SANTIAGO TORRADO 19 de agosto de 2018
Una
letra en su cédula venezolana. Eso es todo lo que le impide seguir su largo
camino hacia Perú, se lamenta Félix Barreto, un chef profesional de 26 años,
varado junto a su esposa embarazada y su hijo de dos en el puente internacional
de Rumichaca, el cruce fronterizo entre Colombia y Ecuador. Oriundos de
Maracay, norte de Venezuela, hasta aquí llegaron como “mochileros”, caminando y
haciendo autostop. Su documento de identidad se le mojó durante la travesía, y
el agua borró una de las letras de su nombre. Por esa alteración, las
autoridades colombianas no le han expedido una carta andina, el anhelado
documento migratorio que necesita para continuar.
“Ya
tenemos una semana en carretera. Nos fuimos a pie y nos dieron muchas colas
[autostop], vimos el lado humano de Colombia, que no lo habíamos visto en
Cúcuta”, donde pasaron un mes trabajando en medio de maltratos, cuenta sentado
sobre sus maletas. A su lado avanza la enorme fila de migrantes que buscan
sellar su pasaporte u obtener su Tarjeta Andina Migratoria, el nombre formal.
Ante la parálisis de las autoridades venezolanas para emitir documentos, ese
papel se ha convertido en la tabla de salvación para transitar a terceros
países, aunque Ecuador anunció el pasado jueves que comenzará a exigir el
pasaporte.
Como
Barreto, que promete plantarse hasta que algún funcionario le ayude, miles de
venezolanos atraviesan a diario el territorio colombiano, en medio de páramos y
montañas, de ciudad en ciudad, para llegar a Rumichaca. En autobús, a pie o
haciendo autostop recorren los casi 1.500 kilómetros que separan Cúcuta, en la
frontera nororiental con Venezuela, de Ipiales, en el borde suroccidental. Un
trayecto de casi 30 horas por carretera, que para los caminantes se alarga
durante semanas. Cada día, salen entre 200 y 300 venezolanos a pie de Cúcuta,
según dice la Cruz Roja.
“No te
voy a decir que éramos pobres, pero ya las cosas se nos escapaban de las manos
porque era muy caro todo”, cuenta este padre de familia mientras recita las
ciudades por las que pasaron y hace cuentas imposibles sobre los precios de la
distorsionada economía venezolana, donde una bolsa de pañales se cuenta en
millones de bolívares. En el puente, a unos 2.900 metros sobre el nivel del
mar, el frío se siente hasta los huesos. La temperatura desciende hasta siete
grados cuando cae la noche. Un clima muy distinto al de las calurosas urbes
venezolanas donde comienzan su travesía.
Colombia,
que comparte 2.200 kilómetros de frontera con Venezuela, ya acoge a un millón
de ciudadanos del país vecino que han huido de la hiperinflación, la escasez de
alimentos y medicinas o la inseguridad. Ese flujo migratorio ahora se desborda
a Ecuador, a donde han cruzado más de 547.000 venezolanos en lo que va de 2018,
informó la ONU esta semana, con el paso de Rumichaca como cuello de botella. La
mayoría apunta como destino final al propio Ecuador, donde tienen algún
familiar, o Perú, donde regularizan su situación y homologan sus títulos con
mayor facilidad.
Niños
sin vacunar
La
fragilidad de los viajeros salta a la vista. Llegan desnutridos, deshidratados,
con bajas defensas y los niños sin vacunas, detallan los equipos médicos que la
Cruz Roja ha desplegado en el puente. El drástico cambio de clima los golpea.
Hay tantas historias como migrantes. Son profesionales, técnicos o bachilleres
de todos los estados del país. El desgaste emocional también pasa factura.
“Muchos dejan a sus padres, sus esposas, incluso sus hijos, esa ruptura
familiar es lo que más los desestabiliza emocionalmente”, relata Daniela
Burbano, la psicóloga que los atiende.
Jessica
Delgado, de 23 años, quería salir desde hace mucho de Valera, en el Estado
Trujillo de Venezuela, pero estaba esperando a que el mayor de sus tres hijos,
de seis años, terminara las clases. Solo entonces se echó a la carretera. Desde
que acabó el calendario escolar, a mitad de año, ha aumentado la llegada de
familias. “Yo pensaba que íbamos a caminar mucho, más bien no, muchas personas
nos ayudaron”, cuenta agradecida, con su bebé de apenas ocho meses en brazos,
picada por los zancudos pero saludable. Las historias de solidaridad se
multiplican. “Hemos comido mejor que en Venezuela”, asegura.
Sobre
el terreno, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD)
lidia con la emergencia del lado colombiano. Muchos asocian este organismo con
las catástrofes naturales, pero otro de sus mandatos es la concentración masiva
de personas. En el puente, en lo que algunos apodan la “feria del chaleco”, se
coordina con la Cruz Roja, ACNUR y OIM, entre otros, para llevarles alimentos,
colchonetas, mantas y tiendas de campaña. Por momentos, la espera a la
intemperie ha llegado a durar más de un día. En ambos lados acechan los
estafadores y proliferan los vendedores de bebidas calientes, gorros y guantes.
El
flujo ha ido en aumento desde finales del año pasado, hasta alcanzar unas 3.000
personas al día. Para el 7 de agosto, la fecha de la toma de posesión de Iván
Duque, la llegada masiva superó la capacidad de las autoridades y provocó el
cese del tráfico de vehículos en este punto de la frontera. Durante dos
jornadas hubo picos de cerca de 8.000 personas intentando sellar su salida,
cuentan los socorristas. Jesús Fuenmayor, un supervisor venezolano en la
improvisada terminal que recibe a diario entre 20 y 30 autobuses de 40
pasajeros que vienen cargados de sus paisanos directamente desde Cúcuta, cuenta
que ese día llegó a registrar 72 viajes antes de perder la cuenta.
La
razón de esa estampida, según los locales, fue un rumor surgido en Venezuela
que aseguraba que el nuevo presidente colombiano iba a cerrar del todo el
cruce. Duque ha denunciado repetidamente la “dictadura” de Nicolás Maduro.
Ahora todos están a la espera de la nueva política migratoria que promete el
Gobierno para afrontar la crisis humanitaria que ha provocado el éxodo
venezolano. Un tsunami que se desborda por las fronteras sudamericanas.
“SOLICITAR PASAPORTE NO VA A PARAR LA
MIGRACIÓN”
Colombia
ve con preocupación que las autoridades ecuatorianas y peruanas exijan a partir
de este sábado pasaporte a los venezolanos que pretenden ingresar a esos
países, y teme que los miles de migrantes que huyen de la crisis de su país
queden represados en el paso fronterizo con Ecuador.
Unos
3.000 venezolanos están cruzando a diario por el puente de Rumichaca, detalló
este viernes el director de Migración Colombia, Christian Krüger. La mitad
solamente tienen la cédula y se verán afectados por la medida. "Nosotros
flexibilizamos las normas migratorias, le damos la mano a la población
venezolana y nos preocupa que otros países estén restringiendo de alguna manera
el ingreso", señaló. Ante la probable aglomeración de migrantes, el
gobierno colombiano tomará medidas como el envío de más personal migratorio,
reuniones con autoridades locales y un encuentro la próxima semana con
representantes de Ecuador y Perú.
"El
hecho de solicitar pasaporte no va a parar la migración porque es una migración
que está saliendo de su país no por gusto sino por necesidad", subrayó
Krüger. La exigencia va a afectar la reunificación familiar y fomentar la
migración irregular, que puede derivar en inseguridad, trata de personas y
explotación laboral, advirtió. "El tiempo nos dará la razón".
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