Ángel R. Lombardi Boscán 07 de julio de 2023
Uno
percibe como un buen historiador como Caracciolo
Parra Pérez (1888-1964) intenta ser fiel al título que escogió para su
obra, la imprescindible y clásica: «Historia de la Primera República de
Venezuela» (1959). Aunque no se le nota cómodo con los actores de reparto.
Decimos esto porqué el actor principal de la Independencia, firmada el 5 de
julio de 1811, no es Venezuela sino Caracas, la Provincia de Caracas para ser
más exactos. Además, la Provincia de Caracas también fue conocida como
Provincia de Venezuela. Y esa Venezuela no es la actual sino la formada por un
territorio equidistante entre Caracas, Valencia, San Carlos y Barquisimeto.
Lo que se llamó en ese entonces: Confederación de Venezuela fue un variopinto regional fallido con aspiraciones federales dictadas por la geografía junto a la inmensidad de los espacios; el aislamiento más recóndito y salvaje; la falta de caminos y una densidad demográfica muy baja. No había un solo país: sino muchos: Caracas o Venezuela, Oriente, Maracaibo, Guayana, Andes y Llanos con apenas conexiones insalvables y grandes recelos entre sí.
No
hubo Independencia de Venezuela en un sentido estricto, sino básicamente de
Caracas y sus aliados furtivos y díscolos. Lo que sucedió en Caracas el 5 de
julio de 1811 fue completamente rechazado por Maracaibo, Coro y Guayana que se
mantuvieron realistas. Y luego nos enteraríamos que hasta los mismos aliados de
Caracas no convinieron del todo con el paso independentista. Tal es el caso del
alzamiento de la ciudad de Valencia apenas unos días después de la histórica
fecha.
El 5
de julio fue la Independencia de Caracas y no del resto de las Provincias de
Venezuela. El pacto federal fue frágil, muy frágil. Y Caracas ejerció
preponderancia sobre el resto por tener más población y músculo económico. Lo
que generó celos y rencillas de los otros. La provincia de Caracas: 412.857
habitantes. Las demás, excluidas Coro, Maracaibo y Guayana, tuvieron: 264.770.
El 5
de julio terminó lo que se inició en 1808 (Conjura de los Mantuanos) y 1810 (19
de abril de 1810). Una Independencia más de compromiso que por convicción ante
la ausencia de la Metrópoli debido a la invasión de la Francia de Napoleón
Bonaparte en 1808. «No es que los americanos se levantaran contra España:
España se apeó de América». Nos dice un famoso americanista inglés: Raymond
Carr (1919-2015).
Los
protagonistas del 5 de julio son los propietarios o los llamados patricios de
la época: el mantuanaje. La presencia popular no existió. Fue una Independencia
para justificar el rompimiento contra España sobre supuestos ideológicos muy
diversos y hasta contradictorios. «El Congreso de 1811 es una asamblea de
republicanos, pero de republicanos blancos que, nobles o letrados, legislan
para sí mismos en recinto cerrado con la creencia de que les sería fácil
reemplazar a los españoles de España en la dominación del país», sostiene
Caracciolo Parra Pérez.
El
Congreso proclamó la Independencia pero fue la Sociedad Patriótica la que
impulsó la misma bajo el radicalismo de sus integrantes: Miranda, Bolívar y
Espejo entre otros. Hay un afán grande de figuración entre estos líderes
revolucionarios. Fueron el elemento radical que sirvió de catalizador para
remover las resistencias de un conservadurismo atrincherado en la seguridad de
lo conocido.
Los
«malvados» de Coro, Maracaibo y Guayana apoyaron a la Regencia, es decir, lo
que en ese entonces quedaba de una España invadida por los franceses. Y también
al Comisionado Cortabarria, que desde Puerto Rico, dirigió la contrarrevolución.
Hay un Bloqueo de los principales puertos venezolanos aunque los bloqueadores
apenas contaron con los esenciales barcos y pertrechos de guerra. La guerra
civil, interprovincial, incluso, hasta la social y étnica, ya existe en ese
momento, entre los años 1810 y 1811. Las previsiones optimistas sobre el primer
experimento americano de Independencia: «de un pueblo libre, sin los horrores
de la anarquía ni los crímenes de las pasiones revolucionarias» se hicieron
polvo cósmico de inmediato.
El
«hombre» del 5 de julio de 1811 fue Francisco de Miranda (1750-1816). Un héroe
de la libertad contra el colonialismo hispánico en América. Los mantuanos nunca
le quisieron. Y Germán Roscio (1763-1821) lo odió. El fogoso Miranda ha sido
injustamente etiquetado como el «Precursor» para que no le haga sombra al
«Libertador» dentro de la mitología patriota. Aunque en realidad fue el
principal actor y protagonista del 5 de julio de 1811 y los sucesos posteriores
que terminaron desencadenándose de una manera trágica. Toda la Primera
República (1811-1812) y el primer gran republicano de la Historia de
Venezuela fue Francisco de Miranda.
Bolívar
no estuvo en el 5 de julio de 1811 pero si en la Sociedad Patriótica y en la
represión a la ciudad de Valencia entre el 11 de julio y el 13 de agosto.
Valencia se alzó en armas contra Caracas esgrimiendo las mismas razones de
Caracas para declararse independiente de España. Varios observadores
extranjeros del momento, como el inglés Robert Semple (1766-1816), anotaron en
sus diarios no sin sorpresa, la rápida mudanza de Caracas que pasó de dominada
a dominador. La Independencia nacía prisionera de las paradojas.
Pocos
venezolanos saben que hubo un solo diputado que salvó su voto y no estuvo de
acuerdo con la Declaración de la Independencia el 5 de julio de 1811. Se trata
de Manuel Vicente de Maya, sacerdote y político, diputado por La Grita. Es
bueno conocer también a las disidencias. Para Maya la iniciativa de la
Independencia contradecía la lealtad de «formar el cuerpo conservador de los
derechos de Fernando VII». Murió realista.
La
representación pictórica del 5 de julio que está en la cabeza de millones de
venezolanos es «históricamente falsa». En ese cuadro de Tovar y Tovar es
improbable que Miranda se haya presentado con uniforme de gala francés. Todo
esto según José Gil Fortoul.
Así
tenemos un 5 de julio de 1811 revisitado y revisado. Que merece ser visto en
perspectiva y en clave desmitificadora. Siendo un acto estrictamente civil, hoy
se ha convertido en una exaltación peligrosa y agresiva de la hegemonía militar
en el presente. También hace falta sacudirnos del imperio caraqueño y su
monopolio administrativo e historiográfico como asiento de un centralismo
furibundo que anula el espíritu federal con el cuál nació Venezuela alrededor
de sus distintas provincias.
Ángel
R. Lombardi Boscán
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