LUZ DARY DEPABLOS y MANUEL RUEDA 02 de octubre
de 2019
@luzdarydepablos y @ruedareport
El
mediodía se acerca y la estación de autobuses en esta localidad es un hervidero
de actividad.
Los
comerciantes que viajan al centro de Venezuela suben a autobuses y los llenan
de sacos de arroz, cajas de medicamentos, paquetes de pasta de dientes e
incluso neumáticos que compraron en la vecina Colombia. En la terminal de
llegadas, viajeros agotados bajan de los autobuses y se dirigen a la frontera,
donde comprarán comida o verán sus pasaportes sellados para salir de Venezuela
sin fecha de regreso.
Entre
los gritos de los vendedores ambulantes y el jaleo de los peatones, docenas de
hombres jóvenes con carros de metal pasan de un lado a otro de la estación y la
frontera, cargando maletas y mercancías. Se les conoce como “lomo taxistas”
porque pasan buena parte del día cargando bultos pesados sobre la espalda.
“No
me esperaba quedarme acá pero como no me pude ir más adelante me tocó”, comentó
Ricardo Rocha, un lomo taxista del centro de Venezuela y que llegó el año
pasado a San Antonio.
Rocha
dijo ganar unos 8 dólares al día cargando sacos de mercancías por la estación
de autobús de San Antonio, que se encuentra a unas cuatro cuadras de la
frontera. Puede ser un trabajo agotador, con temperaturas extremas que a menudo
alcanzan los 40 grados Celsius (104 Fahrenheit), pero el joven de 26 años dijo
que era mejor que quedarse en casa, en su estado natal de Aragua.
“Allá
en el centro del país no hay casi comida. Y está muy difícil conseguir
trabajo”, señaló.
La
escasez de alimentos y la hiperinflación en Venezuela empuja a miles de
personas que dejan el país cada día buscando una vida mejor.
Pero
muchas personas que tienen poco dinero para emigrar o prefieren quedarse más
cerca de casa se están instalando en localidades fronterizas como San Antonio,
donde la economía informal de bienes del mercado negro y venta ambulante les
ofrecen oportunidades de trabajo.
La
población de San Antonio ha pasado de 66.000 a 113.000 personas en dos años
debido a la migración interna, indicó el acalde, William Gómez. La de lomo
taxista es una de las ocupaciones informales que han surgido conforme llega más
gente del interior de Venezuela.
“Son
muchacho que quieren ganarse su día a día trabajando (...) y con ello paliar un
poco lo que es la situación de bloqueo económico hacia el país” dijo Gómez, del
gobernante partido socialista de Venezuela “
En
la terminal de autobuses, Rocha culpa al gobierno de Venezuela y su política
económica por los problemas del país, afirmando que algo “tiene que cambiar”
para que los que ahora son niños no tengan que afrontar tantas penurias.
Rocha
vive con sus dos hijos pequeños y su esposa embarazada en na sala que la
familia arrienda por tres dólares al mes. Los apagones son frecuentes, como en
otras zonas fronterizas de Venezuela. Solo hay agua corriente una vez por
semana.
“Es
un poco incómodo porque tenemos que compartir el baño”, comentó Francis Sosa,
de 20 años, esposa de Rocha. “Pero acá se come bien. En Aragua teníamos nuestra
propia casa pero era difícil conseguir comida”.
Rocha
trabaja cada día de 7 de la mañana a 9 de la noche para ganar suficiente para
pagar el alquiler, algo de comida y tener un poco de dinero para cubrir las
necesidades de los niños.
De
camino a casa pasa junto a varias tiendas que dejaron de vender ropa o
electrodomésticos debido a la crisis en Venezuela. Ahora, sus propietarios
arriendan esos espacios a migrantes del centro de Venezuela, que duermen en el
suelo por un par de dólares la noche.
En
ocasiones, Rocha se pregunta si la vida sería mejor en países cercanos como
Colombia o Perú. Pero se le quitan las ganas de mudarse cuando ve venezolanos
que regresan sin un centavo, con historias sobre sufrimiento y penurias.
“Uno
nunca sabe cómo le va a ir por allá”, dijo. “Mientras estoy acá y haya trabajo
estaré acá un tiempo”.
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