PABLO MORÁN/ JAVIER BAÑUELOS/ LUCÍA RIERA 02 de diciembre
de 2018
@Pablo_Moran
/ @JaviBanuelos / @LuciaRBC
2,6 millones de personas han salido de Venezuela desde 2014,
según los datos oficiales. El éxodo de venezolanos que han abandonado su país
por la crisis se divide entre Ecuador, Perú o Brasil, pero más de un
millón de ellos se han quedado en Colombia y se estima que dentro de un año
sean tres millones. Viven en la calle y sin acceso a comida o asistencia
médica y Acción Contra el Hambre alerta de que necesitan ayuda humanitaria
urgente.
La
Guajira, una zona prácticamente desértica de Colombia limítrofe con Venezuela,
se ha convertido en el hogar improvisado de parte de ese millón de desplazados.
Martín Alonso, jefe de base de Acción Contra el Hambre en la Guajira
colombiana, asegura que se han concentrado cerca de 123.000 venezolanos
en esa área, uno de los territorios más pobres del país y que “está
siendo muy afectado por la variabilidad climática. Cuando llueve también hay
afectaciones por inundaciones”. Allí las casas tradicionales son de barro. Los
inmigrantes venezolanos viven en condiciones precarias en chabolas y la
organización está constatando un aumento de casos de niños con anemia, bajo
peso y diarreas en Guajira.
La
mayor parte de los venezolanos desplazados allí que ha encontrado Alonso
cuentan “que la situación se ha vuelto insostenible” en su país. “Por un lado
tienen el problema de escasez de alimentos, tienen escasez de medicamentos, el
tema de la inflación hace que lo que ganan en un mes les alcanza para una
semana, entonces aquí en Colombia uno ve incluso mujeres embarazadas
con niños en la calle y, cuando se les pregunta, dicen que tienen casa
en Venezuela pero que prefieren venir porque con lo poquito que consiguen
pueden comer y en Venezuela no”.
Además,
hay muchas mujeres que son vulnerables a la violencia sexual por la situación
en la que se encuentran, ya que al tener que dejar su país se rompe la
estructura familiar, según explica Alonso. “Hemos encontrado casos de
personas que están aquí con niños y resulta que su compañero está en Perú o en
Ecuador. Hay una desintegración total de la familia, eso es muy preocupante, y
claro la vulnerabilidad mayor está en niños y mujeres, y sí podría haber
aprovechamiento desde el punto de vista sexual”. También han encontrado niños
que llegan solos.
La
llegada de miles de venezolanos a la Guajira genera un gran impacto en una
población que ha sufrido muchas dificultades por el medio ambiente, la falta de
agua potable o la gobernabilidad. La población wayú, que es la etnia
mayoritaria, “se considera binacional”, según Alonso, porque se mueven entre la
Guajira venezolana y la colombiana, así que, al retornar ahora tantas familias
por la situación en Venezuela, “se crea mucha presión en la población rural
por el hacinamiento. Lo poco que tienen las familias tienen que compartirlo
con más personas”. A nivel urbano, lamenta Alonso, “también en las calles ya se
ve en algunos sitios a las familias pidiendo, tratando de conseguir recursos”,
pero destaca que “todavía hay mucha solidaridad por parte de los colombianos”
y no se han dado casos de xenofobia. Sin embargo, “la situación es cada vez más
insostenible”, alerta.
Alonso
denuncia que hay un “problema gravísimo a nivel humanitario, de alimentación,
agua potable. Por otro lado, la gente no tiene a veces dónde dormir y
hemos encontrado familias en las calles”. Además, destaca el problema de la
salud mental entre los desplazados. Acción Contra el Hambre ha documentado
casos frecuentes de madres en periodo de lactancia que han perdido la capacidad
de amamantar por el estrés post-traumático. Es una de las cuestiones más
complejas porque “como no se nota simple vista, no se le pone atención",
pero la situación de la gente está bastante mal.
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