauna. Creo que debemos mirar con mayor atención la propuesta del
Papa Francisco al querer convocar este Sínodo que no sólo tiene relación con el
Vicariato de Puerto Ayacucho, sino con toda Venezuela. Por eso tendremos en
nuestra Asamblea un espacio para iniciar esta reflexión sinodal, dirigida por
nuestro querido hermano Mons. Divassón, quien nos representa en la Red eclesial
Panamazónica (REPAM), una de las instituciones encargadas de organizar el
Sínodo.
Desde
esta perspectiva de servicio eclesial tendremos presente la conmemoración de
los 50 años de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín,
que fue inaugurada por el beato y pronto Santo, Pablo VI, en Bogotá el 24 de
agosto de 1968. Recordar a Medellín en estos momentos en que vivimos grandes
injusticias en Venezuela es motivo de esperanza. Con Medellín se inició un
proceso interesantísimo de renovación eclesial y de compromiso por los más
pobres de nuestro continente. La lectura que los obispos de ese entonces
hicieron de la realidad latinoamericana, el fervor de poner al día a la Iglesia
asumiendo el Concilio Vaticano II recién concluido el 8 de Diciembre del año
1965, y la expresión de servicio a los más pobres, cambió la historia de
nuestra Iglesia en su servicio a la humanidad latinoamericana. El pacto de las
Catacumbas asumido por varios Obispos de nuestra región, a los que posteriormente
se sumaron muchos más, fue un primer impulso para hacer de nuestra Iglesia un
espacio testimonial y de servicio a los más vulnerables. Hoy esa experiencia se
extiende al mundo entero con el Papa Francisco y su visión eclesiológica de una
Iglesia testimonial y misericordiosa, que a pesar de los riesgos de salir
manchada por servir a la humanidad, no puede detenerse ante las injusticias que
corroe la cultura y el alma de nuestros pueblos. Como Episcopado nos hemos
propuesto hacer una reflexión recordatoria e inspiradora de Medellín en el mes
de Octubre, después del Sínodo de los jóvenes.
Un
gran acontecimiento hemos celebrado en nuestro país con la Beatificación de la
Madre Carmen Rendiles, fundadora de las hermanas Siervas de Jesús. Es la
tercera mujer nacida en nuestra tierra venezolana, que con una experiencia de
Dios y en respuesta a su llamada, hizo de su vida una ofrenda convirtiéndose en
una bendición para aquellos a quienes sirvió desde su vocación religiosa. Fue
una mujer valiente y decidida, y así un referente para todos los bautizados, en
especial para la mujer venezolana que día a día trabaja, cuida sus hijos y
sufre por su familia. Hoy ante tantas carencias en nuestro pueblo, se
multiplican las Carmen Rendiles en nuestras comunidades, servir a un pueblo
pobre es la consigna. Ya las comunidades religiosas lo hacen desde siempre y
debemos bendecir a Dios por regalarnos el don de la vocación femenina en la
vida religiosa, su entrega, sus desvelos humanos y evangelizadores, el llegar a
donde otros no llegan, el ser fermento de santidad en nuestro país, es algo que
nos hace permanecer con esperanza. Debemos seguir orando pare ver en los
altares a otros insignes venezolanos, algunos desde el testimonio laical como
el Dr. José Gregorio Hernández. El clamor es que falta un milagro. Dios nos
escuchará.
Relacionado
con la vivencia de la santidad, el Papa Francisco nos sorprendió el 9 de abril
de este año con una nueva exhortación apostólica, Gaudete et exsultate, sobre
la llamada a la santidad en el mundo actual. Esta nueva exhortación viene a
completar una trilogía muy significativa para nosotros los cristianos
católicos: Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), calificada por él
mismo como el texto programático de su pontificado; Amoris Laetitia (La alegría
del amor), una reflexión sobre el amor cristiano y sobre la teología y la moral
del matrimonio y la familia; y la Gaudete et Exsultate (Alégrense y
regocíjense) frase que remite al sermón de la montaña y a las bienaventuranzas.
Si nos fijamos hay la repetición de la palabra Gaudium (alegría, gozo, paz),
como una fuerza motivadora a lo cristiano para emprender la marcha cotidiana de
nuestras responsabilidades en el mundo. Ser personas alegres a pesar de los
problemas, que viven el gozo de la resurrección y trabajan por la paz en medio
de grandes dificultades. Esta Exhortación debe llegar a todos. En ella el Papa
Francisco recoge lo que reconoció el Concilio Vaticano II: "Todos los
fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, son llamados por el Señor,
cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es
perfecto el mismo Padre"
Me he
detenido un poco en este documento porque considero que es esencial en este
tiempo que vive el pueblo venezolano. Muchos de las personas que han llevado a
la quiebra a este país se jactan de ser cristianos católicos, de ser devotos de
no se qué santo; no podemos juzgar las intenciones de cada persona, porque cada
uno nos enfrentaremos al juicio del amor, pero si podemos aprender de la historia
que no todo el que diga "Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que cumpla la voluntad de mi Padre", y creo que el mensaje
propuesto en Juan 10,10 es fundamental: "He venido para que todos tengan
vida y vida en abundancia". Entonces seamos serios. Cuando hemos pasado
por una historia tan nefasta como la vivida entre el 19 de abril y julio del
año pasado donde fueron asesinados más de 130 personas, la mayoría jóvenes
estudiantes y que solo se recuerdan como producto de "guarimbas"; por
el amor de Dios, que falta de humanidad; eran seres humanos, eran hijos de
madres que hoy lloran su ausencia. No eran cosas que había que eliminar, que
sacar del camino. Creo que la propuesta del Papa es muy sensata cuando dice:
"Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que
crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para
llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen
sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad
de la Iglesia militante".
En
este ámbito de santidad hemos recibido la grata noticia de la Canonización del
Papa Pablo VI y de nuestro querido Mons. Oscar Arnulfo Romero. Dos hombres de
Dios que sirvieron a la Iglesia bajo condiciones adversas. El Papa Pablo VI,
quien tuvo la responsabilidad de proseguir las sesiones del Concilio Vaticano
II y la puesta en práctica de sus documentos en situaciones de cambio cultural
en el mundo, con el paso de la cristiandad a un servicio humilde, dialogante,
de la Iglesia con el mundo y en el mundo; y Mons. Romero, quien nos enseña a
darlo todo por el todo en bien del pueblo oprimido, a no callar aunque la
adversidad y las amenazas quieran silenciar la voz profética de la Iglesia.
Para estos tiempos que vivimos es importante tener referentes; estos dos santos
varones son esenciales en nuestro tiempo, además Mons. Romero es copatrono de
todas las Caritas del mundo entero, cosa que nos llena de esperanza. Igualmente
ha sido anunciada la beatificación de Mons. Enrique Angelelli, Argentino, quien
fuera asesinado por sus convicciones de fe y de compromiso social por su
pueblo.
La
situación de empobrecimiento a la que ha sido sometido nuestro pueblo
venezolano ha interpelado de manera más profunda las instancias de servicio de
nuestra Iglesia, quien ha tenido que realizar no solo un trabajo ordinario,
sino también subsidiario de instancias que le compete al estado venezolano en
materia alimentaria, educativa y de salud. Diariamente miles de personas acuden
a nuestros servicios institucionales en las parroquias, curias episcopales,
escuelas parroquiales, Caritas nacional, diocesana y parroquiales. Tantas veces
la demanda sobre pasa la oferta, porque no tenemos los recursos necesarios para
atender esta emergencia humanitaria provocada por las nefastas políticas de
empobrecimiento.
Una de
las instituciones, entre muchas otras, que está sirviendo a nuestro pueblo
empobrecido es Caritas en sus distintos niveles. Somos testigos que es una
institución que está dando respuestas a las ingentes necesidades de la
población en las áreas de alimentación y nutrición, agua, saneamiento e
higiene, fomento de capacidades comunitarias, construcción de paz, incidencia
política, evangelización de lo social, acompañamiento y fortalecimiento
institucional. Este año se han organizado más caritas parroquiales que en años
anteriores, lo que significa el valor del voluntariado católico en el área
social. Por eso, detrás del programa SAMAN para nutrición de niños y creación
de oportunidades a la familia, o detrás de una olla solidaria, o de una botica
parroquial, hay un cúmulo de experiencias significativas y de un gran valor
comunitario. La gente participa y toma decisiones, se habla de futuro, se da
esperanza y no solo cosas, se dialoga sobre el país, sobre la situación de la
comunidad, se activan mecanismos de servicios. Caritas seguirá trabajando y
sirviendo a las comunidades, nada ni nadie la detendrá porque actualmente es un
signo de cercanía, de tocar el sufrimiento. Aprovecho este momento para
agradecer a toda la red de Caritas Internationalis y de América Latina y El
Caribe, por los signos de solidaridad y cercanía que han tenido para con
nuestro pueblo; igualmente tantas Iglesias hermanas de otros países,
Conferencias Episcopales y Diócesis que se han solidarizado con nuestro pueblo
a través de nuestras instituciones. Gracias por la hermandad y por hacernos
conscientes que no estamos solos en esta lucha de llevar vida y dignidad a
nuestro pueblo.
Un
gran acontecimiento eclesial que tiene directamente que ver con nuestras
Iglesias particulares y con los miembros de nuestra Conferencia Episcopal es la
Visita Ad Limina Apostulorum que realizaremos los obispos el próximo mes de
septiembre en Roma. La visita Ad Limina tiene dos objetivos focales: venerar
los sepulcros de San Pedro y San Pablo, y tener un encuentro con el Papa
Francisco. Estas dos referencias tiene la finalidad de expresar la comunión y
unidad de la Iglesia con Jesucristo, y afirmar la responsabilidad en la custodia
del depósito de la fe y la verdad transmitida por los Apóstoles. Más
significativa es esta visita porque presentamos el trabajo de tantos agentes de
pastoral en las distintas áreas de servicio, como testimonio de la fuerza viva
que el Espíritu Santo suscita en nuestras Iglesias particulares. Pedimos al
pueblo de Dios que peregrina en Venezuela, nos acompañe con su oración. Los
Obispos aprobaremos y promulgaremos una Carta Pastoral donde especificamos todo
lo concerniente a la Visita ad Limina y el porqué de nuestro encuentro en Roma
del 4 al 17 de Septiembre próximo.
He
querido dejar de último en este recorrido eclesial la mención de nuestro plan
trienal; es el plan de la Conferencia Episcopal que será ejecutado por el
Secretariado permanente con sus departamentos. Ha sido consensuado con los
vicarios de pastoral de nuestras diócesis, las comisiones episcopales y los
directores de los departamentos; ha sido un ejercicio de discernimiento y
comunión buscando siempre el interés de nuestro pueblo y los procesos más
explícitos de evangelización. Su marco de referencia ha sido la realidad de
nuestros pueblos, sustentado por la misericordia y la centralidad en Cristo,
para testimoniar la caridad cristiana en todas las dimensiones de la vida.
Quiero agradecer vivamente a todos los que trabajaron en él.
II.-Panorama nacional.
Después
de este recorrido de algunas acciones eclesiales, permítanme expresar algunos
elementos de reflexión desde el ámbito social. Debo recordar que de esta
Asamblea Episcopal saldrá a la luz pública nuestra exhortación pastoral que
abarca elementos de la realidad nacional.
La
Iglesia es pueblo, un pueblo que es de Dios pero que se hace presente en la
realidad social, por lo que vive y padece todo lo que los hombres y mujeres de
esta querida tierra experimentan de negativo ante esta crisis globalizada. Por
tanto, la Iglesia no está aislada, sino en medio del pueblo para servir y amar
con preferencia a los que sufren y padecen, y compartir su riqueza, Jesucristo,
con todos y todas. La Iglesia no es un cuerpo extraño ni mucho menos salvadora
de situaciones contingentes, sino servidora de la vida desde el amor y la
misericordia.
Después
de unas elecciones presidenciales que ha generado más dudas que certezas, en la
actual condición del país, el pueblo se hace algunas preguntas: y ahora ¿qué
vamos a hacer?, ¿cuál es el camino a recorrer?, y hace una de las afirmaciones
más sentidas: vivimos desesperanzados ante una situación injusta que nos ahoga.
Ante esta situación recordemos las palabras del Papa San Juan Pablo II:
"Cristo parecía impotente en la cruz. Pero Dios siempre puede más"; y
el amor vence siempre, ese amor que está clavado en la Cruz, en los
crucificados que va dejando esta perversa ideología y sistema de gobierno; pero
ante esto debemos recordar que el amor vence siempre, y venció desde la cruz,
desde los crucificados, desde el no hombre, desde la nada, desde la muerte.
Como
ciudadano me pongo a pensar en las oportunidades de desarrollo que se han
perdido en el país; por un lado, ante la implantación de un modelo político,
como es el modelo totalitario y hegemónico por el que lucha una minoría, que ha
generado pobreza en el pueblo; y por otro lado, un liderazgo opositor
fragmentado, con proyectos individuales que apuntan a la toma del poder sin un
proyecto país. Ante esto, el pueblo va hablando, se va sintiendo, va alzando
cada día su voz.
Es la
otra Venezuela que va despertando poco a poco, la Venezuela de la mayoría que
se ha sentido engañada, pero que cada día se hace más consciente de su
situación y se hace más solidaria, sencilla, sin arrogancia; son personas de
nuestros pueblos, de nuestros barrios, de nuestros campos, de nuestras aldeas,
de nuestros profesionales que han sido empobrecidos y que hoy salen a las
calles a protestar por la falta de insumos y recursos para su trabajo, de nuestras
madres que madrugan para hacer las injustas colas en la adquisición de
alimentos y medicinas para sus hijos; las personas que día a día trabajan y
luchan por sus familias, por sus ideales; esa que reza en su casa por los hijos
que se les fueron, la que tantas veces se siente engañada por quienes negocian
con la política y viven peleándose una cuota de poder; por estas personas es la
apuesta de nuestra Iglesia en salida y de tantas instituciones nacionales e
internacionales. Por tanto, es un clamor despertar y reaccionar, es el momento
del encuentro como país. Debemos recordar que los cambios vienen de las
periferias.
El
Papa emérito Benedicto XVI dice: "el primer servicio que presta la fe a la
política es, pues, liberar al hombre de la irracionalidad de los mitos
políticos, que constituyen el verdadero peligro de nuestro tiempo. Ser sobrios
y realizar lo que es posible en vez de exigir con ardor lo imposible ha sido
siempre algo difícil; la voz de la razón nunca suena tan fuerte como el grito
irracional. El grito que reclama grandes hazañas tiene la vibración del
moralismo; limitarse a lo posible parece, en cambio, una renuncia a la pasión
moral, tiene el aspecto del pragmatismo de los mezquinos" (1).
¿Será
que en Venezuela solo nos hemos enfrentado a lo posible con consignas sesgadas
del "ahora sí", "ya es el momento", "es
inevitable", etc?. Parecen tópicos creados en un laboratorio y no es
mentes ilustradas. Dar esperanza no es algo instantáneo, está de por medio el testimonio
de entrega y de caminar con el pueblo, no como salvadores, sino como compañeros
de camino. Es tener la audacia de plantear alternativas viables construidas
entre todos cuyos enfoques deben ser: la dignidad de la persona humana y la
búsqueda del bien común que pasa por un sistema político ético y al servicio de
todos. Es tener también la sensatez de saber contra que o quien se lucha. Este
es el liderazgo que hay que crear y valorar.
Para
nosotros los cristianos es retador este tiempo, porque estamos llamados al
bien, a ser constructores de lo bueno, lo noble. La Carta de Pedro nos
advierte: "Pero jamás alguno de ustedes padezca por asesino o ladrón"
(1Pe 4,15). Los ciudadanos tenemos el arma democrática de la resistencia, más
aún como cristianos bajo la lógica del amor y el bien común; nos resistimos
cuando el Estado exige la negación del bien, de la justicia, cuando exige el
mal. Ahí está el cristiano para resistirse a ello y para contrarrestar esta
actitud con el bien, con lo justo desde su propia libertad. Aquí entra en juego
la fe y no tanto los cálculos políticos. El centro de interés debe estar en el
bienestar del pueblo, de la familia humana, en la promoción de la dignidad
humana y de sus derechos, haciendo énfasis en el cumplimiento de sus deberes
cuando las condiciones normales lo permitan.
Un
factor fundamental es reconstruir el liderazgo social, no solo desde las
cúpulas, sino desde las bases sociales. Esto no es algo instantáneo, sino un
empeño constructivo y de concientización que vaya permitiendo vencer pequeñas
batallas hasta lograr revertir el mal que engendra a una sociedad de
necesitados. Tantas iniciativas que caminan cada una por su lado, donde se cree
que la perfección y la razón les protegen individualmente, sin acceso a la
riqueza del otro. Venezuela no se reconstruye a pedazos, ni puede esperar
ensayar cada una de las propuestas, por lo que hay la necesidad de la unidad,
de verse las caras, de buscar puntos comunes, de dejar la arrogancia política
de la perfección.
Este
pueblo está hablando. Las miles de protestas que se suceden diariamente, aunque
no se reportan en los medios de comunicación, manifiestan el gran descontento
que existe ante el sometimiento de unas improvisaciones que enmarca el sistema
e indican la falta de racionalidad y pericia de quienes deben tomar decisiones
en materia pública. Estas protestas indican el fracaso de un modelo que a grito
y desde hace muchos años el pueblo viene denunciando. Pero cuando una mecha se
ha encendido, ya no se apaga y se va haciendo más fuerte hacia su destino
final: la liberación integral.
Muchas
Gracias.
(1).
Benedicto XVI. "Los cristianos ante los totalitarismos, en Joseph
Ratzinger. Benedicto XVI. Liberar la libertad. Fe y política en el tercer
milenio. BAC. Madrid, 2018. P. 76
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