Ramón Guillermo Aveledo 27 de agosto de 2023
@aveledounidad
Como
muchos de ustedes habrán hecho, en estos días llevé a la señora ecuatoriana de
Manta que desde hace años plancha en mi casa, hasta cerca de su vivienda en el
barrio mayoritariamente ecuatoriano donde vive en La Vega. Hay también en
Caracas barrios colombianos, dominicanos. Chacao, La Carlota y la Avenida
Victoria o Presidente Medina, son barrios de italianos venidos tras la II
Guerra Mundial, como Candelaria lo es de españoles. Además de la Hermandad
Gallega, tenemos centro Vasco, Catalán, Asturiano y varios clubes de los más
numerosos canarios, no es casualidad que a Venezuela la llamen la octava isla.
Clubes sociales de ese tipo encontraremos en muchas ciudades del país. En mi
memoria destaca el caso de Valencia.
En Caracas puede comerse una buena Causa Limeña en el mercado de la comunidad peruana de Santa Rosa y un buen asado en el Centro Uruguayo de Los Chorros como estupenda comida árabe es fácil encontrar, aunque confieso mi preferencia por la que consigo en Puerto La Cruz, Lechería y otros lugares del Oriente, gracias a la numerosas y antiguas comunidades de libaneses, sirios o palestinos. En Barquisimeto, las casas comerciales y de familia de ascendiente libanés se concentraban en la Avenida 20, de la calle 29 hacia arriba. Comedores de chinos hay en todas partes, como en todas partes del mundo. Incluso desde el colegio, como cualquier venezolano, tengo amigos y relacionados cubanos, portugueses, chilenos, argentinos, libaneses, chinos, mexicanos, ecuatorianos, costarricenses y descendientes de todos ellos. Judíos venidos de Marruecos, del Norte de África o de Europa que han fundado familias que ya son venezolanas hace rato, el sector capitalino donde habito tiene varias sinagogas.
Mi
experiencia no es para nada inusual. La gente llegada de otros lugares forma
parte de la vida venezolana. En Barquisimeto, mi ciudad, un maestro muy querido
inventó un gentilicio simpático. Dijo que tenía estudiantes barquisimetanos y
barquisimetidos. La simpatía del apelativo no da margen a la duda, el Hermano
Luciano, lasallista, por ser francés era barquisimetido.
Fueron
llegando y casi todos se quedaron, aquí echaron raíces, pero no vinieron todos
al mismo tiempo. Una realidad diferente a la emigración venezolana actual.
Antes
éramos un país que recibía inmigrantes. Ahora somos un país que emigra. En
cifras de ACNUR, 7.1 millones de venezolanos se ha ido en estos años. Más o
menos la cuarta parte de nuestra población. Principalmente jóvenes, muchos con
estudios universitarios y técnicos. Más de seis millones de ellos viven en
América Latina y el Caribe. En números tan gruesos, naturalmente, habrá de
todo.
La
nuestra es la crisis migratoria proporcionalmente más grande del hemisferio y
una de las mayores del planeta. Hasta el 6 de julio, sólo en 2023, por Panamá
habían pasado 103.028 venezolanos, el triple que los haitianos, cuatro veces
los ecuatorianos, diez veces los chinos y dieciséis veces el número de
colombianos. Informa la oficina competente del gobierno panameño que en
proporción menor, también han pasado otras nacionalidades, principalmente
chilenos, indios y brasileños.
La
cosa es más profunda de lo que dicen las cifras. Que uno de cada cuatro de
nosotros se haya ido buscando oportunidades que aquí no ve, puede entenderse,
evidencia un grave problema para la sociedad venezolana, grave y doloroso. No
hay familia libre de eso. De Alberto Galíndez, ahora gobernador de Cojedes
aprendí en asamblea popular en un barrio de Tinaquillo, a preguntar quienes
tenían un familiar que se había ido del país. La proporción de manos alzadas
crece invariablemente en todas partes. Sin duda, la cuestión implica también un
desafío significativo para los pueblos que los reciben, por su magnitud y por
su novedad.
Porque
comprenderlo y decidir qué hacer es indispensable, hace días hicimos un foro
referido al pedazo sudamericano de nuestra diáspora con calificados ponentes
nacionales y extranjeros desde Caracas, Bogotá, Lima y Santiago de Chile y una
audiencia, lógicamente global. Digo un pedazo, porque en el Caribe y el Centro
y Norte del continente, como hacia Europa e incluso lugares más lejanos, hay un
gentío.
Por
cierto, en este mundo globalizado, viajan a toda velocidad la información y el
dinero, pero para las personas sigue habiendo fronteras.
Ramón
Guillermo Aveledo
@aveledounidad
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