María Corina Machado 07 de julio de 2024
@MariaCorinaYA
Mis
compatriotas en el extranjero son ya más de 8 millones, más de la cuarta parte
de la población de Venezuela. Los sufrimientos que han vivido para llegar hasta
este extremo son inenarrables. Y muchos de ellos suelen advertirlo, cuando
observan signos de deterioro en las democracias de sus países de acogida: “los
venezolanos venimos del futuro”. Por eso, en estas breves líneas quiero
referirme, en primer lugar, al modo en que perdimos la libertad y la democracia
en mi país, pero sobre todo al modo en el que la vamos a recuperar.
Todos los tiranos requieren dividir a la sociedad. Se levantan sobre la discordia; se hacen fuertes difamando y separando a la gente. Chávez no hizo más que confirmar esa regla, escogiendo a la mitad del país como enemigo interno. Su asamblea constituyente no fue más que un subterfugio para desmontar el orden constitucional, aprovechando la transitoriedad de ese período para echar mano de todos los órganos del poder público. Saqueó las finanzas del Estado, expropió a múltiples actores privados y puso a Venezuela en la órbita de las autocracias más poderosas del planeta. Maduro recogió sus ruinas y profundizó la tragedia, reprimiendo a la población y propiciando el mayor éxodo que ha experimentado cualquier nación que no sea víctima de una guerra o de un desastre natural.
Pero
los venezolanos no nos hemos rendido jamás. A pesar de los pesares, nunca hemos
dado por perdida la oportunidad (y la necesidad) de recuperar nuestra libertad
y nuestra democracia. De cada golpe recibido, de cada fallo, de cada dolor ha
emergido un profundo aprendizaje colectivo. No es fácil enfrentar a una
autocracia criminal y cleptocrática que, sin escrúpulo alguno, castiga a la
gente y saquea los recursos de un petroestado para comprar conciencias por todo
el planeta.
Finalmente,
después de tantas dificultades, las circunstancias se han alineado para trazar
la ruta, levantar la esperanza y reunir las fuerzas que nos permiten ahora
enfocar nuestros anhelos y esfuerzos en un único objetivo: la salida pacífica,
cívica y democrática de la situación actual hacia un futuro promisorio. Esa
ruta es electoral, a pesar de que ninguna elección realizada bajo el régimen de
Maduro ha sido ni limpia ni justa. Pero esta vez, a diferencia de las
anteriores, hubo un punto de inflexión que lo cambió todo: la elección primaria
del 22 de octubre de 2023.
Cuando
las distintas fuerzas de la oposición democrática decidimos seleccionar nuestro
candidato unitario para enfrentar a Maduro en las presidenciales de 2024, privó
la opinión de que el proceso debía ser genuinamente popular, abierto a la gente
mediante una elección primaria. Prevaleció también la idea de que no debía
permitirse que interviniera el Consejo Nacional Electoral controlado por el
régimen, y que era indispensable permitir que votaran los millones de
venezolanos que residen hoy en el extranjero.
Fue
así como ese 22 de octubre de 2023 se abrió un boquete de luz en la bóveda de
mentiras dentro de la cual se ha pretendido mantener aislados a los
venezolanos. A pesar del sinfín de obstáculos interpuestos por Maduro y
compañía, de la escasez de electricidad y combustible, de la ausencia de medios
y publicidad, y de las amenazas dirigidas contra la población, cerca de 3
millones de ciudadanos votamos ese día. Por primera vez en más de 20 años, los
venezolanos pudimos organizar de modo transparente una elección, abrir todas
las urnas y contar a mano cada voto, “papelito por papelito”. Ese día, la
ciudadanía volvió a recobrar la fe en su propio poder, porque la verdad se
impuso a la mentira.
Lo que
ha sucedido a partir de entonces no puede ser descrito con palabras. Se engaña
quien piensa que esto es un asunto solamente electoral. Es un verdadero
movimiento de liberación lo que se ha levantado a lo largo de todo el país, a
partir de un sentimiento incontenible que brota desde los sitios más recónditos
de nuestra geografía nacional. El clamor de una nación que no quiere seguir
dividida, que anhela el retorno de los emigrados y que aspira al reencuentro
familiar, que quiere a “sus hijos de vuelta en casa”, no ha hecho sino crecer y
crecer, hasta convertirse en un río indetenible. Un tsunami de gente que se
desborda en sus sentimientos largamente represados, y que abarrota las calles
de todo el país para demandar, por la vía electoral, el cambio que tanta falta
le hace a Venezuela.
El
régimen parece no entender la magnitud del reto que hoy le plantea la gente y
ha seguido apostándole a la trampa y a la represión. Mi candidatura fue
inconstitucionalmente descartada, al igual que la de Corina Yoris, designada en
mi lugar por las fuerzas de la unidad democrática. Seis miembros del Comando
Nacional de nuestra campaña, incluida la jefa del mismo, están asilados en la
embajada de Argentina en Caracas, mientras otros 13 miembros de nuestros
equipos Con Vzla han sido apresados y privados de todo acceso a la justicia, al
igual que los casi 300 presos politicos que existen hoy en el país. Han cerrado
hoteles y posadas por albergarnos en nuestros recorridos, clausurado
restaurantes de carretera por vendernos desayuno, retirado licencias a
camioneros por transportarnos, detenido a proveedores de equipos de sonido que
han aceptado alquilárnoslos. Pero ya esto no les funciona, al contrario,
indigna a una sociedad harta de humillaciones y ávida de dignidad.
Contra
viento y marea, ahí está Venezuela toda, unida en torno a la candidatura de un
hombre honorable como Edmundo González Urrutia. Ahí estamos todos, incluidos
los que fueron chavistas que saben que Maduro no tiene nada que ofrecerle al
país y que ya están cansados de tanta división estéril y odiosa. El país que
Chávez logró dividir se ha vuelto a unir espontáneamente en ese deseo
compartido de concordia, de decencia y de futuro. Una sociedad hastiada de la
corrupción y del engaño dice ¡basta! y apuesta masivamente por una opción de
futuro.
Estamos
a tres semanas de un día trascendental. Un día en el que los venezolanos no
sólo vamos a votar, sino también a elegir. Sabemos bien las trampas que
enfrentaremos antes, durante y después de consumarse la jornada electoral. Por
eso la conciencia de la necesidad de votar y de defender cada voto es total
entre mis compatriotas.
El régimen, como cabía esperar, ha restringido la observación internacional,
pero nosotros estamos levantando el más formidable aparato de defensa electoral
que se haya conocido en la región. Y puedo asegurar, tras haber recorrido
varias veces el país por carretera, que nada ni nadie les impedirá a los
venezolanos llegar hasta el final para que sea su voluntad la que prevalezca el
próximo 28 de julio.
Es la
hora de la verdad, de la libertad y la democracia. Es la hora de Venezuela.
María
Corina Machado
@MariaCorinaYA
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