Flávia Faria y Nadia Williamson 15 de agosto de 2018
Flávia Faria y @williamn2015
Los
grupos indígenas Warao y Wayúu están abandonando sus tierras para buscar
protección en Brasil y Colombia, debido a la escasez de medicinas y alimentos.
Sus
cinco hijos sobrevivientes ya estaban débiles y afligidos por el hambre. Sin
posibilidad de encontrar alimento en el mercado local, su única opción era
irse.
“Decidimos
venir a Brasil porque nuestros hijos estaban muriendo de hambre. Ellos lloraban
por el hambre. Solo comían una vez al día, por la noche. Únicamente una pequeña
porción”.
Cuando
la hija menor del líder comunal indígena, Eligio Tejerina, cayó enferma con
neumonía, su condición se vio agravada por la severa escasez que enfrenta su
nativa Venezuela.
La
escasez generalizada de alimentos y medicinas, la inflación que continúa en
aumento, los disturbios políticos y la violencia están causando que cientos de
miles de venezolanos abandonen su tierra natal y busquen la seguridad en el
exterior.
A
medida que la situación empeora en el país, un número cada vez mayor de
indígenas como Tejerina y su familia, que recorren las fronteras del país,
necesitan asistencia humanitaria y protección en las vecinas Brasil y Colombia.
Los
Warao, el segundo grupo indígena más grande de Venezuela, ya estaban en malas
condiciones en su hogar, donde una epidemia de VIH ha devastado comunidades
tradicionales en el delta del Orinoco. Decenas de niños Warao también han
muerto de sarampión.
El
líder de la comunidad Warao, Eligio Tejerina, de 33 años, está sentado en una
hamaca junto a sus hijos en el albergue Pintolandia en Boa Vista, en el norte
de Brasil.
Cientos
de miembros tribales han recorrido el sur de la frontera con Brasil en los
últimos meses. Más de 750 indígenas venezolanos viven ahora en hamacas y
tiendas de campaña en el albergue Pintolandia en Boa Vista, entre ellos el
artesano de 36 años Baudilio Centeno de Tamacuro.
“Nos
encontramos en una situación de privación total en Venezuela”, dice Centeno. Al
no poder encontrar comida en el mercado con frecuencia, trajo a su familia de
ocho a Brasil, donde intenta sobrevivir haciendo cestas y vendiendo latas de
aluminio para reciclar a 3 reales (0,81 dólares) por kilo.
La
difícil situación de la comunidad es compartida por el grupo indígena más
numeroso de Venezuela, los Wayúu, con 270.000 personas, cuyas tierras
tradicionales se encuentran en la frontera con Colombia. A medida que las
condiciones empeoran en Venezuela, muchos llegan deshidratados, desnutridos y
con solo la ropa que usan, con reportes de condiciones de hambruna severa.
Otros describen cómo las clínicas médicas no cuentan con electricidad en
Venezuela y los servicios de autobuses escolares se ven afectados por la
escasez, lo que hace que sus hijos pierdan su educación.
“Luchamos
por encontrar transporte para que mi hija pudiera ir a la escuela”, dice Kary
Gómez, de 55 años, quien se encuentra entre los Wayúu que cruzaron al
departamento colombiano de La Guajira.
Además
de las comunidades Warao y Wayúu, ACNUR, la Agencia de la ONU para los
Refugiados, está consciente de que hay por lo menos otros dos grupos, los Barí
y los Yukpa, que también han buscado asistencia, y que se enfrentan a desafíos
adicionales por no hablar otro idioma más que el propio.
“Obligados
a salir de Venezuela, los Wayú, Warao, Barí y Yukpa, entre otros, tienen
dificultades para acceder a los servicios básicos debido a la falta de
documentación”, dijo Johanna Reina, asistente de protección en Colombia.
“Se
enfrentan a desafíos de pérdida de identidad, incluyendo su idioma, y un
dramático deterioro de sus estructuras organizacionales”, añadió.
La
mayoría de las personas que abandonan Venezuela y se dirigen a Brasil o
Colombia necesitan asistencia urgente en relación con documentación, albergue,
alimentación y atención médica, y ACNUR está trabajando con los respectivos
Gobiernos y organizaciones socias para satisfacer esas necesidades.
A
principios de esta semana, un juez federal en el estado fronterizo de Roraima
en Brasil suspendió la admisión de venezolanos al país y cerró brevemente la
frontera, aunque el fallo fue anulado por el Tribunal Supremo del país el lunes
por la noche.
Un
equipo de ACNUR se mantuvo en la frontera y continuó monitoreando la situación
durante el breve cierre de ayer. Informaron que unos 210 venezolanos no
pudieron finalizar los trámites migratorios, pero no fueron deportados. No se
llevaron a cabo devoluciones.
A
través de su oficina local en Riohacha, la capital del departamento colombiano
de La Guajira, ACNUR también está trabajando en estrecha colaboración con las
autoridades y los socios locales para proporcionar educación a los niños Wayúu.
En la escuela Maimajasay, alrededor de 200 niños Wayúu encuentran un ambiente
de aprendizaje seguro que nutre y fomenta las tradiciones indígenas, con muchas
clases impartidas en su lengua materna, Wayúunaiki.
Esfuerzos
similares se han realizado en Brasil, donde los niños de Warao reciben clases
básicas en su idioma natal en el albergue de Boa Vista.
“Usualmente
nos reunimos para contar historias y cuentos tradicionales”, dice Tejerina.
Hay al
menos 26 grupos indígenas en Venezuela. A medida que la situación continúa, se
necesita más asistencia para ayudar a los desarraigados de sus tierras, que no
ven ninguna posibilidad de retorno en el corto plazo.
“Todavía
no sabemos lo que sucederá en Venezuela. Lo que importa es que aquí estamos
bien”, dice Centeno, que no está seguro de si su familia podrá regresar a casa
y cuándo. “Nuestros hijos pueden comer y nos sentimos seguros”.
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