jueves, 12 de julio de 2018

Un oasis para que los ‘chamos’ no abandonen el camino, por @lahoraecuador ‏



La Hora 11 de julio de 2018

Albergue en la Mitad del Mundo recibe a viajeros venezolanos que buscan seguir su trayecto o encontrar trabajo en Quito.

Aquí no se necesita decir la edad. Todos son ‘chamos’ y todos ayudan para que el albergue se vea cada vez mejor y pueda acoger a mucha más gente. Bajo el sol de mediodía, un grupo de ellos arranca las malas hierbas que crecieron en la vereda y en la calle por la falta de mantenimiento, pues la casa en la que se han quedado las últimas semanas estuvo abandonada por años.

“La idea es que este sea como un oasis para que puedan descansar, recuperarse y conseguir un trabajo para seguir su camino”, dice Aracelis Peñaloza, una de las líderes de la fundación ‘Chamos Venezolanos en Ecuador’ y la primera que menciona que la edad no es importante. Este es un sitio de estadía temporal, por lo que pueden quedarse de tres semanas hasta un mes.

Fue el 22 de junio de este año cuando las primeras 50 personas llegaron al albergue ubicado en la calle Shyris y calle D, sector Mitad del Mundo. Para esto, la fundación conformada por venezolanos establecidos en Ecuador llevaba algún tiempo coordinando la acción humanitaria con la fundación ecuatoriana Nuestros Jóvenes, la cual presta el espacio que antes también fue un albergue.

Desde entonces, el oasis ha recibido y despedido a varias personas, en su mayoría hombres, que antes de llegar ahí pasaron por situaciones difíciles. A muchos de ellos los contactaron en la terminal de Carcelén, donde esperaban recibir ayuda

En busca de oportunidades

Detrás del cerramiento y el cuadro del que forman parte los chamos que ayudan al mantenimiento de la fachada, el albergue está compuesto por varias casas pintadas de blanco y otras de rosado. Hay un patio central con una palmera desde el que se puede ver las montañas que rodean el sector.

En una de las construcciones está la cocina y el comedor. Desde el umbral de la puerta, el olor a arroz cociéndose llama la atención igual que las figuras, en contraluz, de dos muchachos que preparan la comida. Es arroz con zanahoria y pabellón Carolinas. Alejandro Molina Herrera aprendió a preparar ambos platillos.

Lo comenta con alegría mientras pica finamente una cebolla. Tiene 20 años y llegó al país después de 12 días de caminar sin descanso desde Cúcuta (frontera de Venezuela-Colombia). Iba con un ‘hermano’, pero él siguió hasta Perú.

“En verdad no es mi hermano, pero ves que en Venezuela a tu mejor amigo le dices así, ‘yunta’, ‘compadre’, ‘costilla’…”, afirma Molina, quien en su nación se dedicaba a la panadería y la pastelería. Su objetivo al inicio fue quedarse en Colombia; sin embargo, manifiesta que la situación allá es más difícil.

Él y Luis Guaymacuto, de 19 años, son los encargados de preparar todas la comida para quienes están en el albergue, actualmente 37. A pesar de que les gusta la cocina, esperan conseguir un trabajo fuera del albergue para poder enviar dinero a su familia que está en Venezuela.

Guaymacuto cuenta que su viaje duró 45 días porque se quedó unas semanas en Bogotá. Roldán Torrealba lo escucha atento, él también es parte de la fundación de ‘Chamos Venezolanos en Ecuador’ y está a cargo del proyecto de reparación de la casa.

Conoce lo duro que es salir de su país. Debe tener más de 50 años, pero dice que uno siempre es ‘chamo’ por su actitud y corazón. Vive en Quito siete meses con toda su familia, no descarta la posibilidad de volver a su patria.

Comenta que en la mañana y hasta las 13:00, quienes todavía no han conseguido trabajo se encargan de la reparación y la comida. Los demás llegarán por la tarde, después de sus jornadas laborales.

Por el momento, el albergue no acoge a niños, pues no hay las condiciones necesarias para atenderlos.

Ayuda para todos

Desde hace dos años, la fundación ha realizado diferentes proyectos de ayuda social para niños y adultos. En sus oficinas, ubicadas en la Av. La Gasca y Recalde, reciben donaciones de productos y coordinan con las personas que desean contratar a sus compatriotas.

Las puertas del albergue no están cerradas para nadie. David Vivas llegó a Ecuador desde su ciudad natal Cali hace dos meses y como no conseguía trabajo alguien le mencionó que en la terminal de Carcelén había colchones y que podía quedarse.

En el lugar se encontró con algo mejor, le invitaron al albergue de los ‘chamos’ y desde entonces ha ayudado en la reparación de la vivienda. Él también está a la espera de una oportunidad que le permita desempeñarse en su oficio de albañilería.

Para Junior Lara, de 29 años, haber llegado al refugio representa un antes y un después. Pronto cumplirá tres meses en la ‘Carita de Dios’ y señala que ha tenido que atravesar por situaciones muy difíciles, como dormir en la calle o caminar por días con los zapatos mojados. Él no ha perdido la sonrisa ni se da por vencido, llama a su familia cuando puede y pregunta por su hija, de 8 meses, que está en Venezuela. Como todos, espera un mejor futuro, con más oportunidades.

Tomado de: https://www.lahora.com.ec/quito/noticia/1102169594/un-oasis-para-que-los-chamos-no-abandonen-el-camino

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