CEV 29 de septiembre de 2019
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Lo
afirmó el Papa durante la homilía en la Misa celebrada con motivo de la Jornada
Mundial del Migrante. “No podemos permanecer con el corazón anestesiado, ante
la miseria de tantas personas inocentes”, aseveró el Pontífice. “No podemos
sino llorar. No podemos dejar de reaccionar”.
“Los
países en vías de desarrollo siguen agotando sus mejores recursos naturales y
humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados. Las guerras afectan
sólo a algunas regiones del mundo; sin embargo, la fabricación de armas y su
venta se lleva a cabo en otras regiones, que luego no quieren hacerse cargo de
los refugiados que dichos conflictos generan”. Fueron rotundas las palabras del
Papa Francisco en la homilía en Misa celebrada en la Plaza de San Pedro con
motivo de la 105ª Jornada Mundial de Migrantes y Refugiados, en la que lamentó
la triste realidad: quienes padecen las consecuencias de estos hechos “son
siempre los pequeños, los pobres, los más vulnerables, a quienes se les impide
sentarse a la mesa y se les deja sólo las ‘migajas’ del banquete’”.
Dios
pide una atención especial por los más desfavorecidos
Con
el Salmo 145 el Santo Padre comenzó a desarrollar su homilía:
En
el Salmo Responsorial se nos recuerda que el Señor sostiene a los forasteros,
así como a las viudas y a los huérfanos del pueblo. El salmista menciona de
forma explícita aquellas categorías que son especialmente vulnerables, a menudo
olvidadas y expuestas a abusos. Los forasteros, las viudas y los huérfanos son
los que carecen de derechos, los excluidos, los marginados, por quienes el
Señor muestra una particular solicitud. Por esta razón, Dios les pide a los
israelitas que les presten una especial atención.
Caridad
con los habitantes de las periferias existenciales
El
Papa señaló que la “preocupación amorosa por los menos favorecidos”, se
presenta como un rasgo distintivo del Dios de Israel. Un rasgo que también se
le requiere, como deber moral, a todos los que quieran pertenecer a su pueblo.
Es ese el motivo por el cual “debemos prestar especial atención a los
forasteros, como también a las viudas, a los huérfanos y a todos los que son
descartados en nuestros días”.
En
el Mensaje para esta 105 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el lema
se repite como un estribillo: “No se trata sólo de migrantes”. Y es verdad: no
se trata sólo de forasteros, se trata de todos los habitantes de las periferias
existenciales que, junto con los migrantes y los refugiados, son víctimas de la
cultura del descarte. El Señor nos pide que pongamos en práctica la caridad
hacia ellos; nos pide que restauremos su humanidad, a la vez que la nuestra,
sin excluir a nadie, sin dejar a nadie afuera.
Reflexionar
sobre las injusticias que generan exclusión
Pero
el Santo Padre recordó que el Señor nos pide también - junto con el ejercicio
de la caridad - reflexionar sobre las injusticias que generan exclusión, en
particular, “sobre los privilegios de unos pocos, que perjudican a muchos otros
cuando perduran”:
El
mundo actual es cada día más elitista y cruel con los excluidos. Es una verdad
que provoca dolor, este mundo es cada día más elitista, más cruel con los
excluidos. Los países en vías de desarrollo siguen agotando sus mejores
recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados.
Las guerras afectan sólo a algunas regiones del mundo; sin embargo, la
fabricación de armas y su venta se lleva a cabo en otras regiones, que luego no
quieren hacerse cargo de los refugiados que dichos conflictos generan. Quienes
padecen las consecuencias son siempre los pequeños, los pobres, los más
vulnerables, a quienes se les impide sentarse a la mesa y se les deja sólo las
“migajas” del banquete.
Demasiado
preocupados en asegurarnos una buena vida…
Con
las advertencias del profeta Amós en el Antiguo testamento (cfr 6,1.4-7) el
Papa Francisco volvió sobre el tema de la “cultura del bienestar”, que “nos
lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros,
lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de
la indiferencia”:
Al
final, también nosotros corremos el riesgo de convertirnos en ese hombre rico
del que nos habla el Evangelio, que no se preocupa por el pobre Lázaro
«cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del
rico» (Lc 16,20-21). Demasiado ocupado en comprarse vestidos elegantes y
organizar banquetes espléndidos, el rico de la parábola no advierte el
sufrimiento de Lázaro. Y también nosotros, demasiado concentrados en preservar
nuestro bienestar, corremos el riesgo de no ver al hermano y a la hermana en
dificultad.
No
debemos permanecer indiferentes
Por
ese motivo, el Santo Padre insistió en que como cristianos “no podemos
permanecer indiferentes ante el drama de las viejas y nuevas pobrezas, de las
soledades más oscuras, del desprecio y de la discriminación de quienes no
pertenecen a ‘nuestro’ grupo”:
No
podemos permanecer insensibles, con el corazón anestesiado, ante la miseria de
tantas personas inocentes. No podemos sino llorar. No podemos dejar de
reaccionar. Pidamos al Señor la gracia de llorar, aquel llanto que convierte el
corazón ante estos pecados.
Los
cristianos no podemos “separar” los mandamientos
Por
otra parte Francisco subrayó que “amar al prójimo como a uno mismo significa
también comprometerse seriamente en la construcción de un mundo más justo”.
Significa “sentir compasión por el sufrimiento de los hermanos y las hermanas”,
significa “acercarse, tocar sus llagas, compartir sus historias”. Y significa,
además, “hacerse prójimo de todos los viandantes apaleados y abandonados en los
caminos del mundo, para aliviar sus heridas y llevarlos al lugar de acogida más
cercano, donde se les pueda atender en sus necesidades”.
Compromiso
con la edificación de la familia humana
Amar
al prójimo como a uno mismo es un “santo mandamiento” que Dios dio a su pueblo,
añadió el Santo Padre. Y es un mandamiento que el Padre “selló con la sangre de
su Hijo Jesús, para que sea fuente de bendición para toda la humanidad”. Pues
la “familia humana”, “todos hermanos, hijos del único Padre”, es el plan
original del Padre revelado en Jesucristo.
Hoy
necesitamos también de una madre y confiamos al amor maternal de María, Nuestra
Señora del Camino, Virgen de las muchas calles dolorosas, confiamos a Ella a
los migrantes y a los refugiados, junto con los habitantes de las periferias
del mundo y a quienes se hacen sus compañeros de viaje.
Prensa
CEV
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