Arturo McFields 25 de noviembre de 2024
No tenemos que esperar hasta enero de 2025, el efecto
Trump ya está en marcha.
En Venezuela, la dictadura de Nicolás Maduro está
liberando a los presos políticos. En Nicaragua, Daniel Ortega y su
esposa aprobaron una reforma constitucional radical que consolidó el
poder. En Cuba, el régimen está intensificando su represión y vigilancia
sobre sus ciudadanos.
Los autócratas están en modo de pánico.
En julio de 1980, el entonces candidato Ronald Reagan dijo:
"Sabemos demasiado bien que la guerra no llega cuando las fuerzas de la
libertad son fuertes, sino cuando son débiles. Es entonces cuando los
tiranos son tentados".
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que promoverá la "paz a través de la fuerza", una estrategia que Reagan implementó como parte de su visión de política exterior. Y los vientos de cambio tienen temerosos a tiranos como Nicolás Maduro y sus compinches.
Maduro ha felicitado a Trump por su decisiva victoria, ha
elogiado el civismo de los ciudadanos estadounidenses y le ruega a su
archienemigo que dialogue. Con casi 2.000 presos políticos, el
ungido de Hugo
Chávez pide ahora clemencia. No está dispuesto a transferir el
poder de una manera o forma democrática, pero el régimen quiere un nuevo
comienzo.
Maduro ha escuchado a los mismos analistas y expertos en
Washington que predijeron la derrota de Trump. Diferentes analistas juran
y creen que habrá negociaciones, porque Trump, según ellos, es transaccional y
le gustan los hombres fuertes como Maduro. Ese no parece ser el caso.
El régimen bolivariano chavista de Venezuela quiere
repetir los juegos de sombras que jugó con
el presidente Biden. Maduro es un dictador, pero no es estúpido. Prometió
elecciones libres para que se levantaran las sanciones, se liberara a sus sobrinos narcotraficantes y se
devolviera a su
gerente financiero, Alex Saab, de la custodia estadounidense. Y, por
supuesto, era mentira: de todos modos amañó las elecciones.
Ahora, Venezuela vuelve a estar hambrienta y sedienta de
un nuevo acuerdo con Estados Unidos. Pero los tiempos han cambiado y hay
un nuevo sheriff en la ciudad.
El nicaragüense Daniel Ortega también está en modo
miedo. Las
actividades de espionaje de su estado policial se han redoblado a
todos los niveles, dentro y fuera de su partido. Está desterrando a
sacerdotes, músicos y a cualquiera que se atreva a decir lo que piensa.
En 2018, durante la rebelión cívica en Nicaragua,
el canciller
Denis Moncada y el embajador Francisco Campbell llegaron arrastrándose
de rodillas a la oficina
del senador Marco Rubio (R-Fla.), prometiendo diálogo y paz. Pero el régimen
de Ortega nunca cumplió su palabra de elecciones justas.
Cuba, por su parte, ha respondido al miedo con más
represión. El régimen, con 1.200 presos políticos y 65
años en el poder, sabe que se avecinan días amargos. La administración
Trump, y en particular su anunciado secretario de Estado designado, conoce muy
bien al régimen. Rubio es hijo de inmigrantes cubanos que vivieron de
primera mano la brutalidad del régimen de Castro.
Cuba
está sumida en la oscuridad y bajo represión. El Estado comunista no
puede gestionar la industria ni los servicios básicos. Ha destruido los
sectores agrícola y pesquero del país. La única excusa del gobierno para
sus fracasos, que ya nadie cree, es que es víctima de un embargo internacional
que ya no existe.
Rubio y
el representante Michael
Waltz (R-Fla.), elegido por Trump para asesor de seguridad nacional,
son las dos pesadillas de las dictaduras de Cuba, Nicaragua y
Venezuela. Pondrán los abusos de estas dictaduras en la agenda de
Trump. No olvidemos que estos regímenes son las principales causas
de la migración masiva a Estados Unidos.
Y las relaciones de Cuba, Nicaragua y Venezuela con Irán,
Rusia y China representan una grave amenaza para la seguridad nacional de
Estados Unidos. La nueva administración no apoyará la política de
diplomacia blanda, el multilateralismo o la flexibilización de las
sanciones. Esos días han terminado.
Los dos primeros años son primordiales. Este es el
momento en que la administración tendrá todo el apoyo del Congreso para
asegurar el fin de las tiranías comunistas. El tiempo es
esencial. Una política exterior sólida y un enfoque de seguridad nacional
serán componentes clave para garantizar cambios significativos en el hemisferio
occidental.
Los líderes
opositores de Cuba, Nicaragua y Venezuela ya han comenzado a acercarse
a la administración Trump. Están convencidos de que tal vez esta sea la
última oportunidad para deshacerse de las dictaduras y restaurar la
democracia. Es el momento adecuado, y también lo es el liderazgo.
Manos a la obra.
Tomado
de: https://thehill.com/opinion/international/5005815-trump-effect-autocrats-panic/
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