Emilio Nouel 18 de octubre de 2019
@ENouelV
El
día de ayer fue elegido como miembro del Consejo de los DDHH de las NN.UU, el
régimen autoritario venezolano, cuya performance abominable en la materia que
le corresponde vigilar a ese ente, ha sido constatada por la misma
organización.
Era
lo que se esperaba, no hay que extrañarse mucho de ello, habida cuenta de cómo
se negocian esos asuntos en esa organización internacional y de quienes
deciden.
Se
sabía, como es la costumbre allí, que tratativas previas ya habían tenido lugar
con muchísimos meses de antelación, y que una vez se concretan los llamados
endosos, es decir, los compromisos entre los representantes de los países sobre
diversos temas –“te doy para que me des”– el resultado de una votación está,
prácticamente, “cantado”.
Como
es obvio, lo decisivo en un triunfo cualquiera es el número de votos que hayas
logrado “cuadrar”, asegurar, antes del evento electoral previsto.
En
el caso de nuestro país, no hay que olvidar que muchos gobiernos de países
africanos, asiáticos y unos cuantos americanos, se identifican con la retórica
anti-EEUU y seudo-revolucionaria del régimen chavista. A éste lo consideran “el
enemigo de mi enemigo”, por tanto, votan por él.
Por
otro lado, no pocos han recibido dádivas del chavismo. Y hay uno que se mueve
muy bien diplomáticamente en ese grupo “tercermundista” y que ha vivido en los
últimos años de los enormes regalos del chavismo: Cuba.
Por
cierto, el gobierno castrista ha estado en el Consejo y en la instancia que lo
precedió, por muchos años, junto a otros que violan igualmente los DDHH. Es
decir, que allí se han sentado y siguen
sentándose, paradójicamente, grandes perpetradores de crímenes de lesa
humanidad.
De
modo pues, que admitir a un régimen despótico como el venezolano en esa oficina
internacional, no resulta nada extraño, ni nuevo, y esto a pesar de los
Informes condenatorios de la Alta Comisionado de los DDHH. Son las condenables
incongruencias de la política con las que tenemos que lidiar también en el
ámbito global.
Sin
embargo, los gobiernos de los países democráticos y los representantes del
presidente Juan Guaidó, ante tal resultado “cantado” se movilizaron, e
impulsaron la posibilidad, remota pero posible, de que fuera Costa Rica la
elegida y así impedir que el régimen chavista lograra lo que buscaba
desesperadamente.
Costa
Rica obtuvo lo que algunos diplomáticos experimentados han denominado una
proeza. Reunir 95 votos en un lapso de
dos o tres semanas lo es. Y esto a pesar de que incluso Brasil, que resultó
electo, no fue muy proactivo con la aspiración costarricense, sino a última
hora.
Debe
recordarse para los no conocedores que la conformación de los miembros del
Consejo de los DDHH está repartida entre todos los continentes. En el caso de
A. Latina y El Caribe, son 8 los asientos que le corresponden, 13 para los países africanos, 13 para Asia y
7 para Europa Occidental. En los 193 países miembros de la NN.UU, la mayoría
son de África y Asia, y allí está la clave de la votación final.
El
régimen chavista, como es obvio, desde su aislamiento internacional está
tratando de sacarle partido a ese resultado absurdo, lo que los sectores
democráticos no deberíamos magnificar, más allá de lo que realmente es.
La
comunidad internacional democrática, que representa política y económicamente
el poder decisivo en el mundo, está más que clara respecto de lo que significa
el régimen autoritario venezolano y conoce ampliamente las violaciones de los
DDHH que ha cometido éste.
Flaco
favor le hacen a las NN.UU los gobiernos que permitieron con su votación la
entrada del régimen chavista al Consejo en cuestión. Un lamentable hecho que
afecta negativamente la credibilidad de la organización.
Emilio
Nouel
@ENouelV
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