Aranza Cordero Herrera 16 de noviembre de 2019
@aranzacordero
Basta con leer un poco
de historia y ver eventos similares en otros países, como en la Chile de la
época de Pinochet en Chile, para darse cuenta que la recuperación social y
política de un país, luego de semejante deterioro, puede tomar décadas; además
de dejar muchas lágrimas, sangre y dolor.
Y me pregunto: ¿A dónde
ha llegado la demencia humana y el deseo de poder? No me cabe semejante
concepto en la cabeza. Es demasiado. Pero la historia también siempre nos ha
dicho algo: nada es para siempre.
Irte de Venezuela no
necesariamente significa tener éxito, ni quedarse significa fracasar. Salir con
un corazón dispuesto, una mente abierta y una enorme convicción de lograrlo, es
suficiente, porque los venezolanos somos inmensamente emprendedores y echados
pa’lante. En general, somos gente buena, inteligentes, emprendedores, líderes
por naturaleza. Y es que si algo heredamos de los españoles, fue el espíritu de
conquista. De eso estoy más que segura.
Hoy, después de diez
meses, puedo escribir estas palabras sentada cómodamente en una oficina de la
Asociación de Abogados de Chile, donde empecé el 1ero de abril de este año,
donde finalmente puedo aplicar “superficialmente” lo que sé y sentirme como la
profesional que soy. En mente tengo hacer mi convalidación de mis títulos
universitarios, que por sugerencia de amistades y colegas chilenos, tener un
postgrado en Tributos Empresariales, el cual tengo, eso es ganar dinero acá en
Chile, ya que hay muy pocos abogados tributaritos y son costoso. Siempre
contando con el apoyo de mis padres desde Venezuela, mis hermanos, sobrino y
familia que me acompañan en este país.
No sé por cuánto tiempo
este acá, si este será finalmente mi hogar. La vida da muchas vueltas, pero
cada vez que recuerdo que hay cientos y miles de venezolanos profesionales
afuera, pegando un piso, lavando un carro, limpiando un baño, muchos de ellos
con títulos universitarios, maestrías, ex-dueños de negocio, me digo a mi
misma: ¡qué suerte tengo!
Es mi obligación como
venezolana, decirles a mis hermanos que se encuentran en estado de lucha, que
no son grandes, son gigantes. No solo cargan con el peso de su futuro,
decidieron ponerse la mochila de millones de personas la de un país entero,
pese al enorme riesgo que eso implica, eligieron este camino lleno de escombros
y obstáculos, un sendero repleto de peligro y males. Dios los bendiga y
proteja, son héroes; y tendrán una recompensa enorme.
A mi Venezuela hermosa
decirte, falta poco; se romperán tus grilletes, la lucha no será en vano.
Pronto podrás despegar tus alas y volar alto, como lo mereces. Estoy lejos,
como millones; pero hoy y siempre nos sentimos cerca, porque te llevamos a
donde sea, porque ser venezolano es un orgullo, porque te amamos; y aunque nos
vayamos lejos, nunca te dejamos.
Nací en esa ribera del
Arauca vibrador, también llevo tu luz y tú aroma en mi piel, y por supuesto el
cuatro en el corazón. Es la hora de gritar con brío para que muera la opresión,
compatriotas fieles recuerden que la fuerza es la unión. Tres frases de tres
letras sagradas que hoy deben ser entonadas.
Falta poco hermanos,
falta poco Venezuela. Que ese día el grito de libertad retumbe en todos los
rincones del planeta.
Sin más nada que decir,
te amo Venezuela. Dios te bendiga a ti y a tus libertadores, libertadores que
son tus hijos, hijos que se llaman venezolanos. Esos que luchan a diario por un
mejor país, que pese a las injusticias siguen para adelante, que pese a las
traiciones siguen creyendo. Esos que a pesar de todo, están a punto de
conseguir su libertad. “Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzó, la ley
respetando la virtud y el honor.”
Desde Chile somos la
generación de la diáspora venezolana, la de los jóvenes expulsados de su
Patria, y la de los padres condenados a envejecer sin sus hijos.
Aranza Cordero Herrera
@aranzacordero
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