Rolando Arellano 07 de agosto de 2018
“Muchos
olvidan que los migrantes construyeron el desarrollo que hoy vive el
país”.
La
gran preocupación sobre la llegada de venezolanos al país hace
evidente que olvidamos que aquí, así como quien no tiene de inga tiene de
mandinga, quien no tiene de migrante externo, lo tiene
de migrante interno. Veamos.
El
término migrante, tan usado antes para referirse a los millones de
peruanos que dejaron sus pueblos para venir a las ciudades grandes, se ha
vuelto a poner de moda con los venezolanos. Si bien el origen ha
cambiado, fundamentalmente es el mismo fenómeno, y debe ser tratado con respeto
similar.
Así,
más allá de la solidaridad con el prójimo en desgracia y la gratitud al pueblo
que acogió a muchos miles de peruanos en nuestros peores momentos, podemos
prever que los migrantes venezolanos, más que un peligro, serán un
aporte a nuestra economía.
En
efecto, estudios recientes en Norteamérica y Europa muestran que en el mediano
y largo plazo los inmigrantes, incluso los refugiados, aportan
crecimiento al PBI. Y si en el corto plazo pueden afectar el empleo
de algunos, la evidencia es que no crece el desempleo total. De otra parte,
quienes temen que aumente la delincuencia, deben saber que sus tasas de delito
son muy bajas, pues saben que un pequeño problema policial arriesga su estadía.
Y si allá ocasionan costos de salud y educación al Estado, sería poco atinado
pensar que en el Perú reciben esos beneficios, pues estos no los tienen de
forma conveniente ni los nacionales.
Más
bien, los que salen son generalmente más fuertes y decididos que sus pares de
origen, por lo que su aporte al lugar de arribo es mayor. Así, más pierde su
país, como ocurrió aquí, donde gran parte del atraso rural se debe a que
nuestros migrantes internos fueron los más preparados, que
partieron hacia las ciudades. Y así como nuestros ayacuchanos y ancashinos
trabajaron en Lima más fuerte que nadie para salir de sus penurias, lo hacen
los migrantes externos, que trabajan día y noche y en cualquier
ocupación, pues no tienen estatus que guardar o presumir. Los migrantes se
esfuerzan más.
Por
ello sorprende la corta memoria que tienen muchos, que olvidan que como el 90%
de los Reyes, los Chávez y los Quispe, sus padres o abuelos vinieron a
refugiarse a la ciudad, donde fueron maltratados y discriminados por los
citadinos de antes (ellos mismos nietos tal vez de un alemán o italiano que
vino huyendo del hambre y terror de la Segunda Guerra Mundial). Y olvidando que
a pesar de todo, fueron ellos quienes desde el arenal de la discriminación,
construyeron el desarrollo que hoy vive el país.
Sería
bueno que sepan que, allá por los años 40, una propuesta parlamentaria
planteaba exigir una visa para controlar el ingreso de provincianos a la
capital. Para combatir los problemas que traerían. Para reflexionar.
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