Margioni BERMÚDEZ y Matías DELACROIX 01 de septiembre
de 2019
En la oscuridad, Triztan hizo maletas guiado por la
débil luz del celular. Sin dinero para irse de Venezuela, escapó a Caracas del
caos desatado por meses de apagones en Maracaibo.
La capital es percibida como un “paraíso” por
venezolanos del interior asolados por el colapso de los servicios, con
racionamientos eléctricos de 12 horas diarias, o más, que interrumpen el bombeo
de agua e infartan la actividad económica.
“La situación (en Maracaibo) es horrible. En las
noches no podía dormir por el calor, me quedaba despierto hasta la madrugada
esperando que llegara la luz”, dice
Triztan, de 21 años, aliviado pese a vivir ahora en una de las capitales más
violentas de Latinoamérica.
Calles sucias y dañadas, comercios cerrados, escasez
de gasolina y transporte público, semáforos apagados y carros viejos atestiguan
la postración de la otrora pujante capital petrolera, donde el calor húmedo
asfixia.
Los apagones, que expertos atribuyen a falta de
mantenimiento y corrupción y el gobierno a “sabotajes”,
alientan “desplazamientos” hacia Caracas, explica a AFP Jorge
Govea, profesor de ciencias políticas de la Universidad del Zulia.
“Maracaibo es prácticamente una ciudad fantasma”, afirma Govea, quien ha comenzado a documentar estos
movimientos que, según el presidente de la Cámara Inmobiliaria, Carlos Alberto
González, “están lejos de ser masivos”.
“Se quería morir”
Triztan, que aún no termina la secundaria, saborea el
placer de dormir una noche completa, algo imposible con apagones, temperaturas
de 40 grados y el acoso de mosquitos transmisores de dengue.
“La situación es precaria”, relata a AFP Griselda González, que viajó 14 horas
en autobús desde Caracas, donde reside hace dos años, para buscar a Triztan, su
único hijo. “Vivía deprimido, llegó a decirme que se quería morir”.
De paso, añade, la comida es más cara en Maracaibo que
en Caracas, donde igual resulta impagable para muchos por una inflación que
cerraría 2019 en 1.000.000%, según el FMI.
Quienes se mudan lo hacen porque “tienen un
ancla económica o familiar” y evitan seguir el camino de los 3,6
millones que emigraron desde 2016, comentó a AFP Luis Vicente León, de la firma
Datanálisis.
“Caracas es el lugar donde hay agua y luz”, añade, apuntando que el fenómeno es difícil de
medir.
González aclara a AFP que no es “migración
interna”, sino movimientos puntuales que aumentan en momentos críticos.
Muchos regresan.
Una corredora inmobiliaria con tres décadas en el
negocio reporta una mayor demanda de alquileres baratos en Caracas por parte de
habitantes de Maracaibo.
Ante la devaluación del bolívar (49,3% solo en el
último mes), los arriendos se negocian en dólares, un lujo que Triztan,
albergado por una familia amiga, no puede darse con un salario equivalente a
ocho dólares.
La aparente normalidad caraqueña, interrumpida por
cortes esporádicos que paralizan el metro, su principal medio de transporte,
incluye una mayor oferta de productos que hace olvidar estantes vacíos.
Pero esta “ilusión puede ser efímera, pues si
le metemos más gente a Caracas habrá más racionamientos por el estrés del
sistema”, declaró a AFP el especialista José Aguilar.
“No regreso” –
Antes de trasladarse de Maracaibo a Caracas, Ana Parra
completaba siete meses sin agua, servicio valorado negativamente por 84% de sus
paisanos, según el privado Observatorio de Servicios Públicos.
Politóloga de 22 años, saltó de emoción cuando una
firma consultora la contrató.
Ahora vive en el acomodado este de la capital y recibe
parte de su salario en dólares, estrategia con la que algunas empresas intentan
frenar la diáspora.
“Caracas muestra una normalidad increíble, es como
otro país, siento como si hubiese emigrado”,
cuenta a AFP la joven, para quien esta “burbuja” no representa
la agónica realidad de ciudades como Maracaibo, donde 500 negocios fueron
saqueados durante apagones que paralizaron el país en marzo.
Triztan presenció atónito cómo una turba arrasaba el
supermercado donde llevaba dos días trabajando. “Volví a quedar
desempleado”, recuerda.
Un 36% de las 350 empresas de Maracaibo prevé cerrar
este año, según la Cámara de Comercio local.
Ana ve a su país como “laboratorio” ideal
para su profesión. Por eso se resiste a emigrar.
Si bien Triztan dejó atrás sus noches en vela, el
salario que aún no cobra se devaluó 32% en la primera semana de trabajo en una
pizzería.
Aún así, está animado. “Mi calidad de vida ha
mejorado, a Maracaibo no regreso”.
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