Pedro Benítez 09 de agosto de 2019
@PedroBenitezF
Hemos
llegado al momento crítico de la negociación gracias a la nueva Orden Ejecutiva
de la Casa Blanca. Esta pone a la coalición chavista en un dilema: si Maduro
sigue en el poder no les quitan las sanciones. Si tienen una cosa no pueden
tener la otra. Es el método Trump.
Durante años el chavismo en el poder se acostumbró a
imponer su ley en cada intento de dialogo, acuerdo o negociación con los
políticos opositores, empresarios, sindicatos de trabajadores, universidades
autónomas, gobiernos municipales o cualquiera que dentro de Venezuela tuviera
algo que reclamar o defender.
El expresidente Hugo Chávez lo llamo
el “método chaz” en ocasión de las primeras expropiaciones de tierras a
productores agrícolas allá por el año 2003. No era otra que cosa que imponer
sus condiciones gracias a la ventaja que le daba ostentar el poder sin
limitaciones.
De entonces a esta parte, cada que vez que alguien ha
tenido que enfrentar al régimen chavista en Venezuela no le
queda más que aceptar sus condiciones porque los tribunales de justicia (y el
poder de fuego) los controla el Presidente (antes Chávez, ahora Nicolás
Maduro) y el partido del oficialista.
Esa fue (para resumir) la historia de los
“diálogos/negociaciones” con los dirigentes de los partidos opositores. De
principio a fin el chavismo nunca cede en nada. Sólo utiliza el proceso para
debilitar y dividir a sus contrarios. Punto. Esa es la constante.
Pero ahora con la administración de Donald
Trump, Maduro y el chavismo se tienen que tragar una cucharada de su propia
medicina.
En el penúltimo intento de negociación llevado a cabo
en República Dominicana el principal representante de Maduro
(el mismo de hoy en Barbados), su ministro Jorge Rodríguez,
se presentó con una solo exigencia: Que se levantaran las sanciones personales
impuestas por el gobierno de Estados Unidos a los funcionarios del régimen
chavista señalados de violaciones a los Derechos Humanos, casos de corrupción o
narcotráfico.
La delegación de Maduro no solicitó que la Asamblea
Nacional aprobara nuevos créditos al Poder Ejecutivo, ni medidas o
acuerdos políticos orientados a mejorar las condiciones económicas de Venezuela
que por entonces ya iban en picada. Nada de eso. Para sorpresa de los
representantes opositores, los diputados Julio Borges, Luis
Florido y Timoteo Zambrano, lo que los oficialistas pedían
una y otra vez es que le levantaran las sanciones personales a cambio de
mejorar las condiciones de participación electoral.
La verdad es que eso era algo que no dependía (ni
depende) de la oposición venezolana, sino de quien despacha en la Casa
Blanca. Lo más que podían aspirar es que los opositores que los acompañaran
en la exigencia. Como no consiguieron la respuesta de Jorge Rodríguez fue la de
amenazar directamente a Julio Borges. Así culminó aquel dialogo.
Al final Maduro hizo “sus elecciones” en mayo de 2018
para reelegirse en el cargo y le vinieron más sanciones y aislamiento
internacional.
Un año después Jorge Rodríguez vuelve a la mesa de
negociaciones promovida por el gobierno de Noruega con la misma
exigencia: que se le levanten las sanciones por parte de los Estados Unidos,
que ahora implican a más funcionarios y son más amplias.
No es que las restricciones financieras y operativas a
la industria petrolera venezolana no les importe a Maduro y a su grupo. Pero
les importa más hoy (como hace año y medio) las de tipo personal que les
restringe a los funcionarios del régimen, familiares, socios y testaferros
moverse y mover sus dineros mal habidos por el mundo.
Tanto así, que hace dos semanas Jorge Rodríguez colocó
como condición sine qua non para proseguir con el dialogo en Barbados que se
levantaran las sanciones. Los representantes de la Unión Europea amenazaron
con seguir el ejemplo de Washington y aplicar las suyas. Rodríguez y los demás
representantes de Maduro siguieron en la mesa.
Por su parte, la administración Trump ha decidido
meterle más presión al asunto anunciando por medio de la nueva Orden Ejecutiva
que no solo no tiene ninguna intención de levantarlas, sino que además va a
aplicar más. De paso, sus voceros, de John Bolton a Elliott
Abrams (sin que haya contracción entre ninguno), dejan claro que
mientras Maduro siga en el poder no las van a quitar.
Previamente (y no por coincidencia) el Servicio de
Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos incluye en la lista de
los más buscados a Tareck el Aissami, exvicepresidente y
cercano aliado de Nicolás Maduro.
Es el método Trump de negociación. Tengo el poder y tú
vas a tener que aceptar mis condiciones.
Porque no se nos olvide eso: Trump y equipo están
abiertos a negociar con el chavismo y los jefes militares venezolanos, pero con
sus condiciones.
Es una jugada arriesgada, como fue la de Maduro el año
pasado y aquí lo tenemos, dudando en si volver o no a Barbados. Si van sus
representantes lo harán en condiciones de debilidad (por primera vez), y si no
van las sanciones europeas son casi inevitables y eso va a tener consecuencias
en la estructura que lo sostiene.
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