Marina Piña 08 de junio de 2023
“El
venezolano valora mucho el elemento de poder elegir, poder votar, poder indicar
qué es lo que él desea y no acepta fácilmente las imposiciones. Puede
guardar silencio, pero ese silencio no es aquiescencia”, sostiene el rector de
la UCAB, quien reflexiona sobre la importancia de fortalecer las nociones de
ciudadanía y los valores democráticos en la población
Nació hace 58 años en Caracas. Es sacerdote de la Compañía de Jesús, abogado egresado de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Ha prestado servicio en comunidades cristianas, en la docencia, como defensor de derechos humanos, como provincial de los jesuitas en Venezuela, director de la Revista SIC del Centro Gumilla, vicerrector de Extensión de la UCAB en Ciudad Guayana y, desde el pasado 2 de mayo, está al frente de la rectoría de esta casa de estudios.
Peraza
cree que actualmente se está presentando un proceso interesante en el
país, donde parece abrirse otro modelo de oportunidades y relacionamiento
distinto entre la sociedad civil y el Estado. Sobre su rol como sacerdote y
rector siente que, como el resto de los venezolanos, está llamado a no esperar
que las condiciones se den, sino a crearlas “para que las cosas se
den”.
El
pasado mes de mayo, la UCAB hizo un reconocimiento público, a través del
otorgamiento del Premio Valores Democráticos, a Román Duque Corredor, Alfredo
Infante, S.J., Roberto Patiño, a la Universidad Central de Venezuela y a la
Universidad de Los Andes, por el trabajo que llevan adelante en la formación y
promoción del desarrollo de ciudadanía en la población. ¿Usted cree que
los venezolanos tenemos arraigados esos valores? ¿Cuáles de ellos nos
resistimos a abandonar? ¿De cuál democracia hablamos?
“Yo creo
que hay dimensiones de la democracia que los venezolanos destacamos de una
manera fuerte e importante y hay, quizás, otras que no valoramos en las mismas
condiciones y que, por lo tanto, nos ha traído problemas a lo largo de la
historia sobre la construcción de nuestra democracia. Uno de esos elementos
socialmente importante es la búsqueda de la igualdad, tanto en la Guerra de
Independencia como en la Guerra Federal y, después, en las luchas sociales de
lo que significó el concepto de democracia a principios del siglo XX. En
las guerras mencionadas se generaron procesos de igualación social y
rompimiento de los estamentos que eran el fundamento en la sociedad desde el
siglo XVII hasta el XIX. En el país se avanzó muy rápido en ese proceso, más
que en otros de América Latina, aquí por las circunstancias que fueran estuvo
muy al eje de lo que nosotros llamamos independencia, lo que llamamos
federalismo, que continuó con la palabra democracia. Cuando Venezuela
se vuelca al movimiento democrático le preocupa el acceso a la tierra, las
condiciones de superación socioeconómica, las condiciones de trato igualitario
de todos los ciudadanos. Ese elemento de la dignidad de la persona está muy al
centro del discurso del venezolano que dice ¡respéteme como
ciudadano!”.
¿El
elemento de igualdad subsiste más que el de libertad?
“Sí,
sin duda. Para el venezolano democracia es igualdad de oportunidades, es tener
acceso a…, es tener la posibilidad de… y, en ese sentido, todo lo que
niegue la posibilidad de esas condiciones de acceso y de desarrollo de vida -en
términos sociales- es una negación del concepto democrático. Yo siento que es
un elemento a ser considerado cuando tengamos que retomar el concepto de
democracia en Venezuela, porque es una dimensión fundamental que, quizás, a
final del siglo XX, se dejó soslayar y eso hizo naufragar el proyecto
democrático que se llevó durante el período de la Constitución del año 61,
fundamentalmente, ese proceso de 40 años que vivió la república. La igualdad
estuvo muy presente al principio de este proceso democrático que se inicia
desde 1958, que tiene elementos fundamentales en el Pacto de Punto Fijo y en el
Pacto Constitucional de 1961; luego se va desdibujando en el camino y se van
perdiendo estos elementos de solidaridad, de acceso a programas sociales, de
posibilidades de transformación y de elevación de las condiciones de vida.
Lo
segundo que me parece importante, y que, efectivamente, sí está en el universo
del concepto democrático venezolano, tiene que ver con la libertad, la
autonomía. Nuestra sociedad tiene una ventaja-desventaja, tenemos
cierta tendencia a la anarquía, es decir, yo creo que cada cual se hace su vida
y eso tiene un conjunto de desventajas clarísimas para el concepto de
democracia, pero innegablemente, a la vez, hace difícil los elementos de
autoritarismo y, muy especialmente, las líneas totalitarias en Venezuela. Esa
intención naufragó por este elemento prácticamente anárquico que está en
nuestra cultura, que respeta mucho el hecho de que cada cual hace lo que mejor
cree que debe hacer. Resulta como complicado manejar una sociedad
que no está acostumbrada a las estructuras corporativas y que no se adapta
fácilmente a ellas”.
Es
decir…que esa cosa mala nos ha salvado
“Claro,
en algún sentido, claro que nos ha salvado. El venezolano valora mucho
el elemento de poder elegir, poder votar, poder indicar qué es lo que él desea
y no acepta fácilmente las imposiciones. Puede guardar silencio, pero ese
silencio no es aquiescencia, quizás es la prudencia de tener que decir ‘ya
veremos si hay una mejor oportunidad’. Eso ocurrió en 1957, en 1952,
con el Gobierno de Marcos Pérez Jiménez, unas elecciones manidas que no
tuvieron legitimidad, que el venezolano se vio obligado a someterse a una
trampa, pero eso no significó que en aquellas elecciones ganó Marcos Pérez
Jiménez, en virtud de una estructura autoritaria que él intentó imponer en
Venezuela. Termina cayendo.
«En
Venezuela tú puedes tener distintas circunstancias en donde, efectivamente, los
elementos autoritarios aparecen, como en el gomecismo y en otros momentos de la
historia, pero eso no significa legitimidad; no es que no sea poder y hay que
recordar que uno tiene que distinguir la palabra poder de legitimidad.
Confundir las dos palabras es un error. Eso pasa con mucho autoritarismo e,
incluso, en el presente tenemos este punto de la legitimidad como un punto
crítico en la gestión que se está llevando actualmente del Estado y que ha
generado fracturas muy importantes en el reconocimiento frente a un sector, muy
importante, de la población venezolana que no le otorga legitimidad al régimen,
lo que no significa que este régimen no tiene poder. Debo insistir en la
distinción de las palabras«.
Hay un
elemento, en esto de la anarquía, que tendría que señalar: en el concepto de
democracia sí se requiere, además, una estructura normativa, porque supone la
convivencia de los distintos. Y esta norma genera un principio de igualdad y
equidad entre todos los que integran ese proceso. Y aquí tenemos un problema”.
¿Un
problema de civilidad?
“Sí,
he ahí donde tenemos el problema. Este libertarismo individual que hay en
Venezuela, donde yo hago lo que a mí me parece y como me parece, que
culturalmente lo puedes hallar en el barrio cuando cada cual prende su aparato
de sonido al volumen que quiere, sin tomar en cuenta el impacto comunitario que
generas con esa conducta, o el ejemplo clásico de los motorizados en la avenida
Sucre viniendo a contrasentido y no pasa nada. Esto nos indica que hay
una dimensión del elemento democrático que es fundamental y que, quizás, es lo
que genera ciudadanía: la civilidad. Este elemento que especialmente
agrega la República Romana, el hecho del derecho como un modelo de
estructuración de las relaciones sociales sobre la cual todos somos tratados de
igual manera y hay unas reglas de conducta que valen igual para todos los
ciudadanos, no importa cuál sea su posición, en Venezuela, lamentablemente,
presenta problemas.
En ese
proceso de formación de democracia en el país, ¿cuánto pesa el centralismo?, ¿cuánto
pesa la descentralización?, ¿nos perdimos en ese camino iniciado con la COPRE
–Comisión Presidencial para la Reforma del Estado- en los años 80 del siglo
pasado?
“Yo
creo que la descentralización fue una de las cosas que nunca se compró. La
descentralización significa la capacidad de establecer reglas, normativas que
generan igualdad de condiciones entre los distintos actores que tienen
distintas funciones, entendiendo que cada cual tiene sus autonomías y que éstas
están en relación sobre la base de una norma común que nos gobierna, lo que
pone límites a mi poder como pone límites al poder del otro. Eso es lo que
supone una estructura federal. Dado lo que yo acabo de decir, eso genera miles
de inconvenientes. Cuando se propuso el tema de la descentralización en
Venezuela, ni siquiera los partidos políticos compraron la idea, más bien la
vieron como una pérdida del poder real de las organizaciones centralizadas,
léase Acción Democrática, Copei, y de sus entidades de gobierno
nacional que tenían capturado un poder desde Caracas con organismos
centralizados”.
Pero…¿y
el resto del país?
“Bueno,
ese es el problema, quizás no se ve reflejado y, por tanto, el desarrollo
termina siendo desigual. En el centro, el desarrollo tiende a ser
preponderante y en las regiones a ser marginal e incluso en las mejores
versiones de desarrollo regionales, como fue el caso de Ciudad Guayana, lamentablemente
terminan siendo posiciones de enclave. ¿Qué quiere decir de enclave? Cuando
tengo una ciudad con una capacidad de desarrollo muy interesante, sobre la base
de un elemento de producción, como eran las empresas básicas de la energía
eléctrica. Aquello tenía un fundamento económico y una estructura de ciudadanía
que permitió algún nivel de poder, pero un universo de límites, que hoy en día
los están viendo. El fundamento de ese proceso también tenía muchos límites,
entre otras cosas porque no era verdad que la ciudad controlaba sus propios
recursos y elegía qué se podía hacer en el contexto de un marco nacional de
desarrollo, sino que la gestión se gobernaba desde Caracas y el resultado lo
tenemos a la vista. Ciudad Guayana es una de las ciudades con menos acceso a
gasolina a nivel nacional, por no hablar de la energía eléctrica o el acceso al
agua. Siempre he repetido una frase: esa ciudad tiene los dos ríos más grandes
del país, pero no tiene ni una gota de agua en los tubos. Eso es así y hay
detrás un problema de gestión y autonomía, porque en qué sentido el Estado y la
ciudad pueden gestionar el problema del agua sin depender de otras instancias
centralizadas. Ese es el quid”.
En la
coyuntura actual tenemos asomos, momentos de civilidad, de esa posibilidad de
diálogo, de convivencia civilizatoria, pero ¿por qué eso no se afianza?, ¿por
qué eso no se acentúa?, ¿por qué dejamos que lo arrope esa especie de
oscurantismo?
“Yo
creo que, efectivamente, han ido apareciendo elementos muy interesantes que
vienen de tiempo atrás y que, en este momento, adquieren una fortaleza muy
particular. Tú vas viendo una suerte de protagonismo de la sociedad civil, que
no solamente aparece condenando sino que es actor, que está financiando cada
vez más, de manera importante, al Estado. Aquí hay una relación inversa a la
que estábamos acostumbrado durante el rentismo, cuando fundamentalmente el Estado
financiaba a un menor de edad que era la sociedad económica y la sociedad civil
venezolana, porque todo los recursos del PIB, fundamentalmente producido por
Venezuela, entraba a las arcas del Estado y después drenaba sobre las empresas
o la sociedad civil. En este momento no es que la relación ha cambiado
totalmente, pero cada vez más el Estado ha tenido que voltear hacia la sociedad
civil y decir que, para sostenerse, necesita recursos que produce el estamento
social, y eso ha generado un cambio en la relación.
Este
es un cambio en el cual veo oportunidades, oportunidades de civilidad, porque
las empresas, los negocios privados, generan un modelo sociocultural totalmente
distinto, que no es el dame, sino que tengo que organizarme para producir, hay
una estructura y tiene que funcionar bien, tiene que tener sostenibilidad. Hay
todo un trabajo económico que hay que llevar adelante para que efectivamente
eso pueda tener la capacidad de sostenerse en el tiempo, producir recursos y
pagar impuestos. Antes esto no era requerido en los mismos términos. Esto hace
que la sociedad se vea a sí misma de una manera distinta, no voltea al Estado y
le dice dame recursos. Lo que le estamos diciendo al Estado es permíteme
funcionar juntos, yo no necesito de tus recursos, yo lo que necesito es que no
me trabes. Si tú no me trabas, yo actúo. El problema es que el Estado no ha
permitido todavía esa libertad, por problemas ideológicos, políticos, pero cada
vez más está avanzando en esa dirección de no trabar.
Esta
nueva relación, en donde la realidad obliga al Estado a soltarse y a tener que
aceptar condiciones de la sociedad económica, no la conocíamos los venezolanos
y creo que eso genera un nuevo modelo de relacionamiento que puede tener nuevas
oportunidades, en términos de un Estado que tiene que aceptar que hay reglas
que van más allá de él mismo y de su aparente absoluto poder. No estoy
diciendo que hemos ganado, de ninguna manera; estoy diciendo que hay la
eclosión de algunos elementos que pueden apuntar en esa dirección y que tiene
componentes de virtudes. También va a tener problemas como toda dinámica social
dialéctica y la dialéctica significa que hay elementos de oportunidades y
elementos también que son negativos, que entran en conflicto dentro de un
modelo y eso siempre va a pasar. Los modelos tienen tensiones internas. Pero en
este caso miras la obligación de civilidad, porque tengo que ocuparme como
ciudadano de las cosas del país, porque estoy financiando con mis impuestos
cosas, y eso genera una relación totalmente distinta a una renta petrolera con
la cual yo no tengo nada que ver. Estamos en un proceso muy interesante en
donde parece abrirse otro modelo de oportunidades y relacionamiento distinto,
que puede apuntar a un mediano y largo plazo a la reconstrucción de elementos,
incluso de la democracia. Porque la democracia es un ejercicio de ciudadanía,
de ciudadanos empoderados, que logran ponerle límites al Estado.
La
democracia no funciona si no hay limitación al poder. No hay modo que una democracia
funcione sin generar límites al poder, por eso es que uno dice que este sistema
tiene un problema de democracia porque el poder del Estado no aparece limitado,
genera sólo límites que él cree que tiene que autogenerarse, pero no porque hay
unos límites efectivos que el Estado acata. Usted ve lo último que ocurrió
sobre los casos de corrupción, yo puedo entender la emergencia de atacar el
problema de corrupción y comparto la idea, pero cuando usted rompe la
estructura normativa, usted queda ilegitimado para hacerlo, en eso y en otras
cosas más y con otros sujetos y con cualquier implicación. Y este es el
problema del rompimiento del Estado de derecho, genera inseguridad porque al
final rompe el esquema democrático, en términos de igualdad y participación
ciudadana y establecimiento de reglas comunes para todos los actores. Y por el
otro lado, en término de inversión económica, significa que cualquier otro
actor dirá: ‘bueno, si a mí me puede pasar esto, qué recursos voy a meter yo en
ese país que genera este nivel de inseguridad jurídica, porque todo depende de
la voluntad del sujeto que está en el poder’. Ciertamente, los recursos serán
los menos, con mayor capacidad de capitales golondrinas, lo que significa
capital de muy corta duración y que, abusivamente, muchas veces exige de nuevo
una rentabilidad máxima, asfixiando realmente la economía”.
Usted
resaltó en la entrega del Premio Valores Democráticos que los ganadores
eran un reflejo de la importancia de la formación en esa área. ¿Cuál es
el sentido que tiene el término ser ciudadano para las personas que viven bajo
un nivel de pobreza que llega a la subsistencia? Podríamos preguntarnos, como
lo hizo en su momento un asambleísta al referirse a la sociedad civil: “y eso
¿con qué se come?”
“Me
parece interesante lo que dijo Saray Figueredo, líder comunitaria de la
parroquia Santa Rosalía de Caracas, quien recibió el premio a nombre de Roberto
Patiño. Ella narra cómo el trabajo que realiza Patiño le dio la oportunidad de
hacerse sujeto de su propio proceso. Esta joven tiene una experiencia en donde
es claro que hay un tema de desarrollo social. Lo que hace Patiño es crear
habilidades, oportunidades y competencias, eso hace que uno se haga, no que le
hagan. Yo soy el que aprende a hacer, aprende a construir y esto, a la vez,
genera esa condición de ciudadano, porque soy productor. Este elemento lo
destaca Locke en su teoría política: ¿Quiénes participan en el Pacto
Social? Aquellos que son productores de una u otra manera, donde soy el sujeto
que logra transformar de una u otra manera la realidad y me logro sostener a mí
mismo. Esto es fundamental para crear condición ciudadana y es justamente lo
que necesitamos formar.
Aquí
hay un vínculo muy estrecho entre el elemento económico y el elemento de
ciudadanía. Cuando yo me siento una persona digna por el ingreso que
tengo, por el elemento de igualdad económica, en esa misma medida, y no porque
el Estado me hace favores, sino porque me genera las oportunidades para yo
poder ser productor, en esa misma medida yo voy desarrollando condiciones de
civilidad. ¿Por qué? Porque me siento en la necesidad de participar y
coparticipar con otros en ese mismo proceso, de generarme y generarle a otros
oportunidades. Para ello necesito reglas, reglas que generan normas, normas que
generan límites, límites que efectivamente propendan a una relación jurídica
donde todos estamos en condiciones de igualdad. Ese es un proceso formativo
virtuoso, genera ciudadanía”.
¿Qué
tenemos para impulsar ese proceso formativo?
“Lo
que estamos haciendo en emprendimientos es importante, aunque sea
emprendimientos de subsistencia. El ciudadano ha aprendido que no puede esperar
y que tiene que hacer algo. Esto me parece que es un gran logro. Yo creo que
este proceso de necesidades también tiene la virtud de generar dinámicas dentro
de la población que requieren formación y acompañamiento y que estos procesos
pueden generar elementos virtuosos a nivel de la moral cívica. La moral cívica
no es predicar un conjunto de valores abstractos, sino mostrar cómo eso,
subjetivamente, termina siendo funcional para la propia subsistencia. Aprendo
valores cívicos porque entiendo que, solo si hay condiciones de civilidad, yo
obtengo ganancias y esto es lo que me permite ser ciudadano”.
Para
Arturo Peraza ¿Cuál es su reto país como rector y como ciudadano? Si es que
puede separar esos dos aspectos
“Yo
creo que el reto país va muy atornillado con mi condición de sacerdote, tiene
que ver con acompañar y fortalecer esperanzas. Esas esperanzas son concretas,
no son abstractas. Son las esperanzas de estas personas que están
haciendo un ejercicio importante por ser emprendedores de subsistencia y
quieren elementos para poder mejorar sus condiciones de vida. Son las
esperanzas de los muchachos que quieren estudiar y desarrollar habilidades y
competencias y quieren tener una vida digna para sí y para su familia. Tiene
que ver con los profesores que están transmitiendo conocimientos y están
esperando un país mejor.
La
universidad primero señala aquellas condiciones que nos están trabando, que no
están permitiendo desarrollar esa posibilidad, pero lo más importante es dónde
están las ventanas que nos pueden abrir marcos hacia el futuro y cómo acompañar
esas ventanas. Yo no estoy diciendo que en el país hay puertas, me
encantaría que las hubiera, en otras circunstancias, en otra Venezuela con
otras oportunidades distintas. Pero esta es la Venezuela que me tocó vivir y
aquí el problema es cómo desde las pequeñas rendijas, las ventanitas, podemos
abrirle un conjunto de posibilidades a la ciudadanía.
Y eso
es lo que nos toca acompañar, con las habilidades y competencias que tiene la
universidad, las estructuras que tiene para formar, para desarrollar
oportunidades, para acompañar a las empresas en el proceso productivo y poder
vislumbrar oportunidades allí donde parece que no las hubiera. Yo siento que
los venezolanos estamos llamados a no esperar que las condiciones se den, sino
a crear las condiciones para que las cosas se den y eso es lo que tiene que
hacer la universidad y en ese plan estoy yo. No estoy en el plan de seguir
presentando motivos para la depresión y la tristeza, que son muchos y los puedo
entender. Al final del día el problema es cómo, en medio de la
noche, yo veo la estrella de Navidad y digo… ahí está la esperanza”.
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