Oscar Hernández Bernalette 07 de octubre de
2019
@bernalette1
El
ruido de la xenofobia recorre América Latina. Hay que alertar para evitar su
expansión.
Los
gobiernos de la región tienen que trabajar para promover fórmulas pedagógicas
que eviten que sus poblaciones encuentren en los emigrantes un enemigo. Los
casos recientes de persecución, de amenazas y de rechazo a muchos venezolanos
por las matrices de opinión que se generan o por actos delincuenciales a hay
que estudiarlos y enfrentarlos en su debida dimensión. Es obvio que los países
no se merecen contingentes de malhechores y para ello debe haber cooperación
internacional para garantizar que no se reciba una minoría que desdice de la
mayoría honesta que busca oportunidades en otros países. La xenofobia hay que
entenderla y educar para que nuestras poblaciones no caigan en las redes de
sectores interesados en generar antipatía por otros nacionales. El histórico
papel que han jugado los gobiernos y los pueblos de América Latina de gran
nobleza y comprensión ante las necesidades migratorias de un pueblo no deben
caer en la tentación xenofóbica y oportunista.
Recordemos
que la xenofobia es el miedo al extranjero, al emigrante, al desconocido, a la
competencia, la presencia del que no es de allí y que ha producido a lo largo
de la historia este fenómeno que hoy se sanciona en la mayoría de los países y
del cual se ha alertado en el mundo civilizado desde la Declaración Universal
de los Derechos del Hombre.
Este
es un fenómeno que se maneja en el subconsciente de la gente y es fácil
despertarlo, especialmente cuando los países están en crisis o son sometidos a
contingentes humanos en altas proporciones. En casi todas las sociedades es una
epidemia latente. Aquí, en Venezuela, hemos sido un país abierto a los
extranjeros y, sin embargo, hemos tenido nuestros momentos de vergüenza.
Recuerdo de muchacho la actitud que despertaba la emigración colombiana,
ecuatoriana o peruana.
Hubo
reacciones xenofóbicas contra argentinos e incluso contra profesores chilenos
que daban clases en nuestras universidades y que venían huyendo de la
dictadura. Nunca fueron reacciones demasiado importantes, siempre hay imbéciles
en los caminos.
El
tema de la xenofobia se nos olvida en su real dimensión hasta que una situación
como la masiva emigración venezolana nos recuerda que ahora les llegó el turno
a nuestros compatriotas. Como hemos dicho antes, nuestra estirpe es de amplitud
con el que viene de otras partes. Siempre debemos rechazar la xenofobia y mucho
más la venganza. Rechazamos la delincuencia que se mezcla con la gente buena,
así como el uso de la tragedia para réditos políticos. Nuestros gobernantes
deben hacer un esfuerzo en apoyar los emigrantes y sobre todo flexibilizar a
través de una metodología moderna la nueva realidad que generan miles de seres
humanos que hoy abrazan otras tierras para que puedan reunirse y mantener
contacto con sus familiares. Las rigideces consulares y las limitaciones para
la movilidad de muchas personas que no son emigrantes y que tienen vínculos
familiares, comerciales o de inversiones se lo limitan cuando se crean
regulaciones generales que la cierran la movilidad a ciudadanos con intereses
distintos a los migratorios.
El
laboratorio de educación ciudadana para la inmigración y la convivencia de
Colombia, con relación al éxodo venezolano y que es igual para cualquiera de
nuestros países, alerta en ese sentido, “sobre la importancia de diseñar
estrategias de mediano y largo plazo que aseguren la efectiva integración de
inmigrantes y refugiados a la sociedad receptora con el propósito de evitar
conflictos, discriminaciones, proliferación de ilícitos y explotación de mano
de obra laboral.
Sin
duda tenemos un arduo camino que recorrer para evitar mayores sufrimientos a
los que han tenido que dejar sus países. Ojalá que la tentación de la
discriminación no desborde el progreso que la humanidad ha hecho en estos
temas.
Oscar
Hernández Bernalette
@bernalette1
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