ARIEL ÁVILA 17 de enero de 2019
El
jueves pasado, Nicolás Maduro asumió la presidencia de Venezuela por segunda
vez. Él prevé permanecer en el poder, al menos, hasta el año 2025. El panorama
de su mandato no podía ser peor: una fuerte crisis humanitaria, crisis
económica y una crisis política, esto último principalmente derivado de que más
de 40 países no reconocen su mandato. Pero, además, su proyecto político hace
aguas. Esta situación en Venezuela complica aún más el delicado estado de la
frontera con Colombia. La radiografía es la siguiente.
Al
menos 17 estructuras criminales operan en la frontera, muchas de ellas parecen
para-Estados: regulan la vida social de varias comunidades fronterizas, cobran
impuestos que en la práctica son extorsiones y hasta tienen manuales de
convivencia. La guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el grupo
posdesmovilización paramilitar del Clan del Golfo, La Oficina del Caribe, y
hasta emisarios de los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación
tienen presencia en ese corredor.
No es
para menos, cuatro grandes mercados ilegales han crecido espectacularmente: En
primer lugar, el tráfico de drogas. Se cree que, al menos, el 17% del total de
cocaína producida en Colombia sale por Venezuela. En segundo lugar, el tráfico
de gasolina. Aunque no se conocen cifras exactas, son miles de galones de
gasolina que diariamente pasan de contrabando. La diferencia cambiaria hace que
este negocio sea bastante rentable. En tercer lugar, hay contrabando de
alimentos. Debido a que la alimentación es subsidiada en Venezuela, se ha
creado un mercado negro. Muchos de los productos que deberían servir para
alimentar a los venezolanos, son trasladados ilegalmente a Colombia. En todas
las ciudades de la Costa Caribe colombiana se consiguen esto productos. Por
último, un mercado, que crece como la espuma, es el tráfico de personas:
esclavitud laboral y explotación sexual. Las más afectadas son las mujeres.
Todo
esto es producto de varios factores. El primero se refiere a una ausencia de
institucionalidad. Del lado venezolano, prácticamente, el Estado ha colapsado,
los niveles de corrupción son increíbles y la ineficiencia institucional es
ahogante. Del lado colombiano, la situación es mejor, pero no es alentadora, la
corrupción, la cooptación criminal del Estado, son grandes dolores de cabeza.
Un segundo factor es la diferencia cambiaria. El tráfico de gasolina y
alimentos es casi igual de rentable al tráfico de drogas, es casi imposible
impedir que se produzcan estos fenómenos. Estas redes ilegales de mercados han
creado un fenómeno que podría denominarse de clientelismo social. Miles de
personas viven de tráfico de alimentos y gasolina, limitar estos mercados
causaría una explosión social. En La Guajira colombiana o en el departamento
del Cesar hay comunidades enteras que viven de estos mercados. Un tercer factor
es la desconfianza entre las instituciones de seguridad de ambos Estados: no
hay ningún tipo de colaboración. De hecho, no hay comunicación en ningún
sentido.
De
esta forma, la actual situación de Venezuela y las relaciones entre ambos
Estados solo favorecen a las organizaciones criminales. De hecho, se puede
decir que lo mejor que podría pasar es que se dé una salida negociada a la
actual situación de Venezuela. Cualquier otra salida, como golpes de Estado, intervenciones
militares podrían llevar a una situación peor. No solo porque la oposición
venezolana carece de liderazgo, cohesión y proyecto político coherente. Sino
también porque se podría dar una inestabilidad institucional permanente con una
salida violenta.
Recientemente,
la ciencia política ha desarrollado el término de “Estados Protegidos
contra-golpes”. Luego de los diferentes caminos que tomaron los Estados que
vivieron la Primavera Árabe, se logró determinar que aquellos que tiene
instituciones de seguridad complejas, dispersas y escalonadas, difícilmente
sufrirán un golpe de Estado. En caso de que se dé, el golpe no sería total y se
causaría una inestabilidad increíble, superior a la que existe. Tal vez la
mejor solución es negociar la salida de Maduro. Luego, el chavismo moderado
debería liderar un Gobierno de concertación con sectores de la oposición y así
comenzar la transición. Las demás son ideas sin sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario