Nina Negrón/AFP 19 de octubre de 2018
Las
luces del teatro bajan, el primer violín da el La y los demás músicos afinan el
instrumento, su más precioso tesoro que cuidaron durante largas jornadas de
viaje a través de toda América del Sur, desde Venezuela hasta Argentina.
Es la
Latin Vox Machine, una orquesta de músicos académicos venezolanos emigrados a
Buenos Aires que dan su primer concierto en un teatro argentino y durante dos
horas sienten que han vuelto a casa.
“Esta
orquesta es especial, porque cuando tocamos juntos es como si por un momento
estuviéramos de nuevo en Venezuela. Es esa energía que inunda todo el lugar
cuando estamos tocando juntos. Todos venimos de la misma casa, todos somos
hermanos. Creo que eso influye mucho al momento de tocar”, dice la
violonchelista Verónica Rodríguez, de 22 años.
Dejó
Venezuela a fines de 2017 por la grave crisis que sufre su país. Tenía planes
de ir a París, donde ya había sido preseleccionada para un conservatorio, pero
el dinero no alcanzó.
Animada
por un amigo músico, cruzó por tierra desde Maracay, en el centro-norte de
Venezuela, hasta Manaos, en Brasil, donde tomó un avión a Buenos Aires.
Al
llegar, comenzó a trabajar cuidando ancianos, pero ahora ya da clases de música
en una escuela.
Formados
en el famoso y celebrado Sistema de orquestas infantiles y juveniles de
Venezuela, la mayoría llegó a Buenos Aires en el último año y comenzó a tocar
en el metro para ganarse la vida.
El
Sistema, galardonado en 2008 con el premio Príncipe de Asturias, fue creado por
el ya fallecido maestro José Antonio Abreu en los años 1970, una época de
bonanza petrolera para Venezuela, y desde entonces ha formado a cientos de
miles de niños y jóvenes en la música clásica.
– En el subte –
En la
estación Jujuy de la línea E del metro, Fedosky Suárez interpreta a Antonio
Vivaldi con el violín y su compañero César Pérez, al otro lado de la vía, le
responde con el fagot. Los pasajeros estallan en aplausos y les dejan billetes
en el estuche. “Che, me cambiaste el día”, comenta uno.
Cada
vez es más común presenciar estos conciertos en el metro, donde hasta hace poco
predominaban los músicos de tango y rock.
“Hubo
un momento en que empecé a escuchar músicos de altísima calidad en el subte”,
cuenta a la AFP Omar Zambrano, organizador y fundador de la Latin Vox Machine,
al recordar cómo comenzó a acercárseles para descubrir que eran, al igual que
él, venezolanos recién llegados.
Entonces,
“nos empezamos a reunir, a juntar, a ver qué pasaba, cuántos había. Y eran
muchos. Se nos ocurrió la idea de hacer una orquesta”, explica este joven de 36
años que estudió piano pero se dedicó a la producción audiovisual.
– Mi meta y mi misión –
En esa
exploración, se encontraron con el director de orquesta surcoreano Jooyong Ahn.
De 66
años, había hecho su carrera en Estados Unidos y con su esposa se instaló hace
dos años en Buenos Aires. Un día le mostraron grabaciones de los jóvenes
músicos venezolanos y ocurrió el flechazo.
“Todos
son músicos increíbles. Lograr que estos jóvenes músicos se conviertan en
profesionales es mi meta y mi misión”, asegura el que desde hace un año es
director ad honorem y quiere formar con ellos una orquesta que no dependa de
fondos del Estado.
Para
el primer concierto el 9 de octubre en el Teatro del Globo de Buenos Aires las
donaciones y la solidaridad fueron parte de la clave, según Zambrano.
Al
terminar el concierto no pude contener la emoción. “Estoy profundamente
conmovido porque ya dejas de ser tú y eres un grupo de personas con una misma
misión y un mismo motivo, que es hacer música y arte y seguir transformando
vidas”, dice.
– Lo más valioso –
Jaime
Nieto, de 34 años, aprieta fuerte el estuche en el que guarda la flauta y el
pícolo. Salió hace seis meses de la ciudad de San Juan de Colón, en los Andes
venezolanos, donde dirigía una orquesta infantil.
Ya
antes había estado en Buenos Aires, siendo niño dio un concierto en el Teatro
Colón junto al hoy aclamado director venezolano Gustavo Dudamel.
“El
instrumento es para nosotros una de las cosas más valiosas. (En el viaje) el
pasaporte y el instrumento eran lo más importante. Es una extensión de nosotros
y con nuestra vida lo hubiésemos cuidado. Yo sabía que venía a hacer música. Lo
logré y estoy muy contento por eso”, dice este joven que da clases a los
vientos de una orquesta de la ciudad.
– Con los argentinos –
La
orquesta es abierta. Jocelyn Zambrano, violinista de 32 años, llegó hace apenas
mes y medio a Buenos Aires, donde se dedica a la repostería. Pero también tocó
en ese primer concierto del Teatro del Globo.
En
total son 90 músicos, de los cuales tres son argentinos (contrabajo), uno
chileno (oboe) y uno colombiano (trombón).
“Queremos
conseguir nuestro espacio, integrando a los argentinos. No queremos ser un
gueto”, indica Zambrano.
Y
Jooyong le apoya. “Quisiera unir la cultura venezolana con la argentina y hacer
una orquesta única”, asegura.
El
flautista Nieto lo ve como un viaje de ida y vuelta: “Nunca imaginamos que nos
íbamos a ir. Pero esto va a ser un crecimiento para nosotros y para toda
Venezuela. Los venezolanos algún día van a regresar y a llevar lo bueno que
recogieron”, promete.
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