Anatoly Kurmanaev 09 de agosto de 2024
El
gobierno venezolano parecía creer que tenía el control necesario para ganar en
las urnas. Pero los electores en bastiones tradicionalmente chavistas salieron
a votar en su contra.
Parecía
que todo estaba bien para el gobierno venezolano.
Francisco
Torrealba, un alto funcionario del partido gobernante, dijo que estuvo en un
centro de mando electoral en Caracas, la capital, el día de la votación del mes
pasado, mientras observaba con confianza los monitores conforme se acercaba el
final de las elecciones presidenciales.
Los gráficos mostraban que una base de apoyo indispensable para el partido había participado con fuerza en Caracas.
El
panorama era muy parecido en otros bastiones tradicionales del gobierno en todo
el país, dijo. Esto aseguraba a las autoridades que una combinación de alta
participación entre los votantes leales y la supresión del voto para la
oposición haría que el presidente autoritario de Venezuela, Nicolás Maduro,
lograra la victoria en las elecciones.
“Nosotros
estábamos tranquilos”, dijo Torrealba, un legislador veterano y vicepresidente
del gobernante Partido Socialista, en una entrevista, al describir el estado de
ánimo entre los funcionarios del gobierno durante la votación del 28 de julio.
“Hicimos todo lo necesario para alcanzar una buena victoria”.
Lo que
pasó después parece haber generado una conmoción sísmica en las expectativas
del gobierno.
Los
recuentos de votos mostraron que los seguidores del partido gobernante en el
sector público y los barrios pobres abandonaron en masa al líder, según los
recuentos de votos obtenidos por la oposición. Un desastre electoral se
avecinaba.
“Nos
traicionaron a nosotros porque nos decían que sí iban a votar por Maduro y ¿qué
hicieron? Votaron por la doña”, dijo una activista del partido gobernante en
Maracaibo, la segunda ciudad más grande de Venezuela, quien habló de manera
anónima por temor a represalias.
El
activista se refería a la popular líder de la oposición, María Corina Machado,
quien apoyaba al rival de Maduro, Edmundo González.
A
medida que los resultados electrónicos llegaban a Caracas, el Consejo Nacional
Electoral, controlado por el gobierno, interrumpió de manera repentina la
transmisión durante aproximadamente dos horas, según dos personas
familiarizadas con lo sucedido. Parece que el retraso, según los analistas, le
dio tiempo al gobierno para pasar a un plan B.
Poco
después de la medianoche, la autoridad electoral declaró a Maduro ganador,
anunciando porcentajes totales de votos que no parecen haberse sustentado en
las boletas registradas por el sistema electoral, según muchos analistas,
líderes de la oposición y una persona con conocimiento directo de la decisión
del organismo electoral.
El
anuncio sumió a Venezuela en una crisis política que ha cobrado la vida de al
menos 22 personas en manifestaciones violentas, ha generado la detención de más
de 2000 personas y ha provocado denuncias en todo el mundo.
El
gobierno se ha negado a divulgar algún recuento de votos que respalde la
victoria de Maduro. Su reelección ha sido rechazada por Estados Unidos y muchos
otros países de América y Europa. También ha sido desacreditada por estudios
estadísticos de los recuentos de votos obtenidos por la oposición,
incluido uno
realizado por The New York Times.
Maduro
ha respondido a las críticas redoblando la represión contra la oposición y
rompiendo lazos con los países que no aceptaron su victoria.
Las
elecciones han hecho que Maduro tenga que lidiar con una de las decisiones más
difíciles de sus 11 años de gobierno: aferrarse de manera descarada al poder
sin importar el costo o aceptar un acuerdo político que podría debilitar su
control del país.
Este
reportaje se basa en alrededor de una veintena de entrevistas con funcionarios
del partido en el poder, trabajadores electorales, activistas de la oposición y
expertos electorales.
Algunas
de esas personas están escondidas y muchas hablaron con la condición de
mantener su anonimato. Algunas temen verse afectadas por la campaña de
represión implementada por el gobierno desde las elecciones, mientras que otras
no quieren poner en peligro sus cargos políticos.
‘Política
es lo que sabemos hacer’
Maduro
se enfrentaba a un dilema en las elecciones. La votación tenía que ser lo
suficientemente libre como para convencer a Estados Unidos de que levantara las
sanciones económicas, pero no tan libre como para poner en riesgo su dominio.
Una
victoria le daría a Maduro un tercer mandato e impulsaría al chavismo, el
movimiento fundado por su predecesor y mentor, Hugo Chávez, a su tercera década
en el poder.
Maduro
corrió pocos riesgos.
Permitió
que González, un diplomático retirado poco conocido, lo desafiara en la contienda,
al tiempo que inhabilitó a los principales líderes de la oposición, incluida
Machado, por lo que no pudieron postularse.
Después,
utilizó todo el peso del Estado venezolano contra la campaña de González. Su
gobierno encarceló a decenas de trabajadores de su campaña, generó confusión en
el proceso de votación y le negó acceso a la oposición a los principales medios
de comunicación y a la publicidad.
Para
ganar votos a favor de Maduro, el partido gobernante apostó por su maquinaria
de eficacia probada, la maquinaria política que durante años ha
utilizado la fuerza financiera de un Estado petrolero para llevar a sus
partidarios a las urnas mediante una combinación de dádivas, coacción y
llamados a la lealtad.
Los
avances tecnológicos también han ampliado las herramientas electorales del
gobierno. Los activistas del partido, desde organizadores vecinales hasta
ministros del gobierno, se encargaron de llevar a 10 votantes a los centros de
votación y de actualizar su progreso en una aplicación supervisada por los
directores de campaña.
“Política
es lo que sabemos hacer”, dijo Nicolás Maduro Guerra, diputado oficialista e
hijo del presidente, en una entrevista días antes de las elecciones. “Confiamos
en la victoria, no porque seamos triunfalistas, sino porque hemos hecho la
tarea”.
A
medida que se acercaba la votación, las encuestas internas del gobierno
mostraban a Maduro a una distancia pequeña de González, un margen de error que creían
que podría superarse al aumentar la participación, según dos personas
familiarizadas con esas encuestas.
Funcionarios
del partido dijeron en entrevistas que habían descartado las diversas encuestas
públicas que mostraban una amplia ventaja de González y las habían considerado
fantasiosas. Incluso algunos expertos de la oposición instaron a la cautela y
señalaron que millones de venezolanos que estaban en el registro electoral se
habían ido del país para huir del colapso económico.
Pero
el triunfalismo de los altos funcionarios del partido contrastaba con la
inquietud cada vez mayor de sus organizadores de base. La decisión del gobierno
de traspasar gran parte de la economía a manos privadas para reactivar el
crecimiento ha generado enormes recortes del gasto público, con lo que se han
reducido las ayudas y los servicios sociales que tradicionalmente eran utilizados
para incentivar el voto.
La
campaña del partido oficialista de este año carecía de los recursos financieros
de las anteriores, dijo una organizadora del partido en Maracaibo. La mujer
afirmó que, en campañas anteriores, el gobierno repartió de todo, desde motos
hasta neveras. Antes de esta votación, lo que el gobierno dio fueron cajas de
comida de mala calidad y pintura para casas.
“Yo
sabía lo que se nos venía”, dijo.
La
euforia de la oposición
La
oposición, por su parte, se organizó con entusiasmo y también utilizó la
tecnología para tratar de igualar las condiciones.
Machado,
aliada política de González, organizó a decenas de miles de simpatizantes en
grupos electorales encargados de obtener los recuentos impresos de las 30.000
máquinas de votación del país.
La
oposición creía que los recuentos les permitirían recrear los resultados y
evidenciar cualquier posible fraude. El equipo de Machado creó su propia
aplicación para que los voluntarios pudieran reportar la participación y cargar
las actas.
Torrealba,
el alto funcionario del partido oficialista, dijo que pasó la mañana del día de
las elecciones inspeccionando los centros de votación en el estado rural de
Portuguesa, donde se sintió animado por las largas colas de espera.
“Está
sellado”, escribió un funcionario del partido, que formaba parte de la campaña
de Maduro, en un mensaje de texto a un periodista del Times a primera hora de
la tarde, lo que reflejaba la creencia del gobierno de que una alta
participación lograría la victoria. (Casi el 81 por ciento de los residentes en
Venezuela terminarían votando ese día, frente al 48 por ciento en las
elecciones presidenciales más recientes, según un análisis de los datos
demográficos y los recuentos de la oposición realizado por Francisco Rodríguez,
economista venezolano de la Universidad de Denver).
Mientras
el partido gobernante se centraba en llevar a sus partidarios a las urnas,
también intentaba limitar la capacidad de la oposición para controlar las
irregularidades. En muchos centros de votación, funcionarios electorales respaldados
por soldados dijeron a los voluntarios de las urnas y a los testigos de la
oposición que no se les entregarían los recuentos impresos, lo que es una
violación de la ley electoral.
Sin
embargo, después de que las urnas empezaron a cerrar pasadas las 6:00 p. m.,
los activistas de muchos centros de votación pudieron escanear las actas y se
las enviaron a la campaña de la oposición.
A
medida que se acumulaban los recuentos, la oposición estaba cada vez más
convencida de que su candidato se encaminaba hacia una victoria histórica.
Barrios
que durante décadas votaron por candidatos chavistas —en las barriadas más
pobres de Caracas o en zonas rurales como Portuguesa— habían votado en contra
de Maduro, según un análisis electoral de la oposición compartido con el Times.
“Un
ánimo de euforia en que estuvimos”, dijo Andrés Schloeter, un organizador de la
oposición. “Finalmente lo logramos”.
Sin
embargo, la celebración de la oposición duró poco.
‘Nos
van a robar la elección’
Unas
dos horas después del cierre de las urnas, las máquinas de votación de todo el
país perdieron de manera abrupta la conexión con las oficinas centrales del
Consejo Nacional Electoral, por lo que la transmisión de los resultados se
detuvo, según dos personas familiarizadas con el proceso, así como entrevistas
con múltiples trabajadores electorales que intentaron cargar los resultados.
El
gobierno, sin aportar pruebas, achacó posteriormente el fallo técnico a un
ataque cibernético desde Macedonia del Norte.
Pero
muchos analistas y líderes de la oposición creen que el gobierno interrumpió la
transmisión para cambiar de estrategia.
Poco
después de que se interrumpiera la transmisión, el jefe de campaña de Maduro,
Jorge Rodríguez, dio la primera pista de lo que se avecinaba. “Ha sido una
victoria de todos”, dijo Rodríguez a los periodistas con una amplia sonrisa en
el rostro.
“Ahí
nos dimos cuenta: nos van a robar la elección”, dijo Schloeter, el organizador
de la oposición.
Mientras
la autoridad electoral guardaba silencio, el partido gobernante celebraba un
concierto de la victoria en las inmediaciones del palacio presidencial. Varios
miles de empleados públicos y activistas chavistas bailaron al ritmo de bandas,
incluyendo una banda tributo a Maduro cuyas canciones incluyen “Súper Bigote” y
“Nicolás, Nicolás, Nicolás”.
Finalmente,
poco después de la medianoche, Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional
Electoral y funcionario del partido gobernante, proclamó ganador a Maduro ante
una nación atónita, diciendo que había superado por siete puntos porcentuales a
González.
Sin
embargo, las cifras que Amoroso leyó en voz alta no procedían de la base de
datos del organismo electoral, según una persona con conocimiento directo de
los acontecimientos sucedidos en la sede del consejo durante la noche de las
elecciones.
Cómo
se llegó a esas cifras sigue siendo un misterio.
Amoroso
no respondió a una solicitud de comentarios enviada a través del consejo
electoral.
Los
recuentos de votos cuentan una historia distinta
La
medida del gobierno tuvo una falla fundamental: en gran medida, sus intentos de
impedir que la oposición obtuviera el recuento de votos fracasaron, dijo Juan
Barreto, un antiguo aliado político de izquierda de Maduro, quien rompió con él
y apoyó a un candidato de un tercer partido en las elecciones.
Los
voluntarios de la campaña de Machado lograron obtener alrededor del 30 por
ciento de las actas el día de las elecciones, y en los días siguientes
siguieron llegando más actas.
La
dimensión de la derrota del gobierno reflejada en esos recuentos ha hecho que
sea difícil refutarla, dijo una voluntaria del partido gobernante en Maracaibo.
“Eran
demasiado los votos, no podíamos inventar o pelear. No había chance para hacer
la trampa”, dijo.
El
martes, la oposición había publicado en internet el 83 por ciento de las actas,
que ubicaban a González con una ventaja de 37 puntos porcentuales sobre Maduro.
Torrealba
afirma que los resultados de la oposición son falsos, pero dijo que el partido
gobernante no tenía planes de divulgar sus propios resultados. Aseguró que el
gobierno no estaba obligado a hacerlo y que nunca lo había hecho antes.
Pero,
en 2013, el partido hizo precisamente eso: dio a conocer los resultados para
desmentir las acusaciones de fraude de la oposición en unas elecciones reñidas
ganadas por Maduro.
A
pesar de las airadas peticiones de rendición de cuentas y transparencia,
Torrealba presentó las elecciones del 28 de julio como un hecho consumado.
Maduro,
en el concierto de la victoria del partido gobernante el día de las elecciones,
dijo: “Puedo decir ante el pueblo de Venezuela y el mundo: soy Nicolás Maduro
Moros, presidente reelecto de la República Bolivariana de Venezuela. ¡Y voy a
defender nuestra democracia!”.
Tomado
de: https://www.nytimes.com/es/2024/08/06/espanol/nicolas-maduro-elecciones-venezuela.html
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