William Cárdenas Rubio 09 de agosto de 2018
De
nada valieron los cientos de estudiantes muertos en las calles de Caracas y otras
ciudades de Venezuela; ni los cientos de torturados; ni los miles de
ilegalmente detenidos; ni las decenas de miles de exterminados por falta de
alimentos y medicinas; ni los millones de desterrados; ni que muchos de éstos
sean ciudadanos españoles.
Nada
de esto ha sido suficiente para evitar que el gobierno del socialista Pedro
Sánchez expresara su solidaridad, automática, con la narco tiranía de Nicolás
Maduro, condenando, a través de un comunicado oficial, el supuesto
"atentado" con un dron ocurrido en Caracas a finales de la semana
pasada.
De
esta forma el gobierno de Pedro Sánchez se puso a la misma altura de las
"democracias" de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Turquia, Siria, Irán y
Rusia. La política exterior española se maneja siguiendo la estela de un dron.
Ya
Sánchez, a través de su Canciller Sr. Josep Borrel, había anunciado que el
gobierno de España, no iba a encabezar la política de sanciones personales en
el Parlamento Europeo, contra altos funcionarios del gobierno venezolano, por
sus vínculos con el narcotráfico, la corrupción y la violación a los derechos
humanos.
Pero
de allí, a reaccionar como lo ha hecho al supuesto "atentado" del
dron contra Nicolás Maduro, cuyo origen, autoría y detalles de la ejecución,
todavía se desconocen, y que pueden formar parte del "realismo
mágico" que impregna a la política venezolana actual, hay un abismo.
La
política exterior de una nación europea, del primer mundo, es algo más serio y
meditado, que no puede reaccionar al zumbido de un dron, por más ruido que haga
este artefacto.
Lo
cierto es que hasta hoy las explicaciones oficiales sobre los orígenes y
autores del atentado son bastante confusas y poco convincentes, pero el
gobierno chavista se ha montado en el "Plan" de acusar a Juan Manuel
Santos y la oligarquía colombiana de la ejecución del "atentado".
Tal
vez en el exterior llamó más la atención la huida en estampida, tanto de los
militares venezolanos que estaban en el desfile, como de los miembros del
gobierno y Alto Mando que estaban en la tribuna. Uno de ellos resultó herido al
saltar desde la tarima. Lo que quedó claro es que ninguno de éstos estaba
dispuesto a derramar una gota de sangre por Maduro. Aunque parece que Pedro
Sánchez, si lo está!
Ahora
mismo se ha puesto en marcha la segunda fase del "Plan", que consiste
en identificar un enemigo exterior (Colombia-EE.UU) y arreciar la persecución
de los disidentes internos, como lo estamos viendo con la detención ilegal del
diputado Juan Requesens. Si se logra distraer la atención de la opinión pública
nacional e internacional, hacia este suceso, y no hacia el verdadero caos que
vive Venezuela, con su pueblo sometido a un exterminio generalizado, el éxito
está garantizado!
Pero
claro, en la Cancillería española no había tiempo para reflexionar sobre todo
esto, y menos para hablar con algunos venezolanos en Madrid que podrían haber
explicado muy bien lo sucedido; menos aún, si estás sometido a la presión de
Podemos, aliado que con sus 71 parlamentarios, mantiene el equilibrio precario
en el que se sostiene la gobernabilidad de Sánchez.
Podrían,
igualmente, haber apelado al PSOE serio, ese que conoce y aún recuerda lo que
significó Venezuela para la vuelta de la democracia en España. Ello podría
ayudar a futuro, por si hay algún margen de rectificación, aunque me temo que
no sea así.
El
Podemos de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, mercenarios ideológicos del
régimen de Nicolás Maduro, pueden tener más peso que el interés de un gobierno
europeo, en el valor institucional de una política exterior seria, coherente, y
sobre todo, respetuosa de los derechos humanos de un pueblo amigo y hermano.
Dejo
testimonio de afecto y respeto por los excelentes profesionales de la
diplomacia española, y especialmente con los que compartí experiencias durante
los cinco años que estuve acreditado ante el Reino de España, como
representante diplomático de Venezuela. Pero el respeto a los derechos humanos
de un pueblo está por encima de cualquier otra consideración.
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