Frank Calviño 02 de marzo de 2019
En
España hay miles de historias. Decenas de miles, cientos de miles, exactamente
más de 250.000 historias. España ha sido uno de los grandes puertos de llegada
para los exiliados venezolanos. Por eso comenzamos por ahí.
Y
queremos empezar primero por lo difícil, por lo malo, por el fracaso. En Nueva
Numancia vive una familia de venezolanos que me ha contactado a través de mi
página El Susurro de las Cadenas. No están felices, no están contentos, sienten
que nunca llegarán a ser parte de España: no les gusta la cultura, ni las
comidas, ni las actitudes, ni las costumbres de las gentes ibéricas. Afirman
que odian a los españoles.
Han
preferido que no usemos el nombre de su familia, porque tienen miedo de “tener
problemas aquí también”. Salieron de una zona humilde de Venezuela gracias a lo
que definen como “la lotería” de tener un papá español. Este único familiar
sirvió para que sacaran los papeles del cabeza de familia – de la esposa del
ciudadano español – y luego por línea directa de la hija. El camino legal que
me narran no es claro, no tiene sentido – no al menos hasta donde mis
conocimientos sobre el tema llegan – pero es la historia que ellos quieren
contar. Según ellos, están todos legales.
Su
aterrizaje en Barajas fue difícil. Los “Gutiérrez” – como le llamaremos –
indican que las autoridades ya se pusieron “popi” con ellos, apenas se bajaron
del avión. Los tuvieron retenidos por horas, según cuentan, y hasta amenazaron
con deportarlos.
Son
cuatro: un niño de 8 años la madre y el padre del niño y la abuela, que era la
esposa del ciudadano español. Tienen dos años en Madrid y no han conseguido
trabajos fijos. El hombre ejerce de camarero, la mujer no trabaja. Se acogieron
a la ayuda al inmigrante retornado apenas pusieron un pie en España, pero afirman
que les “humillaron” cuando la solicitaron.
“Nos
trataron como criminales. Nosotros fuimos ahí a pedir una ayuda que es de uno.
No estábamos mendigando. Pero nos pedían una cosa y otra y otra y otra… no
chamo… puro cuento. Ala final no nos la dieron, fue pura paja. Por eso me metí
a camarero. Yo este país de mierda lo quiero dejar rapidito. Allá en Caracas yo
tenía mi carro, mi casita, mis reales. Yo era jefe de recursos humanos en una
empresa y no me iba mal. Pero bueno mi mujer pasaba el día quejándose que no se
podía salir, que ella no quería correr riesgos, que cómo vamos a criar a la
carajita en un país así de peligroso y bueno… al final nos vinimos. Pero no
chamo. No estamos contentos, para nada contentos” explica
el autodenominado “varón de los Gutiérrez” que llamaremos Pedro.
Presionado
para contar su historia en España, Pedro Gutiérrez narra un relato de fracaso
absoluto:
“Lo
primero que hicimos fue alquilar en Vallecas, no pudimos pagar porque nos
pedían 900 euros por un piso cagado de 70 m2. Luego nos tuvimos que ir a Buenos
Aires. Tampoco pudimos. Después nos dió asilo un pana en Torre Arias. Luego nos
fuimos a Alcalá de Henares porque y que era más barato… no joda pana…eso estaba
botado pal quinto coño. Y mientras tanto nada de empleo. Yo matando tigres y mi
esposa recogiendo comida en una ONG. Luego descubrimos Caritas y fuimos a pedir
ahí. Yo nunca pedí en Venezuela… aquí vivo mendigando… ahora estamos en Nueva
Numancia pero ya tengo tres meses sin poder pagar el alquiler. La casera anda
arrecha pero yo le dije que se calme que la vaina está jodida. Yo tengo
palabra, ala final yo le pago. Ala final siempre pago” dixit
Pedro.
Su
esposa en Venezuela era enfermera. En España ha intentado ejercer, pero sin
revalidar la carrera eso es imposible. En la medida que se revela el relato
descubro que los “Gutiérrez” votaron por Chávez y por Maduro. Me entero también
que sus vecinos en Buenos Aires les denunciaron por “poner la música muy alta”
y que Pedro ha sido detenido un par de veces por “no cargar los papeles encima”
cosa que según él pasa porque los Policías Nacionales “se pasan de maricos”.
Le
pregunto si volvería y me responde que si tuviera el dinero se iría ahora
mismo. Me indica que se siente atrapado. Que culturalmente no entiende a los
españoles. Que todo parece ofenderlos. Que lamenta, profundamente, haberse
venido porque ahora no tiene dinero para regresar y que se emocionó
sinceramente cuando escuchó al gobierno Chavista proponer “misiones de rescate”
para pagar el retorno de los inmigrantes. Su sueño es que Guaidó cumpla con eso
también, en caso de producirse la transición, y que una de las primeras
acciones del nuevo gobierno sea subvencionar el retorno de los exiliados. Nos
despedimos.
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