Erik Encinas 21 de octubre de 2018
Muchos
de los graves problemas que existen a día de hoy necesitan una respuesta
realista y contundente a partir del origen, ejemplo de ello, son las
situaciones críticas a las que están sometidos los pueblos de Venezuela y
Nicaragua, que resisten pese a las grandes adversidades que sufren a diario.
Pese a
que se logra vencer en muchas ocasiones a la censura, Nicolás Maduro y Daniel
Ortega niegan todavía en la actualidad que sus regímenes maten
indiscriminadamente, pero los hechos demuestran que allí se está asesinando con
disparos y con la escasez de alimentos. Además, ya hay millones de venezolanos
y nicaragüenses que huyen del conflicto con la esperanza de rehacer sus vidas en
naciones como Colombia, España o Brasil.
Cabe
resaltar que de momento únicamente se aplican medidas a corto y medio plazo,
faltan soluciones que atajen de raíz estas terribles situaciones, una de ellas,
podría ser la intervención militar, que coge ahora más fuerza que nunca al
estar siendo estudiada por la administración norteamericana en manos del
presidente, Donald Trump, y desde luego sería una medida rápida y eficaz, dado
que las dictaduras no podrían resistir mucho tiempo, y por lo tanto, aunque está
solución sea belicista, el genocidio se frenaría de golpe, provocando así
posteriormente el inicio de la recuperación de ambas naciones y la vuelta a la
normalidad de sus conciudadanos.
En
cualquier caso, no podemos quedarnos mirando a otro lado ni ser pasivos con
nuestro entorno, mientras allí se censuran a medios de comunicación, hay presos
políticos y asesinatos en masa, porque nos une más de lo que parece.
Para
que se hagan una idea del alto nivel de criminalidad, en 2017 hubo más
homicidios en Caracas que asesinatos en la dictadura de Pinochet. Algo que
demuestra cómo se está produciendo un genocidio evidente, pese a las sanciones
y advertencias que les llegan a dirigentes de la dictadura de Maduro y Ortega
desde el exterior.
Por
ello, todo silencio es cómplice de las vejaciones y ataques reiterados a los
DDHH que están padeciendo los venezolanos y nicaragüenses. Así que no debemos
callarnos frente a las enormes injusticias, entre otras razones, porque España
debería tomar cartas en el asunto como merece al tener en esos países
relaciones muy estrechas, que se están viendo claramente afectadas por el
aplomo y complejidad del estado de estas naciones que quieren volver a ser
grandes otra vez.
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