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La mayoría de los inmigrantes deben tener varios trabajos para poder sustentarse |
Vía País 16 de diciembre de 2018
Se debe a las mayores posibilidades
laborales. Además, ahora se pueden conseguir productos típicos del país
caribeño.
Cada
vez se siente más la presencia de venezolanos en el país. No sólo es frecuente
encontrarlos atendiendo supermercados, hostels, barberías, estudiando en la
facultad y hasta tocando música en los subtes. Incluso, ahora ya se pueden
encontrar en las góndolas de los comercios, productos típicos de ese país
caribeño, como harina de pan, o caraotas negras, los característicos porotos.
Según una nota de Clarín el Centro es el lugar principal de llegada, y ya
después se van trasladando a otros barrios de la ciudad.
“El
microcentro puede marcar un poquito la tendencia del típico barrio latino”,
cuenta a ese medio, Esteban Gregoradis, un venezolano que desde
hace dos años y medio vive en Argentina y trabaja en “Parados Urban food”, un
restaurante de la calle Lavalle al 900. Pero para muchos, la vida en Argentina
no es fácil: muchos deben tener más de un trabajo, además de combinarlo con el
estudio.
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“Parados Urban Food” es uno de los lugares de encuentro para la comunidad venezolana |
“El 70
por ciento de los que viven acá tienen formación profesional y generan más de
un ingreso. Muchos apuntaban a instalarse en Chile, pero
Argentina es menos exigente con la documentación. Y ya no necesitamos
publicidad: solo vienen amigos, familiares o vecinos de los que ya están”, dice
a Clarín, Carlo Vespa, otro compatriota que trabaja en el hostel Springfield,
de Sarmiento al 1500.
Sin
embargo, la distancia con la tierra natal, se siente. “Hay venezolanos que
lloran mientras comen mis productos. Me ven, se acercan y me dicen que
llevan meses o años sin comer nuestras empanadas. Se acuerdan de la escuela, de
sus abuelitas, de sus casas. Genero recuerdos”, cuenta Pedro Abreu, al
mismo medio, quien poco a poco pudo crecer con su emprendimiento
gastronómico de empanadas venezolanas.
Fue un
proyecto que comenzó con 50 dólares, como vendedor ambulante en la calle, y que
pronto se convertirá en un restaurante. “Hoy me volteo y sé que encontraré un
venezolano. Pero lo más lindo que encontré es la tranquilidad social:
en Buenos Aires puedo subirme a un bus de madrugada, y sé que no va a pasarme
nada. En Venezuela a las 20 teníamos que encerrarnos en casa”, concluye
Pedro.
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