Agencia Notimex 25 de noviembre de 2018
Los
venezolanos que llegan por miles a la terminal terrestre de la capital
colombiana, abrumada con maletas, morrales y muchos de ellos con bebes recién
nacidos, encuentran la mano amiga y solidaria del Fray Dominico, el mexicano
Eugenio Martín Torres.
Este
sacerdote que ejerció su misión pastoral en Chiapas, Oaxaca, Querétaro, Ciudad
México y desde hace dos años se encuentra en la arquidiócesis de Bogotá, es uno
de los primeros testigos del drama que viven los venezolanos que llegan a la
capital colombiana, unos para quedarse y otros para seguir su ruta a Ecuador,
Perú, Argentina y Chile.
La
arquidiócesis de Bogotá tiene una oficina de atención humanitaria desde hace
más de 20 años en las instalaciones del terminal terrestre, con el objetivo de
atender a la población desplazada por el conflicto armado que vivía este país
que dejó más de ocho millones de personas desterradas de sus regiones por los
diferentes actores armados.
Pero
desde hace dos años el centro de atención humanitaria se convirtió en el lugar
que buscan los venezolanos que llegan a diario a la capital colombiana para
recibir el primer café con pan, después de bajar de los autobuses, con sus
morrales, maletas, niños y con sus corazones desgarrados, con una esperanza que
con el pasar de los días se convierte en desesperanza.
Una
desesperanza que se vuelve angustia y llanto como las lágrimas de una
estudiante de octavo semestre de administración quien llegó al terminal de
transporte después de un recorrido de varios días desde Barinas (Venezuela),
con un morral y una pequeña maleta.
La
joven con su suéter azul cuando baja del autobús y toca tierra colombiana, solo
tuvo tiempo de respirar, mirar a su alrededor a los otros venezolanos que
estaban en la misma situación que ella, o quizá peor, pues traían además de sus
maletas a sus bebes y sin saber que rumbo tomar en una ciudad desconocida.
Vengo
de Barinas (Venezuela) y para nadie es un secreto que allá no se consigue nada,
todo está difícil, la comida, la medicina, el transporte, los estudios (…) Aun
me falta llegar a Ecuador y seguir a Perú y no sé cómo hacerlo porque no tengo
pasaporte. Tener una cedula o pasaporte en Venezuela, es súper imposible (…) el
que no arriesga no gana. Mi novio me espera, él me envió el pasaporte…
Cuando
la estudiante termina de contar su testimonio a Notimex, siguió su relato, pero
con lágrimas y sollozos… Esas eran sus palabras que salían desde lo más
profundo de su corazón, sabía que su futuro era incierto.
Juan
Pablo Díaz es otro venezolano que decidió salir de su país y dejar atrás a sus
padres, esposa, hijos, hermanos, sencillamente porque allá al otro lado de la
frontera, “no se consigue empleo, no hay, no hay nada para ayudar a nuestra
familia”.
Aseguró
que la situación económica de Venezuela los obligó a salir de su país “para ver
si podemos conseguir empleo y poder subsistir las necesidades que tenemos con
nuestras familias que dejamos allá (…) Oye es duro salir de nuestro país”.
Cada
historia de un venezolano y su familia, es una tragedia humanitaria, unos la
cuentan con lágrimas, otros con rabia en los terminales de transporte de las
ciudades fronterizas, en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, en
otras poblaciones pequeñas, en las avenidas, en los semáforos, en los albergues
de las iglesias católicas y cristianas.
El
sacerdote Eugenio Martin Torres, siempre está en el centro de atención
humanitaria en el terminal de transporte de Bogotá, sin importar la lluvia y el
frio que hace parte de la vida cotidiana de la capital colombiana.
Él
siempre está dispuesto a escuchar las historias de cada venezolano que llega,
coordina las ayudas y está pendiente del primer café con pan que reciben los
inmigrantes después de bajar de los autobuses que llegan a diario desde la
frontera.
El
fray mexicano es la mano amiga y solidaria, es el oído que no se cansa de
escuchar relatos de esta tragedia humanitaria, es la voz que los orienta, da
fuerza y esperanza en medio de una realidad turbulenta y negra.
“Mi
tarea consiste -dijo el fraile a Notimex- en dedicarme a la investigación
histórica en la Universidad Santo Tomás y dar clases en la Universidad y ante
todo apoyar el éxodo de los hermanos venezolanos”.
Según
las proyecciones oficiales, Colombia recibiría en los próximos años un número
que llegaría a dos millones 166 mil venezolanos, pero en un escenario pesimista
en caso que se agrave la crisis social y económica del vecino país, la
población de inmigrantes podría llegar a superar los cuatro millones de personas.
En
términos presupuestales, en el escenario base, esto representa para Colombia
con miras al 2021, la necesidad de recursos en educación, salud, atención a
primera infancia, atención familiar, vivienda, agua y saneamiento y
fortalecimiento institucional, de un total de 12 billones 400 mil millones de
pesos (USD 4.1 mil millones de dólares).
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